Capitalización vs. reparto: educación y pensiones

Capitalización vs. reparto: educación y pensiones

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El error de preferir reparto a capitalización en el tema de pensiones debiera ser bastante claro. Por supuesto ello es así si lo que se está pensando es en el bienestar de los jubilados en el futuro. Como veremos, lo es en especial en un país, como Chile, en que la población va a empezar a descender (a menos que haya un flujo migratorio muy importante).

Repasemos el argumento macro. El retorno de un sistema de capitalización es la tasa de interés y el retorno de un sistema de reparto es el crecimiento de los salarios (de la masa de salarios sujeta a impuestos, lo que a su vez depende de la tasa de crecimiento de los salarios —muy atada a la tasa de crecimiento de la economía— y de la tasa de crecimiento del empleo). En un sistema de reparto, la caída en la población será un factor que influirá en una caída del número de personas empleadas, pero también hay un efecto sobre la inversión. Los fondos destinados a reparto son fondos que no son ahorrados (los individuos forzosamente los tienen que ahorrar y quedan, entonces, disponibles para financiar la inversión, pero el Estado seguramente los gastará, y no habrá ahorro). Entonces, en el contexto de un país con población decreciente, la menor disponibilidad de ahorro nacional contribuirá a una menor inversión, y ambos factores repercutirán en una menor tasa de crecimiento. Menos población, menos ahorro, menos inversión, menos crecimiento. Estos son los efectos directos e indirectos de optar por reparto: perniciosos.

Un tema muy similar es lo que ha hundido a la educación en Chile. (Debo la inspiración para esta reflexión al nuevo libro de Pablo Ortúzar, “Sueños de Cartón”.)

En educación, durante Bachelet II se hizo una reforma en que la visión de los reformadores era que lo que importaba en educación era el reparto y no la capitalización. Me explico. La visión que predominaba era una en que era poco lo que se podía hacer “agregando valor” a los niños que estaban en el sistema (un escepticismo notable respecto a lo que pueden hacer las escuelas y/o los profesores): la vía de “capitalizarlos” (de agregarles capital humano) no servía. Y por lo tanto no era importante desmontar todo el esquema de incentivos virtuosos que tenía el marco regulatorio del sector, cosa que se hizo, y que hoy estamos lamentando.

Lo que servía era el efecto “pares”, y para ello era necesario mezclar a todos los niños. En cada aula tiene que haber igual representación de niños con alto capital social y bajo capital social. La idea es que el resultado de esa mezcla será un niño con capital social promedio. Les quitaremos a los niños ricos (los con mayor capital social) para darles a los niños pobres (con menor capital social). Es posible que en promedio estén peor educados, pero serán más iguales. Esto exactamente es lo que quiso decir el ministro Eyzaguirre cuando habló de “quitarles los patines” a los niños: tenía clarísimo lo que estaba haciendo.

Como siempre, el apuntar a estos tradeoffs (no importa que todos tengan algo menos de capital humano en promedio en tanto que sean más iguales) es peligroso, ya que el éxito depende de tener bien medidos los costos. Quizás, para algunos, una pequeña caída en el crecimiento puede ser aceptable para obtener mayor igualdad, pero no lo será una gran caída. ¿Qué pasa si la caída es mayor a la esperada, como claramente ocurrió? ¿Qué pasa si pensar que las escuelas están de más es un grave error? Bueno, en ese caso se derrumba el esquema, habiendo sido preferible seguir por el camino por el cual estaba transitando Chile.

Entonces, se propone reparto y no capitalización en pensiones, como se implementó reparto y no capitalización en educación. Todo en aras de la igualdad y “quitándoles los patines” a aquellos que los tenían, y renunciando a entregárselos al resto. No es sorprendente con visiones como estas que hoy Chile tenga una crisis de bajo crecimiento.

Porque claramente una vía alternativa a la inmigración es una población mucho mejor educada. Pero eso jamás se logrará en un esquema que fue construido sobre las bases de un escepticismo de la capacidad del sistema de generar capital humano y con el objetivo de sencillamente redistribuir el capital que los niños traen de los hogares, sin generar nuevo capital.

El optar por el reparto en ambos casos, educación y pensiones, es una forma no solo de sacarles los patines a aquellos de la sociedad que los tienen; también es una forma de renunciar a darle patines al resto de la sociedad: sencillamente quemamos los patines y creemos que con eso dimos un paso para mejor. Mayúsculo error. (El Mercurio)

Claudio Sapelli
Instituto de Economía PUC
FARO UDD