Cambios o ¡llamen a la Melania!-Pilar Molina

Cambios o ¡llamen a la Melania!-Pilar Molina

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A comienzos de abril escribí una columna señalando que para asegurar la democracia y la gobernabilidad, “la madre del Cordero” era el sistema electoral (lee la columna aquí). Y que poco se apuntaba a la responsabilidad de este en la crisis política que culminó con la revuelta social y el pésimo resultado de la Convención Constitucional, en cuya elección se distorsionaron aún más los defectos del sistema proporcional vigente.

Solo recientemente hemos empezado a ver crudos análisis, admitiendo que la promesa de mayor representatividad terminó cambiando por ingobernabilidad la estabilidad que ofreció por 30 años el binominal. Ya hemos probado el sistema en dos elecciones parlamentarias (2017 y 2021), en dos gobiernos, y el resultado es patente: el Presidente no puede gobernar, menos cuando no tiene mayoría, y la atomización de partidos conduce a que no se aprueben los proyectos que requiere el país, al pirquineo de votos, a mociones cortoplacistas y que los partidos se desacrediten aún más de lo que estaban antes.

El asunto se hizo particularmente visible con la oleada de nuevas agrupaciones que dejó el tsunami del plebiscito que rechazó la propuesta constitucional y en la elección de la mesa de la Cámara, donde el Partido de la Gente, con 6 diputados electos y otros 3 adheridos, desconoció el acuerdo anterior de votar por la comunista Karol Cariola. Pero algunos de los suyos tampoco votaron por el candidato opositor, como había acordado la directiva, y le terminaron dando el triunfo al oficialismo después de una negociación donde aún ignoramos qué transaron los 4 votos que le dieron la mayoría a Vlado Mirosevic. Este diputado, a su vez, es un buen ejemplo de los nuevos tiempos: apoyó la elección de Piñera 1, a la siguiente se jugó por ME-O, prosiguió a fundador del Frente Amplio y ahora su partido forma parte del Socialismo Democrático que se sumó al gobierno.

Las mayorías oscilantes se mueven al ritmo de los 21 partidos que eligieron los diputados que están sentados en el Congreso, donde hay muchos más arrastrados que antes y con votaciones paupérrimas. Según el Servel, hay 15 agrupaciones ya constituidas y 6 en etapa de formación, pero podrían sumarse otras 9 más al trámite.

Actualmente suman 18 los partidos oficialistas, 9 de los cuales están constituidos y el resto en formación, varios de ellos porque no superaron el 5% mínimo de votación en la elección de diputados. En febrero pasado, el Servel declaró la disolución de 12 tiendas por ese motivo, las cuales, en vez de desaparecer, se fusionan, cambian de nombre y rebrotan, y sus diputados no pierden el escaño, como ocurre en otros lares para impedir la atomización del sistema. Entre las potenciales agrupaciones está la que constituirían los 170 militantes que se fugaron de Comunes el mes pasado, y la que anunció el alcalde Sharp. Aunque lo más probable es que el ex compañero de ruta del Presidente Boric le haga oposición a éste desde la ultra, ultra izquierda.

El centro, después del plebiscito y la debacle DC, se lo están peleando a la falange, que desvaría a esta altura. Hay dos conglomerados en formación: Amarillos, liderado por Cristián Warken, junto a los viudos de la Concertación, y uno diferente pero parecido, de la dupla ex DC Rincón-Walker. Falta un tercero, el que anunció el gobernador Claudio Orrego.

En la derecha la situación es un poco mejor. Ha sido la gran beneficiada con el nuevo sistema electoral que le dio la mitad del Senado. Los autores del cambio en 2015 nunca pensaron esto, e incluso pusieron más escaños que los que correspondía a la población en 9 distritos, porque la izquierda era fuerte en ellos. Pero al total de 4 partidos de Chile Vamos y republicanos, habrá que sumar otros 4  en formación o en vías de.  Y aleatoriamente, al Partido de la Gente que opera como bisagra.

Y esa cuenta suma 30. Sebastián Piñera ya supo de la imposibilidad de llegar a acuerdos con esta fragmentación. Nadie quiere pagar costos elevando la cotización para la vejez si pueden sólo subir la pensión básica y entregar la dádiva de retiros de los fondos previsionales que están pagando ahora con inflación los supuestos beneficiados. Gabriel Boric está comiendo de lo suyo también, con iniciativas similares para separar la reforma previsional del alza de la Pensión Garantizada Universal, con post natal de emergencia que se prorrogan indefinidamente (mientras no se aprueba la sala cuna universal) o la nula disposición de su coalición de Apruebo Dignidad a descongelar las tarifas del transporte.

Fracasó el experimento para asegurar que “en todos los territorios la minoría tenga también representación parlamentaria”, como señala el mensaje de la reforma electoral firmado por Bachelet y su ministro Peñailillo. Se dificultan los acuerdos y aumenta la desconfianza en parlamentarios más distantes, porque se redibujaron distritos mucho más grandes para poder elegir 8 diputados que no requieren construir mayorías con posiciones moderadas porque pueden ser electos con pocos votos de sus minorías o diversidades.

Todos saben cuál es el camino para desandar esta “peruanización” o “italianización” del sistema político que debilita a los partidos, los cuales hoy son incapaces de disciplinar a sus huestes. Estos son insustituibles en democracia, no así en la versión de partido único o de democracia directa con que le gusta gobernar a la izquierda. Opciones hay varias: se puede impedir que asuman los parlamentarios cuyas colectividades no superen el umbral mínimo de votación, establecer una votación mínima para los “arrastrados” o volver a un sistema de mayoría que incentive la búsqueda de acuerdos, dando gobernabilidad.

Pero no le pidan a los parlamentarios que hagan los cambios, obligando a parte de la treintena de partidos a suicidarse. Si el nuevo texto constitucional no incorpora correcciones en este sentido, habrá que “¡llamar a la Melania!”. (El Líbero)

Pilar Molina