“Vísteme despacio que tengo prisa”, la frase se atribuye a Napoleón instruyendo a su ayudante en vísperas de una batalla importante. Quiere representar el valor de la paciencia, de la templanza, cuando se está ante decisiones importantes. Pareciera que esta máxima no se hubiera aplicado en La Moneda en el último tiempo, cuando el clima político que vive el país y las dudas sobre la evolución de la economía aconsejarían tomarla en cuenta.
Es cierto que la oposición al gobierno del Presidente Piñera ha sido inmisericorde, que estamos ante la oposición más obstruccionista desde la vuelta de la democracia en 1990, que esta semana los presidentes de comisiones de la Cámara y el Senado realizaron una verdadera “toma” del Congreso Nacional al negar el acceso a subsecretarios y jefes de servicio a explicar los proyectos del Ejecutivo. También que han puesto en la mira a la ministra Marcela Cubillos, utilizando torcidamente la acusación constitucional para dejar fuera de carrera a una posible senadora.
Pero ello no justifica que el gobierno haya exhibido una extraña mezcla de blandura en los principios, cuando anunció la rebaja de la jornada laboral máxima, y dureza en el lenguaje, en el emplazamiento al Partido Socialista; que pareciera ser justamente lo contrario a lo que aconseja una prudente conducción de la política.
La aprobación del proyecto de modernización tributaria en la Cámara de Diputados, un año después de ser presentado, le da oportunidad al gobierno de cambiar los vientos de la política y superar el desaliento de muchos partidarios y la incertidumbre en la economía. La acertada conducción de los ministros Larraín y Blumel logró, en un delicado equilibrio, mantener las bases conceptuales de la reforma y convencer a parte de la oposición de apoyar el proyecto a cambio de ciertas concesiones, y un reforzamiento de los beneficios que ya el proyecto contenía para las pequeñas y medianas empresas. La consigna burda de la izquierda de que ésta era una reforma para beneficiar a los superricos no fue oída por Fuad Chahin y los suyos, que prefirieron estudiar en serio el tema para concluir que había más de medio millón de emprendedores de ingresos medios e incluso modestos que eran beneficiados por la modernización tributaria. Los esclavos de la consigna fueron derrotados y ahora el gobierno debe lograr que el Senado apruebe el proyecto. Es un momento ideal para acompañar una recuperación de la economía.
Conocido el hecho que los años 2020 y 2021 son electorales, el gobierno debe actuar con prisa en la aprobación total de la reforma tributaria y la de pensiones. Pero ya hemos dicho que la prisa no es lo mismo que el atolondramiento.
Y como sugiere el título de esta columna, ante una jugada difícil, el jugador de billar experto debe pensar bien su jugada, mientras entiza el taco para lograr el tiro perfecto. (La Tercera)
Luis Larraín