El proceso constituyente está en tierra derecha y va quedando claro que el discurso de cierta izquierda, en el sentido que su problema con la Constitución actual es su origen y no su contenido, es desmentido por los hechos. En Icare, el senador Juan Ignacio Latorre dijo textualmente: “pueden ganar el plebiscito de diciembre, pero esta Constitución, si es el texto tal cual se aprobó en comisiones, no le va a dar estabilidad a Chile”.
Imposible un resumen más claro de la posición del Frente Amplio y del PC. Les da lo mismo si la mayoría de los chilenos aprueba un texto; si a ellos no les gusta, seguirán desconociendo su legitimidad y alentando la inestabilidad. Así, ninguna democracia puede funcionar. Tampoco hay acuerdo posible, porque desconoce implícitamente la regla esencial de la democracia: dentro del respeto a los derechos fundamentales, prima el principio de las mayorías. Aquí un sector nos notifica que, si son minoría, no están dispuestos a aceptar una decisión que a ellos no les satisfaga.
Sorprende el discurso de los que, desde la derecha, reclaman porque consideran que el trabajo del Consejo estaría expresando una visión demasiado afín a sus ideas. Cada sector promueve lo que considera mejor para el país; la Constitución no contiene las reglas del ludo, buena parte de sus normas toman opciones y definen principios que determinan lo que se considera un orden social justo y de allí derivan las distintas posiciones políticas.
La Constitución de Estados Unidos, por citar la primera y probablemente la más importante del constitucionalismo propiamente tal, no es compatible, ni permitiría una sociedad moldeada por el comunismo o por el fascismo, por ejemplo. Por supuesto, una Constitución no puede ser un programa de gobierno, pero de esa afirmación no se desprende que las constituciones no disciernan entre cuestiones debatibles. La naturaleza y extensión de los derechos individuales es una materia disputada; el control jurisdiccional de la función legislativa, la forma en que se garantiza la independencia judicial, la relación entre el Congreso y el Presidente de la República, entre otras materias, están lejos de concitar unanimidad.
La única explicación razonable para haber elegido por voto popular un órgano constituyente es que en muchas materias no existe la solución universal, que es inevitable optar y, por ello, se pidió a la ciudadanía que elija a quienes, en su representación, tomarán esas opciones y decidirán cuáles serán las alternativas elegidas y cuáles las descartadas.
Nada de esto impide un texto que interprete a un electorado que puede ir, mayoritariamente, desde el PS hasta Republicano. La libertad de elegir en seguridad social, lo que no significa constitucionalizar las AFP ni las Isapres; la libertad de enseñanza; la primacía de la persona sobre el Estado; y otras materias cruzan, a nivel ciudadano, los sectores políticos. Esa es la amplitud que se debe alcanzar para que el proceso tenga éxito. (La Tercera)
Gonzalo Cordero