El tema de los tipos con suerte es una constante en las canciones de Rod Stewart, y en la política chilena nadie parece responder mejor a esa tipología que nuestro Daniel Jadue.
Hasta 2014, su partido era una agrupación marginal, ignorado sistemáticamente por los electores. Pero Michelle Bachelet lo tocó con su varita mágica, le dio representación parlamentaria y le permitió marcar el ritmo de su propio gobierno y del Chile de los últimos años.
No solo Bachelet ha trabajado para él. Hoy Boric le garantiza al país que Jadue tiene las mejores credenciales democráticas; la izquierda democrática no es capaz de oponerle ninguna barrera seria, y parte de la derecha se empeña en hacer demagogia a medias, lo que deja el paso libre a la demagogia total del alcalde de Recoleta. Otros en la derecha simplemente caen en el pánico; piensan que toda reforma es mala, e imaginan que basta con atrincherarse. No ven que el hecho de hacerse cargo del malestar que se expresa en el apoyo a Jadue puede ser una forma muy seria de defender las propias convicciones.
En suma, la circunstancia de que el PC hoy sea una opción para muchos, cuando las ideas siguen siendo las mismas, muestra las dificultades de la clase política para procesar lo que sucede a su alrededor.
Hasta la naturaleza lo apoya. Con la pandemia se ha extendido por Chile un creciente afán estatista y, en su angustia por esta situación que parece no acabar nunca, cada vez son más las personas que están dispuestas a agarrarse a un clavo ardiente. Atendido que Jadue dice cosas lindas y con tanta seguridad, piensan que él puede ser el mesías que esperábamos.
Además, no es lo mismo ser comunista hoy en Chile que en Corea, Cuba o Nicaragua. Allí los gobernantes tienen que lidiar con la pobreza que han dejado tras de sí años de comunismo, de modo que lo único que pueden repartir al pueblo que pide comida son palos y años de cárcel. En nuestro país, en cambio, todavía hay reservas, cuantiosos fondos jubilatorios y una serie de recursos que permiten hacer grandes promesas e incluso harán posible cumplirlas en un primer momento. Ya la dinastía Kirchner mostró cuán rentable es repartir plata a montones y tener un electorado cautivo precisamente gracias a su pobreza. Aunque la economía libre tiene problemas, ella permite, entre otras cosas, que la gente no dependa del humor del gobierno para tener algo que echarse en el estómago.
Tanta suerte tiene Jadue que ni siquiera corre el riesgo de que la gente pueda tener susto al comunismo. En el caso de los mayores, como escucharon durante 17 años varias veces al día hablar contra la campaña orquestada por el marxismo internacional, basta que muchos oigan la palabra “comunismo” para que desconecten. Uno pensaría que la presencia de miles de venezolanos que han vivido en carne propia la aplicación de medidas como las que nos ha anunciado Jadue en su programa bastaría para dejarnos inmunizados. Pero no, porque el argumento de “Chilezuela” ya fue empleado de manera precipitada en la anterior campaña presidencial, en contra de Guillier (¡qué desperdicio!) y ya está gastado. También las generaciones jóvenes desconectan, porque no tienen nada a lo que temer, ya que ignoran de qué se trata.
Además, quienes nacieron de 1990 en adelante no conocen las crisis ni los quiebres democráticos, y vivieron, sin saberlo, los treinta años más prósperos del último siglo. Así, piensan que la democracia y la estabilidad son unos mínimos asegurados y se han convencido de que la política es un asunto de voluntad.
Además, el comunismo no asusta a nadie en Chile, porque en Venezuela los militares cubanos apalean y torturan gente, pero creemos que nuestro país es distinto. En Cuba, los artistas lloran por un poco de libertad, y aquí están matriculados con la izquierda más dura. En Nicaragua, Ortega sigue encarcelando opositores, mientras nosotros estamos convencidos de que Chile es y será siempre diferente.
En todo caso, nada ayuda más a este hombre afortunado que la errónea conciencia de que su llegada a la presidencia de la República es un hecho casi inevitable. Esta es una idea que comparten sus adherentes y muchos de sus adversarios, que piensan que no hay nada que hacer. Se ve, por ejemplo, en la prisa que se dan muchos no simplemente para invertir en el extranjero (cosa loable), sino para sacar sus platas y pensar desde ahora dónde se irán a vivir. También se aprecia en la debilidad con que la izquierda democrática lo enfrenta; en su falta de argumentos ante la creciente desmesura de Jadue, y en el desconcierto e inseguridad que les produce el hallarse ante un hombre que no tiene la más mínima duda de nada.
En suma, existe una sorprendente incapacidad de todos los sectores políticos para hacerse una pregunta tan simple como esta: ¿por qué un partido que está prohibido en Alemania, desapareció en Italia, apenas existe en otras naciones y, donde gobierna, debe recurrir a la cárcel para acallar a sus oponentes, ha experimentado este singular renacimiento en Chile? Porque, a diferencia de lo que dice Rod Stewart (“Some guys have all the luck), la suerte no existe. Las cosas tienen una explicación y dar con ella es fundamental para que salgamos del embrollo en que nosotros mismos nos hemos metido. (El Mercurio)
Joaquín García Huidobro