Suele ocurrir que los programas de gobierno tienen objetivos económicos contradictorios, en especial cuando las coaliciones políticas tienen más colores que un arcoíris. Este el caso de la nueva administración norteamericana en donde cohabitan libres mercadistas tradicionales, con neo proteccionistas que quieren usar los aranceles como herramienta de negociación, y proteccionistas a secas que desean construir “fortress America” y aislarse del mundo.
Adicionalmente, las promesas planteadas en campaña por el presidente Trump de bajar impuestos, crecer y tener un dólar bajo, parecen ser la cuadratura de un círculo. En general, si un país logra crecer más que sus pares en forma consistente, porque su crecimiento potencial basado en productividad es mayor, verá su tipo de cambio revaluarse en el tiempo. Ése es el caso de Suiza frente a la zona euro, por ejemplo.
Otra potencial contradicción del programa que debutará en enero consiste en la promesa de controlar la inflación, fenómeno que seguramente le costó caro a Biden y Harris, con subir aranceles y la expansión fiscal, ambas políticas que pueden ayudar al alza en el nivel de precios. Cabe señalar aquí que la situación macro de Estados Unidos es hoy distinta a la existente en el año 2016 durante Trump 1.
En primer lugar, la inflación subyacente es actualmente más alta y venimos de un proceso inflacionario que ha amainado fuertemente, pero no ha desaparecido. Esto hace más peligrosas políticas que impidan a la inflación seguir convergiendo hacia la meta planteada por el Fed.
En segundo lugar, la política fiscal norteamericana, bajo Biden, ya ha sido muy expansiva, con déficits fiscales récord (más de 6% del PIB), y un alza inusitada en el endeudamiento del país. En este contexto, plantear bajar aún más los impuestos puede contribuir a un alza relevante en la tasa del bono del tesoro a 10 años y consecuentemente en las tasas hipotecarias.
Quien será un actor clave en equilibrar los objetivos aparentemente contradictorios es el nominado nuevo secretario del tesoro, Scott Bessent. “Uno de los hombres más brillantes de Wall Street” y “respetado por todos”, según lo describe su próximo jefe, el presidente Trump. Bessent ha sido toda su vida un actor relevante en el mundo de los hedge funds macro, fondos sofisticados que toman posiciones relevantes en monedas, tasas e índices bursátiles. Trabajó con el mítico George Soros (némesis de muchos de los que apoyan a Trump por sus posiciones políticas), convirtiéndose en el gerente de inversiones de su fondo. Junto a Soros hizo saltar a la libra esterlina por los aires a comienzos de los noventa, cuando Bessent analizó correctamente desde Londres las debilidades macroeconómicas de la economía inglesa.
Entre otras cosas, Bessent constató que el grueso de las hipotecas inglesas era de tasa variable, lo que hacía inviable un período muy largo de tasas altas para defender la moneda, so pena de arruinar a los hogares. En ese “trade”, el Soros fund ganó varios miles de millones de dólares. En dicho fondo, Bessent conoció y se hizo amigo de otra leyenda financiera, el billonario Stanley Druckenmiller. Dicen que Bessent se la jugó temprano por Trump cuando se dio cuenta de que mientras más lo atacaban en las cortes, más subía su popularidad. Con su conocimiento de los mercados relacionó ese comportamiento con acciones ganadoras que suben incluso cuando hay malas noticias. Para ser nominado, tuvo que triunfar en una ardua lucha interna en contra de Howard Lutnick (apoyado por Musk), que finalmente fue nombrado secretario de comercio. Lutnick es otra luminaria de Wall Street y uno de los pocos sobrevivientes de la empresa Cantor Fitzgerald, que se encontraba en el piso setenta y tantos de una de las Torres Gemelas…
En una reciente entrevista, Bessent señaló que “se viene un reordenamiento económico global” y que quiere ser parte de él. Él es un gran estudioso de historia económica y generó miles de millones de dólares apostando en contra o a favor de monedas, tasas de interés, acciones. Bessent ha sido profesor de historia económica en su alma mater Yale (la misma universidad del vicepresidente JD Vance y de Vivek Ramaswamy). Sus tres cursos fueron sobre booms y caídas del siglo XX; historia, teoría y práctica de los hedge funds; y un curso sobre el pánico de 2007 a 2009.
En diferentes foros, Bessent ha señalado que empujará el 3+3+3. Apuntar a un crecimiento alto para Estados Unidos de 3%, con un déficit fiscal de 3% y 3 millones de barriles extra de producción petrolera en el país. Asimismo, ha señalado que pretende mantener las bajas de impuestos establecidas durante el primer mandato de Trump, algunas de las cuales vencen el 2025. Bessent ha dicho, asimismo, que para él los aranceles son una herramienta de negociación. “Los aranceles son una herramienta útil para lograr objetivos de política internacional, sea para obligar a aliados a gastar más en defensa, o para abrir mercados a las exportaciones norteamericanas, o para asegurar la cooperación para terminar la inmigración ilegal, o para prohibir el tráfico de fentanilo o prevenir una agresión militar”, señaló hace poco en Fox News.
Para maximizar el efecto de los aranceles, platea introducirlos gradualmente, cada escalón una nueva carta ganadora en una buena baraja de naipes, y así producir una creciente presión sobre aliados y adversarios para que cedan gradualmente. El objetivo final sería un acuerdo global económico, como aquel firmado por el presidente Reagan en los ochenta (acuerdo Plaza y Louvre que devaluaron al dólar frente el marco alemán y al yen) o incluso comparable a Bretton Woods.
Bessent jugaría así el rol del famoso secretario de estado de Ronald Reagan, James Baker, artífice del acuerdo Plaza. Este nuevo acuerdo global dividiría al mundo en tres grupos dependiendo de cuán cerca quieran cooperar con los objetivos norteamericanos. Esta visión de aranceles como medios de negociación se contrapone con la visión de otros asesores de Trump, como Lighthizer o el mismo Lutnick. Aún es temprano para saber quién triunfará. Un gran mediador probablemente será JD Vance (ver mi columna en Ex Ante: “hacia un mundo más proteccionista”).
Lo que está claro es que a Chile se le presenta uno de los mayores desafíos de política exterior de las últimas décadas. No es el momento para embajadores de pacotilla o política exterior identitaria. El futuro del comercio exterior y la calidad de vida de nuestro país está en juego. Chile tiene una buena baraja de naipes para jugar este póker. Tratados de libre comercio, una balanza comercial deficitaria con Estados Unidos, grandes inversionistas extranjeros provenientes de Norteamérica. Hay que saber jugarla. Para ello hay que creerse el cuento. (Ex Ante)
José Manuel Silva