¿Qué hacer? Bueno, denostar a Sebastián Piñera.
Y en eso están, la gran mayoría de ellos. Hugo Gutiérrez es solo el esbirro, hace su pega, la de siempre. Con impudicia. Para eso está entrenado. No cabe pedirle a él otra cosa.
Pero sí a los demás. A los que pretenden estar en la alta política. A los que dicen que ellos confrontan ideas y proyectos. A los que hablan de la política como una actividad noble destinada a servir a la gente.
Porque hay mucha pequeñez y falta de nobleza en las imputaciones que se están haciendo a Sebastián Piñera.
Veamos el caso de Exalmar. Una inversión en una empresa pesquera peruana. ¿Cuál es la imputación? Qué él habría hecho esta inversión que se habría visto favorecida por el posterior fallo de la Corte de La Haya, en desmedro de los intereses de Chile. ¿Qué cosas presupone la acusación? Primero, que él sabía de esta inversión; segundo, que sabía que la Corte de La Haya iba a fallar tres años después a favor del Perú; tercero, que él podía inducir a los agentes chilenos para que hicieran mal su trabajo y colaboraran al fallo favorable a Perú; cuarto, que la empresa peruana se vería favorecida por el fallo.
Revisemos esos supuestos. Sebastián Piñera ha declarado que no estaba enterado de esta inversión, que era manejada con un criterio de «portfolio» por los administradores de la empresa justamente para evitar conflictos de interés. La inversión era de menos de 0,5% del patrimonio del inversionista. Dicho en simple, los administradores hicieron 200 montoncitos de dinero para invertir en distintas partes, y uno de los montoncitos fue a Exalmar; segundo, imposible que Piñera pudiera conocer, tres años antes, el fallo de los jueces o pudiera influir en ellos; tercero, obviamente no podría convencer a los juristas que representaban a Chile (uno de ellos, subsecretario durante la Concertación) para que actuaran contra los intereses que defendían; cuarto, la empresa Exalmar no pesca en el sur del Perú y el valor de su acción es hoy 70% inferior a cuando se compró.
Si alguien sigue esta secuencia lógica, ¿puede continuar avalando estas informaciones o exigiendo explicaciones a Piñera? Lo que una persona correcta debiera hacer (y esto vale para políticos, y también para periodistas que se escandalizan con la posverdad que le atribuyen a los dichos de Trump), es desechar las acusaciones de Hugo Gutiérrez de plano, por absurdas e infundadas.
Veamos ahora lo de la Mina Dominga. La familia de Piñera invirtió en 2009 en una exploración minera y la vendió en 2010. ¿Cuál es el cargo acá? Que siendo Presidente, Piñera tomó la decisión de paralizar el proyecto eléctrico de Barrancones. Esta decisión habría «favorecido» la inversión en Dominga.
¿Por qué la habría favorecido? Nadie se da el trabajo de intentar siquiera una explicación.
Si uno pudiera establecer una relación, afirmaría lo contrario. Un proyecto eléctrico situado en la misma región (Coquimbo), pues esa es la única relación entre ambas inversiones, podría haber favorecido a una faena minera que es intensiva en energía por menores precios. Es decir, la actuación de Piñera paralizando Barrancones (que no comparto y critiqué en su momento) habría perjudicado y no favorecido a la Mina Dominga.
La acusación es, entonces, delirante.
¿Va a sentir vergüenza Hugo Gutiérrez al leer esta columna y verse sorprendido realizando una acusación tan burda?
No. No cabe esperarlo de él.
Pero sí cabría esperarlo de otros políticos. Aunque, como bien dijo Piñera, el temor a perder las pegas públicas es muy grande entre quienes, como decía mi padre, nunca le han trabajado un peso a nadie.