Alegadores-Adolfo Ibañez

Alegadores-Adolfo Ibañez

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Los últimos acontecimientos han sido muy impactantes, más allá de su diversidad. El sufrimiento y las muertes en el norte han sido muy dolorosos. Pero en el sur está el fenómeno silencioso de la sequía. Los incendios en el centro-sur y el volcán Villarrica. La atmósfera política está enrarecida por la seguidilla de reformas; los grupos empresariales remecidos por los «casos», los nuevos impuestos y sus normas discrecionales. Los educadores defienden su derecho a educar y, fuera de la capital, las regiones exigen más presencia.

Lo cierto es que se escuchan numerosos y diversos coros que alegan simultáneamente, algunos bastante destemplados según la urgencia. Ellos desarticulan el ambiente que nos gusta producir para engañarnos con nuestra idea de ser modelos: para unos en lo económico; para otros en lo revolucionario; para todos en lo que respecta a nuestras bellezas naturales. Esta visión idealizada de nosotros mismos olvida siempre que la realidad termina imponiéndose con su aplastante contundencia.

Clamamos porque funcionen las instituciones. Pero la Onemi no es capaz de transmitir las alertas eficazmente ni de socorrer a los damnificados; la complejidad y atribuciones excesivas impelen a funcionarios a descubrir resquicios para evadir las normas e impuestos con el fin de lucrar. Las cortes califican las leyes antes que aplicarlas. Suma y sigue: se confía más en las superestructuras; esto es, en las creaciones humanas dotadas de potestad mediante una ficción legal, lo que está muy a tono con los añejos postulados de la izquierda. Es decir, se piensa que las instituciones son eficientes y angelicales para contrarrestar la pretendida perversión de los individuos.

Se olvida por completo que la base de una sociedad son las personas y que ellas se agrupan formando los organismos, por lo que las instituciones no son abstractas ni diferentes de la gente. Preocupémonos de la formación de todos, tan descuidada frente a la adquisición de habilidades laborales. Una formación que fortalezca los vínculos entre las personas y no distancias, recelos y odios. Que valore las responsabilidades de cada uno para con los demás. Así veremos la colaboración entre los afectados antes que los improperios a este o aquel; la búsqueda de soluciones constructivas antes que el enfrentamiento descalificatorio. Solo cuando se eduque la inteligencia y el corazón para sentirnos parte de una comunidad podremos ser un pueblo previsor, cordial y solidario.(El Mercurio)

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