Boric: con los dos pies en la calle

Boric: con los dos pies en la calle

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Durante el segundo gobierno de Bachelet, Guillermo Teillier, como presidente del Partido Comunista, señaló con orgullo que ellos tenían “un pie en la calle y otro en La Moneda”. Era su manera de enfatizar que gobernaban y se movilizaban al mismo tiempo, cambiándose de sombrero según la conveniencia. Del mismo modo, al iniciarse el trabajo de la Convención Constitucional, llamaron a “rodearla” aparte de integrarla.

Esta semana Chile se enteró de que es el propio Presidente de la República quien ha decidido estar no con uno, sino con los dos pies en la calle, abandonando el rol que le cabe como jefe de Estado y de Gobierno. Lideró la marcha que el 10 de septiembre terminó con destrozos en La Moneda. Es decir, el propio Presidente participó en un acto que, en lenguaje comunista, terminó “rodeando” la sede de gobierno.

Y luego fue Boric quien criticó lo ocurrido en la marcha de Boric. Para desentenderse de la violencia, apelaron a que eran grupos “antisistémicos”. Sin embargo, cuando era diputado o candidato, endiosaba a quienes perpetraban hechos de violencia porque no se podía “criminalizar la protesta social” y los involucrados eran “víctimas de los abusadores de siempre”. Hoy, en vez de rendirles homenaje (como hicieron con la primera línea los días posteriores al estallido) debe hacer como que los condena. Mal que mal, esta vez, el poderoso es él.

La coalición de gobierno no se relaciona con la violencia de modo contradictorio, como algunos creen, sino táctico. No es que Boric y sus amigos hayan cambiado de opinión, sino que esta semana no les servía la violencia. Pero quizá la próxima sí.

Tampoco les convenía irse contra Carabineros. Boric reivindicó el “derecho” a ser solo él quien decide cuándo y cómo se puede atacarlos. El dictador Daniel Ortega, de Nicaragua, los calificó de “asesinos”, y Boric (en uno de aquellos momentos en que estaba con los pies en La Moneda y no en la calle) señaló que había instruido al canciller para que presentara una nota de protesta porque “la reputación de nuestras instituciones se defiende”. Sin embargo, como candidato a la Presidencia había señalado que la actuación de Carabineros era “criminal”. Es decir, Ortega pudo responder, para excusarse, que simplemente había replicado la opinión del Presidente de Chile

Validar la violencia como forma de acción política es seguir el libreto del oficialismo. Están dando una verdadera clase. Para ganar una elección o intentar derribar a un presidente democrático, la violencia se justifica. Cuando se llega al gobierno, la violencia se indulta (de algún modo había que devolverles la mano) y se les financia (con pensiones de gracia). También se les rinde homenaje: en la Convención se les agradecía a violentistas por haber generado este “momento constitucional”. Pero si el Presidente es el que está en la marcha, hay que llamarles “anárquicos” y no héroes. Y siempre hacer como que les importa: anunciar querellas con voz compungida. Pero nunca renunciar a la violencia ni mucho menos hacer un mea culpa por promoverla y validarla.

Hacia delante, el Gobierno intentará aprobar sus reformas, validar su posición en el proceso constituyente y deberá enfrentar elecciones municipales, parlamentarias y la próxima presidencial. Con un Presidente decidido a poner sus dos pies en la calle, puede que la violencia les vuelva a servir. Mal que mal, siempre han creído que la violencia es “la partera de la historia”. (El Mercurio)

Marcela Cubillos