La imagen del presidente de Renovación Nacional, Francisco Chahuán, llegando el lunes a La Moneda con una guitarra de regalo para el Presidente Gabriel Boric ayuda a entender, según un dirigente de Chile Vamos, el extraño momento por el que atraviesa hoy la derecha.
La actitud del senador -dice el mismo político- resume algunas de las causas que explican la desorientación que afecta al sector, como las diferentes posturas que existen para relacionarse con La Moneda, la disputa de protagonismos, la amenaza de sus exsocios republicanos y la promesa de ser una oposición colaborativa.
En efecto, esa tarde Chahuán usó la declaración de Boric -quien el día anterior había dicho en Canal 13 que se habían dado cuenta que “otra cosa es con guitarra”- para buscar una cuota de protagonismo en el contexto del inicio de los diálogos entre oficialismo y oposición por un acuerdo en seguridad. Y lo consiguió. De paso, el senador viñamarino aminoró el costo de su presencia en la reunión convocada por la ministra del Interior, Carolina Tohá, que su partido había puesto en duda hasta último momento.
“RN no está disponible para ir a sentarse para la foto”, dijo esa misma mañana el diputado y secretario general, Diego Schalper, marcando una diferencia con la postura de la UDI, Evópoli y el Partido Republicano, quienes habían confirmado su presencia sin poner ninguna condición.
El decano de la Escuela de Artes Liberales de la UAI, Francisco José Covarrubias, no ve fácil que los partidos de Chile Vamos puedan salir pronto de esta encrucijada en que hoy se encuentran. “Para la centroderecha es complejo encontrar el tono, porque la comparación con la oposición a Piñera es demasiado traumática, ya que gran parte de ella apostó incluso por su caída, y cualquier actitud colaborativa le abre la puerta al mundo de los republicanos”, advierte Covarrubias, quien suma dos agravantes más al actual escenario: “Se ven liderazgos muy débiles, lo que exacerba el problema. Todo lo anterior en un contexto dramático, que es la fragmentación y atomización de la representación, en medio de una multiplicidad de nuevos partidos”.
¿Qué tipo de oposición ser? La discusión la planteó el piñerismo tempranamente en Chile Vamos, incluso antes de la asunción de Boric, cuando varios ministros comenzaron a difundir la tesis de que debían ser una oposición “constructiva”, que marcara un contrapunto con la actitud “obstruccionista” que habían tenido el Frente Amplio y el Partido Comunista.
El planteamiento, que comenzó a tomar vuelo, apuntaba a no pagar con la misma moneda a las actuales autoridades, para que se dieran cuenta solas que gobernar no era tan fácil como creían y que “otra cosa era con guitarra”. Y que comenzaran a caer en constantes contradicciones, como justamente ha venido ocurriendo en estos meses.
Pero fue el amplio y sorpresivo triunfo del Rechazo el pasado 4 de septiembre el que desordenó al bloque opositor, vislumbrando que la aplaudida disciplina y coordinación mostradas durante la campaña del Rechazo tenía sus días contados.
Al día siguiente del plebiscito, Boric astutamente invitó a los partidos de derecha a La Moneda, con el objetivo de acordar la continuidad del proceso constituyente.
Las directiva de RN y Evópoli, además de varios parlamentarios de la coalición, incluidos de la UDI, consideraban que no había que ceder tan rápido ante el gobierno y en un principio rechazaron la invitación.
Pero finalmente el presidente de la UDI, Javier Macaya, logró imponer su posición, con ayuda del piñerismo, de concurrir a Palacio, bajo el argumento de que había que dar señales de cumplimiento de la palabra del sector respecto a una nueva Constitución.
“Me habría gustado que la actitud de nuestros dirigentes hubiese sido más acorde a la magnitud del resultado en el plebiscito, porque no es lo mismo ganar una elección con voto obligatorio con un 51%, que con más del 62%, como ocurrió”, comenta la expresidenta de la UDI Jacqueline van Rysselberghe, quien precisa que “posteriormente (Macaya) tuvo la capacidad de darse cuenta de que era necesario evaluar el escenario”.
Por esos días fue el propio Sebastián Piñera quien salió a remarcar la idea de que había que colaborar con el gobierno. “La oposición tiene dos formas de comportarse: ser firme y constructiva, como lo fue en la transición desde el gobierno militar a la democracia, en los años 90. O ser destructiva, como lo fue una parte de ella en nuestro gobierno. Nos hemos hecho el firme propósito con los partidos de Chile Vamos de que nuestra oposición no siga ese camino”, dijo el exmandatario en LT Domingo el 18 de septiembre.
Pero lejos de ordenarse y definir una estrategia nítida para relacionarse con el gobierno, las diferencias se han mantenido, incluso en la energía para echar andar un nuevo constituyente.
Un grupo, liderado por Macaya, sigue con la firme convicción de colaborar con Boric en un momento económico y social muy complejo en el país, dar garantías de gobernabilidad para el futuro y cumplir la promesa de enterrar la Constitución del 80.
El otro -representado por sectores más conservadores de la derecha- no se cansa de repetir que más del 60% de los chilenos dijo que quería mantener los pilares fundamentales del país que la izquierda buscaba borrar de un plumazo. Y que la oposición nunca hizo sentir al gobierno la magnitud de la derrota sufrida, como al revés sí hubiese ocurrido. Esta sensación aumentó la semana antepasada, cuando el exvocero del Apruebo Vlado Mirosevic fue elegido presidente de la Cámara de Diputados.
