Boric en la ONU: ¿se acabó la moda?-Jorge Ramírez

Boric en la ONU: ¿se acabó la moda?-Jorge Ramírez

Compartir

A veces le digo al Presidente: No sé si tienes noción del impacto que genera tu liderazgo en el exterior”. La frase grandilocuente, tan característica del ethos arrogante de esta administración, corresponde al mes de junio de 2022 y fue emitida por la entonces Canciller Antonia Urrejola. Sin embargo, la realidad se impone y a ratos es cruel. Urrejola ya no es Canciller y Boric ha dejado de ser un rockstar internacional. Su paso por la Asamblea General de Naciones Unidas devino en irrelevante, pasando de los flashes, aplausos y selfies al indiferente eco de un salón plenario prácticamente vacío al momento de su alocución presidencial.

Boric no sólo ha perdido popularidad en el ámbito local, con un indicador de desaprobación cercano al 65%, sino que también pierde rating internacional. En parte, porque uno de sus principales atributos, también se ha deprimido: la fuerza retórica.

Probablemente, dos de los discursos más importantes de este año eran el de los 50 años del Golpe de Estado y su intervención en Naciones Unidas. Ambos decepcionaron. Respecto del primero, la intervención del Primer Mandatario fue completamente opacada por el discurso de la senadora Isabel Allende quien logró ser mucho más profunda, reflexiva y conmovedora que Boric. Pero la vida siempre da segundas oportunidades y en menos de 10 días, el Presidente tuvo la posibilidad de enfrentar otro podio y micrófono relevante, el más importante a nivel internacional: la Asamblea General de Naciones Unidas.

Hace un año, Gabriel Boric llegaba a la ONU como una de las grandes novedades y atractivos de la cita. Se trataba del presidente más joven del orbe, oriundo literalmente del fin del mundo, de izquierda y con un halo de irreverencia. Un gran producto, desde la óptica del marketing político, aunque producto, a fin de cuentas, y con fecha de vencimiento.

Menos de un año duró la novedad, la magia y el encanto con Boric en la esfera internacional. Y es que más allá de la cáscara, el trasfondo de lo que puede ofrecer Boric en instancias como ésta es mínimo. La política exterior turquesa derivó tempranamente en una política exterior opaca y gris.

Para resaltar en la escena internacional, no basta con repetir lugares comunes y frases hechas del tipo “los problemas de la democracia se solucionan con más democracia” o decretar que “tenemos que dejar de quemar combustibles fósiles”; consignas y soluciones fáciles a problemas difíciles.

El Boric de hace un año, al menos mostraba más rebeldía. Pero esta vez, el Presidente trató con guante blanco a las dictaduras de Venezuela y Cuba, culpando a las sanciones y al bloqueo norteamericano, asumiendo a pie de letra el libreto de los socialismos del siglo XXI, de los que supuestamente él se distinguía. El arrojo de Boric sólo alcanzó en esta oportunidad, para condenar la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua.

Enseguida, a falta de fondo, como es habitual, el Presidente se refugia en los símbolos. Primero, el Presidente de Ucrania Volodímir Zelenski, una suerte de comodín político/comunicacional en el discreto periplo por Naciones Unidas, reunión que por razones obvias, no conducirá a nada.

En el sistema internacional las naciones grandes hacen lo que pueden, y las chicas, sufren lo que deben, como relató Tucídides en el diálogo de Melos de la Guerra del Peloponeso. El único Presidente de nuestra historia reciente que ha logrado jugar un rol relevante, “de chico a grande”, en la arena internacional fue Ricardo Lagos y su categórico “no” a George W. Bush a la invasión norteamericana a Irak en 2004 cuando conformamos el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Un decisión real, no un mero gesto performativo.

Luego, Boric se reunió con el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, el mismo que en reiteradas ocasiones apoyara al mismísimo Hugo Chávez, señalando que no se trataba de un líder populista sino de alguien que “lo único que dice es que la gente pobre debe beneficiarse de los recursos de su propio país (…) algo que está en la base de la democracia“.

Para finalmente, coronar la gira con la participación del Primer Mandatario en la inauguración de una placa en homenaje a Salvador Allende en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA), es decir, todo terminó igual a como comenzó. Boric y su eterno retorno a los 50 años.

Así las cosas, no parece fácil encontrar un aporte real al país de la gira del Presidente a las Naciones Unidas. Quizás, lo único que quedará sea su no modesta contribución a la quema de combustibles fósiles, porque claramente no llegó a Naciones Unidas en bote como Greta Thunberg.

Esperemos que en la segunda estación de la gira: China, el resultado sea más auspicioso. Quizás allá Boric aún no ha pasado de moda, o tal vez, nunca llegó la moda. (Ex Ante)

Jorge Ramírez