Habla directo el prelado, reconocida voz dentro de la Iglesia Católica en Chile. Como en mayo de 2014, cuando su calificación de “frenesí legislativo”, frente a diferentes proyectos, entre ellos las reformas tributaria y educacional, tuvieron amplio eco en el debate público.
Esta vez, el vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Alejandro Goic, manifiesta su postura a raíz de los casos Caval y Penta. “Son expresión de situaciones de abuso, de las cuales la ciudadanía es cada vez más consciente y está menos dispuesta a tolerar. Creo que el proceso al que asistimos es un llamado de atención para todas las instituciones del país: estos escándalos nos llaman a remirarnos como instituciones, con una especial consideración hacia las personas, hacia la relevancia de lo ético”.
Se trata de dos casos diferentes, desde el punto de vista penal…
Desde nuestra perspectiva, la gravedad de estas situaciones se sitúa en lo ético. Hay diferencias, es cierto, pero el elemento común es el modo de actuar (…) Sin embargo, no me refiero sólo a una ética institucional. También a la ética cotidiana. No podemos mantener la hipocresía de repudiar estos escándalos y, al mismo tiempo, tolerar costumbres cotidianas corruptas e inmorales en la familia, en el trabajo y en la vida social.
¿Están en tela de juicio las autoridades políticas del país, de todos los sectores?
Hay un cuestionamiento al mundo político, a la élite y a todos quienes ejercen un rol de autoridad. Pero no es sólo un asunto de personas, también de estilos y de sistemas en las instituciones, lo que hay que revisar.
Tras la última asamblea de la Cech, los obispos hicieron notar esta situación. ¿Fueron escuchados?
Estos son procesos de mediano y largo plazo. Se hacen evidentes en episodios dramáticos, pero trascienden las coyunturas. El llamado de atención de la Iglesia se hacía cargo de la preocupación ciudadana, especialmente de la gente sencilla, que no tiene visibilidad. Personalmente, creo que la institucionalidad en Chile no ha tenido la capacidad de reaccionar y ponerse rápidamente al servicio de las personas y acoger a tiempo estos llamados de alerta. Por ejemplo, las desigualdades escandalosas, la necesidad de un sueldo ético, la situación preocupante que viven los inmigrantes o los privados de libertad. Los obispos hemos levantado varias veces nuestra voz. Y, como dice el dicho, a veces “no se oye, padre”.
¿Cómo evalúa la conformación, por parte del Gobierno, de un Consejo Asesor Anticorrupción?
Siempre es bueno que haya equipos especializados y validados para trabajar estos temas, pero se deben ir complementando con la capacidad de la propia institucionalidad de incorporar esa dimensión. Conclusiones y recomendaciones maravillosas servirán de muy poco si la ética sigue ajena a la vida cotidiana. Nuestra sociedad necesita instalar un alerta ética cotidiana. La comisión podrá ayudar muchísimo en este camino.
¿Lamenta que ningún obispo ni sacerdote integre este consejo?
La Iglesia tiene confianza en la sociedad civil, en sus procesos y organizaciones. Es saludable que asuntos propios de la vida política y social sean resueltos por la sociedad misma y sus instancias. En ciertas ocasiones, la Iglesia puede participar directamente a través de algunos representantes. En este caso, hay una confianza importante en las personas que la Presidenta ha nombrado. La fecundidad de su trabajo será un bien para todo Chile. Por supuesto, la Iglesia sigue y seguirá contribuyendo.
El mundo cristiano, en dicha comisión, ¿está bien representado por Benito Baranda?
Hay muchas maneras de vivir un compromiso cristiano pleno y auténtico. Por lo mismo, es muy difícil que esa gran diversidad se pueda expresar en una única persona. Benito aporta una historia de trabajo social, de cercanía al mundo de los pobres que es genuinamente eclesial. Su actual rol en América Solidaria le añade el valor de una visión continental. Sin duda, es un testimonio legítimo, que va a ser un aporte.
Anteriormente, usted fue invitado a dar testimonio ante otra comisión asesora presidencial, para un tema referido a trabajo y equidad. ¿Cree en estas instancias?
Urge que haya resultados. La actual comisión tiene una gran responsabilidad. Sin embargo, es imposible hacer que cambios tan profundos, en lo institucional, cultural y político, descansen sólo en el trabajo del comité. Tomarse este desafío en serio supone cambios en los propios actores de la ciudadanía y en su modo de convivir, en la honradez y transparencia en los pequeños actos de la vida diaria. Que hoy nos escandalicemos ya es un buen indicador. Revela una oportunidad. Y de todos depende que la aprovechemos. Sería una grave irresponsabilidad dejar pasar esta oportunidad. Podría llevarnos a un camino sin retorno.(La Tercera)