Todos cometimos errores en esta inédita aprobación del reajuste del sector público.
El gobierno planteó una pésima negociación, sin margen de maniobra y con escaso tino político para llevar adelante la relación con los gremios; los partidos de la Nueva Mayoría fuimos incapaces de mostrar lealtad y disciplina para votar la propuesta; la derecha, cómo no, aprovechó tal escenario y los gremios, hicieron de la ciudadanía rehén con un paro injustificado.
A muchos esta conclusión les molestará, pero es tanto el daño provocado, que el enojo de algunos comentaristas, dirigentes gremiales o personeros políticos no tiene ninguna relevancia frente al sufrimiento de las personas que perdieron una hora agendada hace años para una cirugía o postular a un subsidio, sufriendo un daño irreversible por efectos del paro.
Lo que opinemos quienes estamos en política o lo que digan los dirigentes gremiales no tiene ninguna relevancia para las familias que se vieron afectadas y que siguen sufriendo los coletazos de la movilización. Da lo mismo. Lo que en verdad debería preocuparnos es cómo subsanar el daño producido, pero para eso se necesita aprendizaje político.
El reajuste es bajo, eso es claro. Pero la situación económica del país es delicada, actuar con irresponsabilidad y populismo es fácil, no obstante trae consecuencias que podrían ser devastadoras para la gente que no recibe ninguno de estos beneficios que se acaban de aprobar.
La propuesta de los dirigentes de la mesa de los empleados públicos implicaba un aumento del gasto fiscal superior a 174 mil millones de pesos, lo que representaría un enorme esfuerzo del Estado para tan sólo una parte de los trabajadores de Chile. Un gasto público irracional, que pondría en jaque las arcas fiscales generando señales negativas respecto a nuestra economía, lo que incluso pudiera perjudicar el empleo.
Parece que se nos olvida que el programa de la Nueva Mayoría y de la Presidenta siempre ha tenido el foco puesto en los sectores más vulnerables y la clase media, y es lamentable que los trabajadores del sector público no entiendan que sus aspiraciones chocan fuertemente con las necesidades de las personas que sólo han recibido los perjuicios del paro.
Hemos de esperar que el nuevo gabinete sea capaz de corregir las malas decisiones, la falta de coordinación y el exceso de desconfianza hacia los partidos. No puedo creer que no seamos capaces de convencer a los trabajadores, de que a veces las decisiones son impopulares, pero responsables; no creo que no seamos capaces de mostrar a la ciudadanía los avances que se han logrado; me cuesta convencerme que no seamos capaces de dar orden y gobernabilidad a la coalición en el último año de gobierno.
El debate por el reajuste fue una muestra de que la contención temprana de conflictos, el diálogo con todos los actores y la coordinación honesta, son elementos que no podemos seguir ignorando en la gestión diaria.
Admitir los errores, llamar a un diálogo más fluido y estar dispuestos a corregir el rumbo también forma parte de gobernar. (Cooperativa)