EL ANUNCIO del senador Manuel José Ossandón de renunciar a su partido y materializar por fuera su pretensión de ser candidato presidencial, podría modificar de manera dramática el escenario electoral para la derecha. El otrora emblemático alcalde de Puente Alto esgrimió que Renovación Nacional no daba las garantías para realizar un proceso que culminara con la designación de un candidato distinto a Sebastián Piñera. Más allá de la sinceridad de tal argumento, lo cierto es que su decisión no pudo haber sorprendido a nadie, en lo que para muchos no es más que una profecía autocumplida.
¿Cuál es la racionalidad tras este movimiento? Lo primero, bastante predecible, tiene que ver con el deterioro generalizado de nuestra institucionalidad política y el cada vez menor peso que ostenta el sistema de partidos. Contrario a lo que pudo haberse evaluado hace algunos años, hoy no representa mayor costo el competir por fuera, en la medida que ciertas fuerzas políticas, lejos de ser una plataforma indispensable o al menos interesante, se han transformado en un lastre. No hay un mayor riesgo para quienes ya han construido un patrimonio político en torno a su figura, en distanciarse de aquellos partidos o coaliciones que los vieron nacer y consolidarse.
Lo segundo apunta a la propia experiencia de Ossandón, cuya elección como senador le mostró que su liderazgo resultaba atractivo para ciertos sectores más moderados -de centro, diría el fetiche en uso- lo que de hecho contribuyó a la última derrota de una figura emblemática como Soledad Alvear. Pareciendo que Andrés Velasco ha decidido abandonar por el momento la carrera presidencial, y siendo muy probable que más temprano que tarde Lily Pérez vuelva al redil y termine engrosando las filas detrás de la candidatura de Piñera, se generará un vacío en ese segmento que el hoy díscolo de la derecha pretenderá llenar.
Tercero, Ossandón ha salido indemne de cualquier acusación sobre posible financiamiento ilegal de la política y, a la fecha, no hay indicios de alguna conducta que pudiera merecer el reproche que se hace a una gran mayoría de la clase dirigente.No es el caso, por cierto, de su más enconado adversario -el expresidente Piñera-, quien a partir de ahora se verá expuesto a una crítica y denuncia descarnadas, sin miramientos o contemplaciones, en ese y otros ámbitos, por quien siente que no tiene nada que perder. En efecto, que Piñera haya podido sortear las investigaciones de la prensa o la acción de la justicia, parecerá un logro menor frente a lo que puede venírsele por delante.
Es evidente que las reales posibilidades de Ossandón pasan por tumbar a Piñera en su intento por reelegirse. Lo sorprendente, al menos para quienes miramos desde la vereda del frente, es que el recién autoproclamado candidato presidencial de la derecha pareciera incluso preferir hundir las posibilidades que hoy tiene su sector de acceder a La Moneda, antes que ver a Piñera repitiéndose el plato.
La Tercera/Agencias