El Ejército de Chile, mediante un comunicado oficial, habló fuerte y claro. Habló como si durante un largo tiempo hubiese querido decir lo que ahora ha expresado, pero que la prudencia hubiese indicado callar… hasta esta triste situación. Una molestia grande, justificada y contenida, salió por fin a la luz. Y el Ejército habló, además, de modo análogo a como se había expresado el comandante en jefe de la Armada, meses atrás, a raíz de un atentado al monumento a los Héroes de Iquique, en la Plaza Sotomayor.
Las palabras que utiliza el Ejército para referirse a los incendiarios son duras: ‘cobardes desadaptados’, ‘acto indignante y repudiable’, ‘antichilenos’ que ‘en su ignorancia son incapaces de descubrir’ el aporte de Baquedano y sus hombres a Chile. Los juicios emitidos son de variadas naturalezas: primero, morales, porque se refieren a la cobardía y a la justa indignación y repudio que aquella genera; a continuación, sociales, porque hablan de desadaptación e ignorancia, y, finalmente, antropológicos, porque se refieren a la incapacidad de identificarse con el ser nacional y con su historia.
No hay una palabra de política, no se incurrió en ningún desliz de deliberación. La declaración es oportuna, enérgica y nos recuerda a todos que hay cosas con las que no se juega. No se juega con fuego contra los símbolos de la Patria.
¿Podía el Partido Comunista dejar pasar este comunicado del Ejército? Por supuesto que sí. La tradicional frialdad táctica del PC habría justificado un silencio acomodado a sus objetivos superiores, como ha sido su trayectoria en gran parte de la historia en Chile.
Pero esta vez reaccionaron, y lo hicieron a través del alcalde Jadue. Reaccionaron porque estos comunistas en tiempos de insurrección violenta son mucho más parecidos a los del 86, a los de la importación de las 40 toneladas de armas y explosivos por Carrizal Bajo, a los del atentado contra el Presidente Pinochet, que a los que miraban con espanto cómo el PS de Altamirano y el MIR conducían a la UP a un enfrentamiento con derrota segura en 1973.
Por eso, porque hoy tienen gran seguridad en el poder del fuego, en la eficacia política de la violencia, en la capacidad de utilizar fuerzas asistémicas en todo Chile, es que los comunistas permitieron que Jadue —cuando pensábamos que solo Hugo Gutiérrez era capaz de esas enormidades— lanzara su diatriba contra el Ejército.
Las declaraciones del alcalde —en realidad, sus agresiones verbales— al calificar de “antidemocrático y deliberante” al comunicado del Ejército, al sostener que las palabras militares estarían referidas a un ‘enemigo interno’, a que esa institución cometió ‘los peores crímenes de nuestra historia’, y su insistencia en que el “Presidente Sebastián Piñera debe pedir la renuncia del comandante en jefe”, revelan el estado de ánimo del PC.
¿Cuál es esa disposición interior?
No dejar espacio alguno para que la democracia y el orden puedan apoyarse en la fuerza legítima. El PC sabe que su presencia en la Convención Constituyente va a ser escasa, similar a la que hoy ostenta en la Cámara de Diputados. No es, por lo tanto, en las discusiones sobre un futuro texto constitucional donde los comunistas creen que puedan hacer valer su potencia. Nos lo han dicho claramente: su método no es el razonamiento, sino rodear la Convención.
Para esos efectos, para la neutralización de una fuerza legítima al servicio del derecho, el PC sabe que no basta con imprimir energía a la insurrección a través del fuego, sino que además debe intentar desprestigiar a quienes han sido siempre el último soporte de la Patria. Carabineros de Chile ha sido su primer objetivo; las Fuerzas Armadas son el siguiente. (El Mercurio)
Gonzalo Rojas