El cardenal Jaime Ortega Alamino, la máxima autoridad de la Iglesia Católica en Cuba, cuya mediación fue clave en las excarcelaciones de presos políticos y el deshielo diplomático entre la isla y Estados Unidos, falleció el pasado viernes a los 82 años de edad tras arrastrar un largo cáncer.
La última aparición pública del cardenal Ortega fue el pasado 12 de junio cuando recibió la distinción “Monseñor Carlos Manuel de Céspedes”, otorgada por la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC) para reconocer a personalidades e instituciones católicas, en una ceremonia privada celebrada en el centro cultural “Padre Félix Varela”, que el prelado creó en 2011.
Monseñor Ortega, ordenado sacerdote en 1964, arzobispo en 1979 y cardenal en 1994, fue el impulsor de una versión del catecismo cubano más sencillo, creó nuevas diócesis y parroquias al frente de las cuales puso a sacerdotes jóvenes y reconstruyó iglesias, casas parroquiales y centros de asistencia.
El arzobispo emérito de la Archidiócesis de La Habana fue el rostro más visible de la Iglesia Católica cubana y el artífice de las históricas visitas pastorales del papa Juan Pablo II a Cuba en enero de 1998, y las posteriores de Benedicto XVI en 2012, y Francisco, en 2015.
También fue interlocutor con las autoridades del gobierno cubano en el proceso de excarcelaciones de prisioneros políticos del “Grupo de los 75” disidentes -condenados en la oleada represiva registrada en 2003 en la isla- que tuvieron lugar entre los años 2010 y 2011 con el apoyo del gobierno de España.
Como líder de la Iglesia Católica en Cuba tuvo otro hito importante como mediador en el proceso de negociación secreta que con la intervención del papa Francisco fructificó en el restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos en 2014, bajo el mandato de los entonces presidentes Raúl Castro y Barack Obama.
Nacido el 18 de octubre de 1936 en Jagüey Grande, provincia de Matanzas, tras ser ordenado sacerdote en 1964, Ortega vio interrumpido su ministerio al ser internado hasta 1967 en las llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), donde eran recluidos los jóvenes que se negaban a cumplir el Servicio Militar Obligatorio, muchos de ellos religiosos, así como los homosexuales y los acusados de “diversionismo ideológico”.
Como máxima autoridad eclesiástica en Cuba orientó su trabajo sobre todo hacia los jóvenes, presidió la comisión de catequesis diocesana y formó parte del seminario interdiocesano de San Carlos y San Ambrosio en La Habana.
En diciembre de 1978 fue designado obispo de la diócesis occidental de Pinar del Río, de gran tradición católica, y en 1981 fue nombrado al frente de la Archidiócesis de San Cristóbal de La Habana.
Jaime Ortega también presidió la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba(COCC) entre 1988 y 1999, y ejerció como su vicepresidente entre 2009 y 2013.
Bajo el liderazgo de Ortega se celebró el primer Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) en 1986, que sentó las bases para replantear un plan pastoral adaptado a una nueva realidad social.
Las relaciones entre la Iglesia y el Estado cubanos vivieron un nuevo deterioro en 1990, tras un intercambio de cartas entre la Conferencia Episcopal y el presidente Fidel Castro, y una posterior critica pública de éste a los obispos.
Uno de los peores momentos se produjo cuando en 1993 los obispos de la isla publicaron la carta pastoral titulada “El amor todo lo espera”, en el que pedían a las autoridades del país que abrieran un proceso de diálogo “entre todos los cubanos” y “cambios reales” en los aspectos económico, político y social.
Como cardenal ha participado en dos cónclaves, el que eligió a Benedicto XVI en 2005 y al papa Francisco en 2013. Jaime Ortega pidió en 2011 al cumplir los 75 años de edad, como establece la legislación canónica, su renuncia al Papa como Arzobispo de La Habana.
Pero no fue hasta abril de 2016 que el Papa Francisco aceptó su peticiónpara dejar el cargo por razones de edad y entonces fue sustituido al frente del Arzobispado de la capital cubana por Juan de la Caridad García Rodríguez.
Tras décadas de crisis y altibajos entre la Iglesia y la Revolución cubana, Ortega lideró una renovada era de distensión durante el periodo de Gobierno de Raúl Castro (2008-2018).
Su rol dialogante fue muy importante para la excarcelación de más de un centenar de presos políticos y en la mediación para el acercamiento con EE.UU., además de servir para abrir más espacios de intercambio sobre temas como la diáspora y la reconciliación entre cubanos de dentro y fuera del país.
Producto de ese diálogo, en los últimos años se ha devuelto a la Iglesia Católica cerca de un centenar de templos e inmuebles que fueron expropiados por la Revolución.
Otro de los logros de Ortega fue la inauguración en 2010 de una nueva sede para el Seminario San Carlos y San Ambrosio, en la que fue la primera construcción de la Iglesia Católica en la isla desde 1959. (La Tercera EFE)