… Ganancia de pescadores. ¿Pero qué posibilidades hay de que los “pescadores”, los miles de agentes económicos afectados directamente por las medidas de Trump, o indirectamente por la incertidumbre que dichas medidas generan, miren hacia Chile como opción en estos tiempos turbulentos?
Son justamente los momentos de crisis en los que se agradece haber hecho las cosas bien sistemáticamente. Y a la inversa, son también aquellos en los que los costos de haber acumulado errores se hacen crudamente evidentes. En ese caso, esa cuenta se hará evidente en la impresión que un mundo en búsqueda de opciones tenga de Chile. ¿Cómo nos vemos desde afuera?
El panorama no es precisamente alentador. De los nueve indicadores acá reseñados —libertad económica, atractivo para inversiones mineras, competitividad tributaria, Estado de Derecho, prosperidad, innovación, corrupción y democracia—, en uno nos hemos mantenido estables, mientras que en los ocho restantes hemos retrocedido. La tendencia observada en estos índices no puede ser ignorada.
Al examinar nuestra trayectoria, tanto en la evaluación absoluta alcanzada en dichos índices, así como nuestra posición relativa a nivel global, se evidencia un deterioro sostenido. Esto no debería sorprender, ya que ha sido el fruto de distintas reformas que hemos venido aprobando y que han debilitado las bases para el desarrollo del país.
En el ámbito económico, tanto el Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage (EE.UU.) como el del Instituto Fraser (Canadá) muestran un retroceso. En el caso del índice de Heritage, Chile ha vuelto a niveles similares a los de 1996, tras haber alcanzado su punto más alto en 2013. En el índice de Fraser se registra un nivel comparable al de inicios de la década de 1990, luego de un máximo en 2007.
El Índice de Atractivo Minero del Instituto Fraser, que evalúa la atracción para la inversión minera en función de políticas fiscales, regulaciones ambientales y estabilidad política y económica, también refleja un retroceso. En la última medición, Chile obtuvo su peor puntuación histórica, después de haber estado en el primer lugar a comienzos de los años 2000.
En materia tributaria, Chile ha descendido en el Índice de Competitividad Tributaria de la Tax Foundation desde su nivel más alto en 2018. Actualmente, ocupa el lugar 29 del ranking, mientras que en 2014 y 2018 estaba en el puesto 22.
El Índice de Estado de Derecho del World Justice Project también muestra un deterioro. Aunque ha mantenido relativa estabilidad a lo largo del tiempo, ha disminuido desde su primera medición hace una década.
Un patrón similar se observa en el Índice de Prosperidad del Legatum Institute, que evalúa la calidad de vida, el bienestar social y la estabilidad económica. Desde su primera medición en 2007, Chile se ha mantenido estable, lo que indica una falta de progreso significativo en estas áreas.
En el Índice Global de Innovación de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, que mide la capacidad y el desempeño en innovación, Chile ha registrado su peor puntuación y posición en el ranking.Mientras en 2011 ocupaba el lugar 38, hoy ha descendido al puesto 51.
En cuanto a corrupción, la tendencia también es negativa. En 2012, Chile ocupaba el lugar 20 en el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional; en la última medición, se encuentra en el puesto 32.
El Índice de Democracia de la Economist Intelligence Unit clasificaba a Chile como una “democracia plena” hace dos años. Sin embargo, en las últimas mediciones ha sido degradado a la categoría de “democracia defectuosa”.
Más allá de un nuevo río revuelto en la economía internacional, nuestra capacidad de poder enfrentarlo sin duda que es más débil que hace un tiempo. Las mayores debilidades institucionales, retrocesos en materia de libertades para ajustarnos a los cambios que nos rodean, nos hacen más volubles. Por ello, recuperar las bases del progreso de décadas pasadas se hace apremiante, y más aún cuando necesitamos enfrentar nuevos y cambiantes desafíos. (El Mercurio)
Bettina Horst