Arte de ventrílocua

Arte de ventrílocua

Compartir

Cuando alguien convenció a la Presidenta Bachelet de que para exonerarse de reflexionar críticamente ante la ciudadanía -o lo que es casi lo mismo, ante la prensa que la ciudadanía lee, ve o escucha- debía reunir a los corresponsales extranjeros y dejarles ver sus reacciones, provistas de la sinceridad de quien hace una confidencia, confidencia que, sin embargo, sabe será revelada, le hizo un flaco favor a la Presidenta.

Porque lo que reveló la puesta en escena de esa conversación (puesta en escena no porque en ella se hayan vertido mentiras, sino porque la sinceridad cuidadosamente deliberada parece más mentira que verdad) son dos rasgos de su liderazgo que la Presidenta debiera revisar.

Uno de ellos es su actitud alérgica con la prensa, esa actitud huraña y distante con los medios nacionales. Es difícil explicar por qué la Presidenta no conversa con los medios y por qué en esta época de transparencia no se somete a la inevitable inquisición de los periodistas. Y es difícil porque la democracia reclama que el tamaño de la Presidencia sea compensado con la exposición a los medios.

El otro, que es quizá el reverso del anterior, es su convicción de que ella puede establecer un vínculo directo con la ciudadanía para el que no necesitaría de la mediación ni de la prensa masiva, ni de los partidos. La creencia de que las críticas son cosa de la élite y que si ella se relaciona directamente con el pueblo, la élite quedará sola y aislada.

Son dos errores obvios.

La alergia con los medios alimenta la desconfianza y casi legitima la sospecha. Y la creencia en el vínculo directo con la ciudadanía es lo que en América Latina desde hace bastante tiempo se conoce como populismo: la participación emocional de la gente sin la mediación más o menos racional de las instituciones.

Son dos errores que la Presidenta, o quienes la asesoran, no debieran dejar crecer. En la literatura los errores se castigan con la indiferencia de los lectores o la acidez de los críticos; pero cuando un político o una política incurre en ellos, la vida en común es la que resulta dañada.(El Mercurio)

Dejar una respuesta