La capacidad de asombro de los chilenos parece no tener límite: asesinatos, corrupción, narcotráfico, crimen organizado, secuestros, incendios, saqueos, etc. Ahora, desde Venezuela secuestran a un asilado político. ¡Algo está muy mal en Chile! He escrito -por años- sobre la crisis ética (pandemética), la anomia en la sociedad, la Normosis que normaliza todos los males, la corrupción, el crimen organizado, el narcotráfico, la narco-política, la escandalosa y peligrosa crisis de la inteligencia en Chile, la intelectualidad secuestrada, el nihilismo y el hedonismo cultural que promueven los medios de comunicación, la sociedad idiota, entre muchos otros temas. He hecho todo lo posible por llamar la atención de autoridades y líderes, del ámbito público y privado, de los medios de comunicación, de la intelectualidad. Pero, no hay reacción, la mediocridad y la incompetencia están normalizadas, la banalidad y la indiferencia se han institucionalizado, incluso, la complicidad.
En mi última columna advertí que estamos Ad Portas de un desborde populista, la instalación de la narcopolítica, o incluso una Neo-dictadura. Esos peligros ¡Se asoman a la vuelta de la esquina! Agregue que: “Esto es, particularmente, peligroso, cuando Chile está amenazado”. Con la pregunta: ¿No le llaman la atención los incendios: el Metro, Iglesias, empresas, comercios, bienes públicos y privados? ¿Ahora, la Quinta Región, con centenares de muertos y desaparecidos? Señalé que lo trataría en otra columna.
Lo hago ahora, para señalar que Chile está bajo ataque. Lo viene estando desde hace una década, frente a la indiferencia de muchos y la cobardía de otros. El ataque proviene de una combinación entre crimen organizado, narcotráfico y narco-política, una forma de delincuencia organizada, transnacional, que no solo involucra organizaciones, sino que está en concomitancia con agentes de diferentes Estados y de organizaciones transnacionales, qué infiltradas, otorgan cobertura, apoyo y protección. Por esta vía, Chile se transforma en el paraíso del Crimen organizado. Expresiones tangibles de esto son el sistemático cuestionamiento y debilitamiento a la policía ¿Le parece casual? La bastardización de la justicia ¿Piensa que es azar? El que se haya traicionado el resguardo de nuestras fronteras, dejando pasar a miles de soldados del crimen ¿Fue mala suerte? Que los temas de derechos humanos terminen dañando la calidad de vida de la gente decente, instrumentalizados para proteger a violentistas. ¿Será casualidad? La impunidad de terroristas, saqueadores, traficantes y criminales, algunos incluso con pensiones ¿Lo considera fortuito?
Chile, por su emplazamiento, extensión de frontera y costas, múltiples espacios para tráfico aéreo, marítimo y terrestre, pasos fronterizos clandestinos, la anomia que le embarga, la debilidad de su inteligencia y de las policías, se transforma en un territorio estratégico para el crimen Organizado. A estas alturas debe tener un buen contingente de colaboradores reclutados, en el propio país, por la permisividad, tolerancia y lenidad instalada. Es tiempo de tomar iniciativa y utilizar a nuestro favor, la Convención de las Naciones Unidas, contra la Delincuencia Organizada Transnacional, suscrita por Chile, en diciembre de 2000. Se requiere voluntad política para abordar un problema transnacional con una reacción global. Si la delincuencia atraviesa las fronteras, lo mismo debe hacer la acción de la ley y justicia.
La llegada de este flagelo socava gravemente el funcionamiento de la institucionalidad y el imperio de la ley, en el país. Daña el progreso y los derechos de la persona humana, con asimetrías judiciales, armas cada vez más potentes y con mayor inhumanidad e incivilidad. La sociedad civil, responsable, despierta y coherente debe reaccionar apremiando la indulgencia política: ciudadanos, sindicatos, profesores y periodistas, intelectuales, pensadores, líderes espirituales y grupos relevantes de la sociedad, deben actuar con pertinencia y oportunidad. ¡Antes que sea demasiado tarde! Cada día estamos más cautivos del Crimen Organizado. Cada año perdido significará una década más (de dolor) antes de erradicar el flagelo del país. (Red NP)
Carlos Cantero
Geógrafo y Doctor en Sociología