Roberto Méndez, profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Católica, dice que tras el plebiscito, tanto al gobierno como a la oposición les ha costado encontrar el tono. Pero para la derecha -agrega el analista-la reorganización ha sido “mucho más lenta y mala”. Ello, a pesar de ser los grandes triunfadores.
“El gobierno se sobrepuso a la derrota a través del triángulo Tohá-(Ana Lya) Uriarte- (Mario) Marcel y con una nueva agenda (reforma de pensiones, seguridad y Araucanía, entre otros temas). La oposición, en cambio, perdió completamente el control de la agenda y no está proponiendo sus propios temas. También se aprecia absolutamente disgregada, con conflictos internos y sin organización”, afirma el experto en opinión pública, quien no vislumbra soluciones en el sector en un corto plazo.
Igual de pesimista es el senador de RN Manuel José Ossandón, quien advierte otra dificultad que, a su juicio, está impidiendo la coordinación de los senadores de oposición, una de las grandes fortalezas con la que cuenta la oposición.
“Entre los senadores de RN existe una desconfianza muy profunda con nuestros socios que se remonta al 11 de marzo, cuando la UDI y Evópoli se pusieron de acuerdo con el resto de la izquierda, a espaldas de ellos, para instalar a Álvaro Elizalde como presidente del Senado”.
Ossandón cuenta que ese malestar se “congeló” durante la campaña del plebiscito, por un objetivo mayor, que era rechazar una “mala” propuesta constitucional. Pero que tras el plebiscito las suspicacias reflotaron con mayor fuerza. “Hay un jarro quebrado, que lamentablemente debilita el actuar de Chile Vamos en el Senado”, sentencia.
La oposición más radical y alineada de la bancada republicana se ha convertido en un zumbido constante en los oídos de Chile Vamos y un factor a considerar al momento de tomar definiciones importantes.
A ello se agrega que en las últimas semanas el líder del partido, José Antonio Kast, ha endurecido sus críticas al gobierno, siempre a través de Twitter.
El martes, pese a estar en Barcelona (donde se reunió con los dirigentes de Vox, la colectividad española ubicada a la derecha del Partido Popular), Kast cuestionó duramente la presencia de los ministros Giorgio Jackson (Desarrollo Social) y Antonia Orellana (Mujer) en un segmento de comida del Buenos Días a Todos en Televisión Nacional.
“En medio de la peor crisis de seguridad y económica de nuestra historia, con una región en estado de excepción y a 24 horas del degollamiento de una mujer en Pozo Almonte, dos ministros haciendo sushi en un matinal. Sin vergüenza”, puso en su Twitter.
“Los políticos, no la gente, son los que quieren una nueva Convención. El proceso ya fracasó, no insistan”, publicó al día siguiente desde Bruselas -donde continuó su gira-, buscando interpretar a los chilenos que, según las últimas encuestas, la nueva Constitución dejó de ser una prioridad.
El presidente interino de Republicanos, Arturo Squella, dice que “la bancada republicana se ha ganado el respeto de sus pares, en base a la consistencia con que enfrenta su rol legislativo y de fiscalización. Se sabe que cuando fijamos una posición frente al gobierno es en serio y no para la galería”.
Y para sostener su argumento, cita un Twitter publicado el jueves por el senador comunista Daniel Núñez, en medio del debate presupuestario: “Diputados de la UDI y RN incumplieron el protocolo de acuerdo al rechazar partidas y bailaron al ritmo que les impusieron los republicanos”.
El analista política Aldo Cassinelli dice que el problema está más que claro en la centroderecha, pero no por ello, igual de fácil de resolver. “Republicanos es hoy un partido de oposición a secas, sin medias tintas. RN, la UDI y Evópoli están atrapados en esta dualidad, entre ser una oposición responsable que cuide nuestro sistema democrático, y quienes dicen ‘porque yo voy a hacer lo que ellos no fueron capaces de hacer cuando éramos gobierno’”, explica el expresidente del Instituto Libertad, ligado a RN.
Al otro lado de la vereda, la flamante presidenta de Evópoli, Gloria Hutt, dice que defenderá una oposición “constructiva y colaborativa”, las mismas palabras utilizadas por la ministra Ana Lya Uriarte (Presidencia) para elogiar el comportamiento de la oposición, el domingo pasado, en una entrevista en este diario y que para algunos dirigentes de oposición fue como “un abrazo del oso”.
“Sufrimos en carne propia la dureza de una oposición muy agresiva que rechazaba en bloque las iniciativas de nuestro gobierno, impidiéndonos avanzar en muchos temas. Esta actitud es muy dañina para el sistema político, para el país y para las personas, y nuestro espíritu de trabajo está lejos de replicar algo semejante “, señala la exministra de Transportes.
Para su excompañero en el último gabinete de Piñera, Jaime Bellolio, la búsqueda del tono también debe estar lejos del utilizado por la anterior oposición que, recuerda, acusó constitucionalmente a nueve ministros y dos veces a Piñera, y votó en contra de la mayoría de las leyes de seguridad.
“Si debe instar con mayor fuerza al gobierno para que las urgencias de la vida cotidiana de las personas no se queden en discursos y palabras, sino que se materialicen en acciones concretas”, propone. (La Tercera)