En el editorial del Financial Times titulado “Chile needs to speed up constitutional reform” se presenta una equilibrada evaluación de la situación en Chile.
Sin embargo, me parece justo advertir que una proporción del país, cuya dimensión está por determinarse, no estamos a favor de acelerar una reforma constitucional.
Todo análisis y cambio constitucional debe ser un proceso muy reflexivo y respetuoso, que efectivamente produzca un consenso en torno a una renovada aspiración e identidad nacional.
Actualmente no están dadas las condiciones para una revisión constitucional honesta, respetuosa y con mirada de futuro. Las expectativas en torno a este tema son engañosas, como si un nuevo borrador de un documento significara automáticamente una solución mágica para todos los males.
Afortunadamente, hay un procedimiento serio que está avanzando, y contempla un referéndum en abril. Al votar “Rechazo” a la refundación constitucional en el próximo referéndum, no estamos abogando por quedarnos inmóviles. Las reformas son siempre necesarias y uno nunca debe tener miedo a ser desafiado. De hecho, estas son oportunidades para que las convicciones se aclaren y pongamos la cara por las ideas correctas.
La opción “Rechazo” es una señal clara de que primero necesitamos estabilidad, orden y una atmósfera decente y respetuosa. El voto de rechazo funcionará como una advertencia y, aunque no gane, será un potente llamado para darle un mejor cauce a los trastornos actuales.
Chile no está perdido. Los lamentables hechos que hemos sufrido, aunque muchos sean injustificables, podrían calificarse como los dolores de crecimiento de un país adolescente que ha llegado muy lejos y que continuará avanzando para convertirse en una nación más inclusiva y desarrollada.
Los trastornos son una potente llamada de atención que debe usarse como una fuerza para el bien, y no para reiniciar todo a partir de una hoja en blanco.
Nicolás Ibáñez Scott