En la primera vuelta presidencial de 2021, los candidatos situados a la izquierda (Boric, Provoste, ME-O y Artés) sumaron 46,5% de los votos, mientras los posicionados a la derecha acumularon 53,5% de la votación. Además, fue José Antonio Kast quien arribó primero, aventajando a Gabriel Boric por 146.755 votos, 2,1 puntos porcentuales.
A pesar de esa doble ventaja inicial, el candidato de izquierda derrotó ampliamente al del partido Republicano 55,9% vs 44,1%, por 11,9 puntos porcentuales y 970.569 sufragios de ventaja. Votaron válidamente 1.336.146 personas más que en la primera vuelta, sumando 8.271.893, récord absoluto de masividad en una elección presidencial, considerando que previamente sólo se había superado la barrera de los 7 millones en la segunda vuelta Lagos-Lavín de enero 2000 (7.178.727).
Las condiciones de la próxima elección presidencial son, por cierto, muy distintas a las de 2021. Ahora es la derecha la que representa el cambio y la alternancia, mientras que Gabriel Boric era el cuarto candidato de oposición consecutivo en ganar la elección presidencial, luego de Piñera I, Bachelet II y Piñera II.
Si los 8,2 millones de votos válidos fue de una masividad inédita, estas presidenciales están precedidas de la participación válida de casi 12,7 millones de personas en el plebiscito de septiembre 2022 y 12,3 en el de diciembre 2023, e incluso 11,7 millones en la última elección de alcaldes, por lo que se puede prever que más de un tercio de los votantes de noviembre próximo no tomó partido hace 4 años entre Boric y Kast.
Todos los estudios de opinión concluyen que las personas que participan movidos por la obligatoriedad del voto no se comportan electoralmente del mismo modo que los votantes habituales, tendiendo más a favorecer el rechazo al establishment y el cambio.
Si a lo anterior, sumamos el hecho que el presidente Boric y su gobierno tienen, en todas los estudios de opinión, el doble de rechazo que de aprobación, es evidente que la derecha es favorita indiscutida para ganar la próxima elección presidencial.
Pero una cosa es el contexto para las distintas opciones en disputa y otra muy relevante la gestión política y las decisiones estratégicas que toman los distintos actores en la campaña.
El primer factor a considerar es la unidad de ambos campos y aquí el oficialismo ha demostrado hasta ahora una significativa mayor capacidad que la oposición de enfrentar unido las contiendas electorales, a pesar de que la diversidad en ambos sectores es por lo menos equivalente.
La oposición se encamina resueltamente a presentarse en 4 o más candidaturas en la papeleta de primera vuelta. La de Chile Vamos, la de Republicanos, muy probablemente la de Nacionalistas Libertarios, quizás también una de Socialcristianos y seguramente la del Partido de la Gente, y está por verse aún si también la de Demócratas, si no se suma otra adicional de Amarillos.
Si la derecha sumó 53,5% en 2021, esta vez sus candidaturas superarán con largueza el 60% de los votos, pero distribuidos en muchas candidaturas en una campaña durísima de diferenciación y competencia en primera vuelta.
El gobierno, vaticino, logrará que todos sus partidos, e incluso la Democracia Cristiana, participen en una primaria amplia con competencia e incertidumbre suficiente para lograr masiva participación, de la que la candidatura ganadora saldrá habiendo reforzado considerablemente su opción.
Resta a saber la capacidad de quienes están a la izquierda del gobierno, críticos de su mutación política, para levantar una candidatura que en primera vuelta represente a esa franja de descontentos que puede ir desde el 1% de Artés al 5 a 7% si tiene una candidatura de mayor envergadura.
Jadue era el candidato para ese rol, pero decidió mantener su militancia en el PC y está impedido de ser el candidato de la izquierda extragubernamental. Tampoco sabemos si ME-O participará en la primaria del oficialismo o intentará su quinta aventura presidencial. Su presencia o ausencia es un factor incidente en el resultado de la candidatura oficialista en la primera vuelta.
