Tras el cambio de gabinete y la imprevista renuncia del recién designado ministro Jorge Insunza, el diputado Osvaldo Andrade sugiere la necesidad de marcar un nuevo hito político en el oficialismo. El ex presidente del Partido Socialista llama a terminar con las desconfianzas en la relación entre el gobierno y los partidos de la Nueva Mayoría y a priorizar aquellas cosas que el gobierno, por las circunstancias de una agenda judicializada y por que el tiempo avanza a contrarreloj, será capaz de cumplir en este periodo.
Además, profundiza en la advertencia que realizara al gobierno ante la eventualidad de llevar a cabo un proyecto de “amnistía impropia” que para algunos, configuraba un perdonazo hacia políticos involucrados en financiamiento irregular de campañas mediante la emisión de boletas ideológicamente falsas.
Una vez que renunciara Jorge Insunza se habló de “desprolijidades” en los nombramientos y de una relación distante entre La Moneda y los partidos de gobierno.
Hay que establecer que el que llegue al servicio público, tiene que autoasignarse la obligación de la entrega de todos los antecedentes que pudieran significar alguna dificultad en su gestión. Eso es una responsabilidad que se le ha adjudicado por error a un sistema ultra secreto. No estoy de acuerdo con ese sistema, no me gusta, no es una buena fórmula. Se parte de una base de desconfianza a los partidos y eso hay que subsanarlo. Es demasiado delicado el momento para tener desconfianza entre el gobierno y los partidos.
Ejemplo de esa desconfianza pudo ser la denominada “precampaña”, donde la llamada G-90, grupo liderado por Rodrigo Peñailillo, habría actuado por sobre los partidos.
Es muy probable que si hubiera una relación de confianza más nítida del gobierno y los partidos, no habríamos tenido el episodio de la G -90. Ellos se hicieron cargo de un vacío y, en consecuencia, no le asigno mala fe, pero ese vacío lo llenó ese famoso protopartido llamado G-90. Por supuesto que no me gusta cómo lo hicieron, pero esa es otra crítica que tiene que ver con la gestión propiamente. Y lo digo de la siguiente manera: el PS pudo haberse hecho cargo de la precampaña y campaña, sin ningún inconveniente, con la mayor solvencia. Era perfectamente posible hacerlo sin necesidad de recurrir a un entramado que hoy es objeto de una pesquisa crítica.
La lógica indica que es la propia Presidenta quien desconfía de ustedes, los partidos.
Bueno, es de toda evidencia, pero espero que esto no sea el titular de la entrevista, porque también sería exagerado. En todo caso, convengamos que los partidos tampoco hemos tenido la capacidad de mostrar la solvencia suficiente para construir esa confianza. Hay que reconstruir confianza y con esto llamo a los partidos y al gobierno en su conjunto, no solo la Presidenta. Así nos configuramos como un bloque y hablamos con propiedad frente a los empresarios, oposición, iglesia, movimiento social.
Con una agenda judicializada y la imagen presidencial deteriorada. ¿Es posible terminar este gobierno con la totalidad de un programa de gobierno cumplido?
Ojalá que cumpliéramos todo el programa. Uno tiene que darse cuenta que si las condiciones no lo permiten, hay que hacer una inflexión en ese sentido. Las aspiraciones pueden ser morigeradas y esto vale para el programa. Hay que establecer un plan político que defina qué es prioritario y qué no es prioritario. Y con lo no prioritario se corre el riesgo de no cumplirlo. Bueno, así es la vida pues amigo. Por ejemplo, no puedo garantizar que durante la gestión de la Presidenta terminemos con una nueva Constitución. Pero si lo logramos, descueve.
Usted advirtió de la posiblidad de una amnistía hacia políticos involucrados en financimiento irregular de campañas mediante boletas ideológicamente falsas ante el anuncio de un proyecto de ley.
Cuando vi el texto del discurso, me encontré con un párrafo que señalaba que se iba a perfeccionar la normativa para sancionar efectivamente como delito la entrega de boletas ideológicamente falsas.
¿Le sorprendió leer ese párrafo?
Sí y no. Me parecía bien, pero la preocupación que tenía la hice presente en el comité político siguiente, donde llegué con el discurso de la Presidenta impreso. Esto no lo conversé con los otros presidentes de partidos. Dije que cuando se dicen así las cosas, se corre el riesgo que se establezca el concepto de la amnistía impropia, es decir, por la vía del principio de pro reo. Si establecemos las características del tipo penal de boleta, lo que estamos diciendo es que antes no había delito. Hago esta prevención porque esto tiene solución. Si el gobierno va a impulsar esto, lo que tiene que asegurarnos es que hay continuidad en el tipo de lo que ha pasado hasta ahora y por el cual el Servicio de Impuestos Internos ha presentado querella. En consecuencia, eso en el propio proyecto debería plantearse. Quiero decir que en esa ocasión, en el propio comité político, el ex ministro vocero, Álvaro Elizalde, me dijo que tuviera la tranquilidad que el gobierno no tenía ninguna voluntad de una cosa como la que yo prevenía. Me quedé tranquilo.
¿Sólo ese ministro habló a propósito de este proyecto?
Sólo él me contestó y con eso me bastaba. En ningún comité político el ministro del Interior o alguien del gabinete político dijo ‘mire, estamos trabajando en esto’. Nunca. Sería mentira si dijera una cosa distinta.
¿Ni siquiera lo habló de manera informal con otros ministros?
No, no.
¿Tuvo en su poder alguna minuta sobre este proyecto?
No, porque alguien debería habermela entregado. Pero no.
¿Desde la oposición le plantearon en algún momento la necesidad de articular un perdonazo para figuras involucradas en financiamiento electoral irregular?
No. Siempre he mantenido una conversación con la oposición, dado mi rol de presidente del PS, pero de un proyecto de amnistía nunca se conversó.
¿Le tranquiliza que el gobierno haya paralizado este proyecto?
A esta alturas y por la naturaleza del debate, la decisión política más sana es no innovar.