Ausencia de autoridad

Ausencia de autoridad

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Cuando un niño se sube al techo de una escuela y se quema manipulando una bomba incendiaria de fabricación casera, cuando una ministra no quiere mirar a la cara a los(as) profesores(as) movilizados(as) y se niega a escuchar y dialogar, cuando un alcalde ofuscado decide amenazar con cerrar el liceo público con más de 200 años de historia si no se hace lo que él dice, mientras otro alcalde pretende que adultos cualesquiera tenga potestad para detener a jóvenes en las calles de su comuna, cuando un congresista de derecha enojado quiere acabar la discusión del proyecto de ley en el Congreso aludiendo un supuesto reglamento, una se pregunta con preocupación, qué está pasando con el desafío de ser autoridad en nuestro país.

Hay siempre una tensión muy grande, en quienes tienen posiciones de poder, entre forzar a las personas, para que éstas, aunque preferirían no hacerlo, terminen haciendo la voluntad de quien tiene esa posición de poder, debido a su simple posición o mediante la fuerza; o decidir ejercer autoridad, o el arte de conseguir que las personas hagan voluntariamente lo que quien está en una posición de poder quiere, debido a su influencia personal.

Está tensión es clara en la relación padres-hijos(as). Entre obligarlos, porque “soy tu padre/madre” (a la fuerza) o intentar convencerlos de que éstos(as) hagan, por voluntad propia, lo que los padres quisieran (siendo autoridades). Hay especialistas que creen que la presencia de autoridad parental se evalúa cuando los(as) hijos(as) ya tienen la autonomía de decidir qué hacer, no antes.

Ahora bien, esto se aplica al interior de cualquier institución humana y política. Especialmente en política, cuando creen que la política “es un medio de realizar la integración de todos los individuos en la comunidad y de crear la ciudad perfecta de la que hablaba Aristóteles” (Duverger, 1970). En este caso, el desafío es siempre convencer, ya que es obviamente imposible realizar la integración en comunidad a la fuerza. Pero hay quienes creen que “la política es esencialmente una lucha, una contienda que permite asegurar a los individuos y a los grupos que detentan el poder su dominación sobre la sociedad”. En este caso, como quienes intentan mantener los privilegios ya los tienen, la tentación de obligar es mucho más grande.

El comportamiento de muchos jóvenes hoy nos está mostrando ausencia de autoridad parental en nuestro país, y cabe preguntarse qué hemos hecho como sociedad para fallar así. Sin embargo, el comportamiento de varios políticos de derecha que ostentan posiciones de poder, nos muestra también que clase de política es en la que creen, una para mantener los privilegios de la minoría y no una para crear comunidad, y la nula capacidad real que tienen de ser autoridades políticas, cuando todo se trata, no de forzar, sino de convencer.

 

Claudia Sanhueza/La Tercera

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