El segundo factor incidente es la manera en que Chile Vamos resuelve su candidatura presidencial, si simplemente proclaman a Evelyn Matthei como su candidata presidencial o aprovechan la existencia de primarias legales para legitimar su candidatura y evitar que continúe el desgaste propio de quienes permanecen demasiado tiempo en la pole position sin espacio ni oportunidad para desplegarse manteniendo el vigor de su candidatura.
Hasta ahora los partidos de Chile Vamos y su candidata han enarbolado su invitación a primarias amplias de toda la derecha, más para intentar que Kast y Kaiser paguen el costo de la división opositora que por convicción y disposición real a hacerlas. Ello, para alejar la idea de la única primaria posible para Matthei, que es aquella con Rincón y Carter, y eventualmente otra candidatura de Amarillos. Por razones que no alcanzo a comprender, todo indica que Chile Vamos está inclinado a dejarle todo el espacio y tiempo de las Primarias legales a la decisión del oficialismo.
La disposición a participar en primarias es inéditamente alta, nos dicen las encuestas. Cadem la semana pasada entregaba cifras de 38% de encuestados dispuestos a participar en una primaria opositora y 25% en una oficialista. De desistir Chile Vamos, le asegura a la candidatura de centroizquierda el tiempo, es espacio y la oportunidad casi excluyente de desarrollar una campaña en el marco de la legalidad del proceso de primarias, concitando buena parte de la atención pública durante dos meses previos a la recta final, que bien utilizados pueden resultar determinantes.
Particularmente porque, lo dicen casi todas las encuestas, la candidatura de Chile Vamos parece estancada desde fines de 2024 y, en algunos sondeos incluso en franco retroceso. La irrupción de Kaiser no ha afectado mayormente la adhesión a Kast, sino más bien la de la abanderada de Chile Vamos.
La primaria, que tanto Kaiser como Kast mirarían desde la vereda, constituye una oportunidad única de recuperar el vigor de la candidatura de Matthei, sometiéndose a una competencia electoral masiva, debates, despliegue territorial en un contexto de atención pública por la primaria, medición de fuerza con las candidaturas oficialistas, preparación de sus equipos, puesta a prueba de sus propuestas, en fin, las primarias constituyen una suerte de ensayo general de la elección. Y si a lo anterior se suma que, de no permitirle participar en primarias, el ex alcalde Carter irá a engrosar las filas de la candidatura de Kast y muy probablemente Ximena Rincón llegue a primera vuelta, la decisión de Chile Vamos no hacer primarias me resulta inexplicable.
Sé que se argumenta que un adversario como Carter en la campaña de primarias podría debilitar a Matthei. Habría que preguntarse si debilitó o reforzó la candidatura presidencial del entonces expresidente Piñera la competencia de Primarias en 2017 con el más enconado adversario imaginable, que fue el senador Ossandón.
La excesiva dispersión opositora y las decisiones de Chile Vamos podrían perfectamente generar condiciones para que el oficialismo contraríe la constante histórica de las últimas 4 elecciones presidenciales, es decir, que en segunda vuelta gana la oposición, cualquiera sea su género, su generación o su sector político. Porque en un escenario desfavorable, hay una rendija entreabierta: que surja de la primaria oficialista una candidatura nítidamente de centroizquierda y confronte en segunda vuelta a una candidatura del extremo derecho del arco político.
Demostración de que nadie ha clavado la rueda de la fortuna y tampoco la del infortunio. El escenario presidencial no está consolidado. Hasta hace poco hablábamos de la posibilidad de una segunda vuelta germano-alemana, al estilo de lo que ocurrió en Francia 2002, entre Chirac y Le Pen. Ahora asoma la posibilidad de que tengamos más bien algo parecido a la segunda vuelta francesa entre Macron y Marine Le Pen en 2022.
Lo que ocurra dependerá en buena medida de las decisiones políticas de los próximos días. (Ex Ante)
Pepe Auth