Aprobar para mejorar o rechazar para reformar

Aprobar para mejorar o rechazar para reformar

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En el título de esta columna se juega el destino del resultado del plebiscito del 4 de septiembre. Una empresa encuestadora, junto a la tradicional pregunta de si aprueba o rechaza la propuesta de la Convención, complementariamente abrió otra pregunta, colocando a los encuestados ante cuatro alternativas.

Su resultado fue el siguiente: por el Apruebo a “secas”, 11%; por el Rechazo a “secas”, 18%; por rechazar y después reformar, 30%, y aprobar primero y después mejorar, 35%. Es decir, de acuerdo con estos números, casi dos tercios de los encuestados están en la disyuntiva que plantea el título de esta columna, mientras que los Apruebo y Rechazo constituyen el restante casi tercio de los encuestados.

Por otra parte, esta lectura de la opinión pública nos demuestra que el Rechazo originario a la nueva Constitución, el 22%, se ha movido muy poco y lo nuevo es que la aprobación mayoritaria a la nueva Constitución expresada en el plebiscito de entrada, 78%, se ha dividido entre estas dos opciones.

En consecuencia, la disputa principal en la campaña que se inicia la próxima semana va a estar en el debate no de los convencidos por las opciones sin adjetivos, sino por los que se mueven en el amplio margen de aprobar para mejorar o de rechazar para reformar. Asimismo, queda claro que la voluntad mayoritaria por una nueva Constitución es un camino sin retorno, independiente del resultado del plebiscito del 4 de septiembre.

Como lo he expresado en anteriores columnas, mi voto va a ser aprobar y después mejorar. Es literalmente imposible para las fuerzas progresistas rechazar un estado social y democrático de derecho, dado que ese objetivo, hasta ahora inédito en la historia de Chile, permite objetivamente alcanzar una sociedad más justa. En materia de salud y educación, el Estado social y democrático de derecho beneficia a entre el 80% y 90% de los chilenos.

Es imposible rechazar la configuración de un Estado regional, que les da más poder y autonomía a las regiones y comunas del país y que potencialmente beneficia al 60% de la población que vive fuera de la Región Metropolitana. Es imposible rechazar el Estado paritario, en que, por primera vez en la historia de Chile, las mujeres lograrán el equilibrio e igualdad con su contraparte masculina en todos los ámbitos. Finalmente, incluso es imposible rechazar el Estado plurinacional en su sentido general, porque incorpora a la sociedad chilena al 12% de los ciudadanos que se han autoidentificado como descendientes de los pueblos originarios.

Con la misma convicción sostengo que una vez aprobada la nueva Constitución hay que mejorarla en muchos aspectos, particularmente en el sistema político, en asegurar la responsabilidad fiscal, en restablecer el estado de excepción constitucional, en precisar el pluralismo jurídico y en tantas otras materias específicas. Por lo demás, el 5 de septiembre, una vez aprobada la Carta, se abre un camino en que confluyen los logros ya enunciados y las mejoras a establecer.

La alternativa de rechazar para reformar nos deja el 5 de septiembre a “fojas 0” y ante la voluntad mayoritaria de tener una nueva Constitución, habría que empezar a discutir todo de nuevo, además de la incertidumbre que genera la duda de si la derecha política y económica estaría dispuesta a reformar la Constitución que con tanto ardor han defendido desde hace 42 años, no obstante las reformas de 1989 y del 2005.

Dado lo anterior, el esfuerzo en la campaña es explicar que la mejor opción para la estabilidad política, económica y social del país es, primero, aprobar y, después, mejorar, como ya se ha explicado. Siendo las dos alternativas, el Apruebo y el Rechazo, completamente legítimas democráticamente, claramente se diferencian en las consecuencias para la estabilidad que requiere urgentemente la sociedad chilena. (El Mercurio)

Francisco Vidal