Cohen sicoanaliza a Bachelet

Cohen sicoanaliza a Bachelet

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«Estamos viviendo un drama shakesperiano”, dice el reconocido psiquiatra León Cohen al analizar la trama que se ha desencadenado a raíz de los casos Penta, Soquimich y Caval. Y aunque cada cual tiene una arista distinta, hay un hilo conductor: lo que hay detrás de cada uno de los personajes, qué los mueve, qué emociones subterráneas atraviesan a los protagonistas. Y es por esas aguas que León Cohen nada. El se apresura a decir que sus opiniones son las de un ciudadano informado, con opinión e interesado en el destino de su país. Porque, claro, no es un analista político, pero sí un investigador de la mente.

Cohen es parte de esa generación que enarbola con orgullo el ser hijo de una clase media ilustrada. Salió del Instituto Nacional –compartía aula con Carlos Ominami– y luego entró a la Universidad de Chile, donde fue compañero en Medicina con Michelle Bachelet. Con pasión relata que, en verdad, lo más importante en su historial fue haber sido arquero de la “U” y de la selección chilena Sub-20, y muestra con orgullo la curvatura de sus dedos chuecos. Veamos, entonces, qué observa Cohen de este momento político.

Primero, habla de la importancia que han tenido los personajes secundarios en estas historias. Habla de Hugo Bravo, por ejemplo, que con sus declaraciones tiró del mantel y abrió el forado en Penta. “Son los personajes secundarios que se sentían parte de la familia del poder y que en algún momento empiezan a sentirse despreciados y comienzan a experimentar sentimientos de venganza. Y al hablar, arrastran a los demás y a sí mismos, como el piloto del avión de Germanwings”, afirma este psiquiatra.

Luego, el foco lo dirige hacia Michelle Bachelet. Y ahí es categórico también: “El daño provocado por el caso Caval es irreversible. Sin embargo, es una oportunidad para la imagen de la Presidenta. Ya no es más la madre acogedora con la que se identifican miles de mujeres. Ya no hay nada que perder. Ni ninguna ganancia política que cuidar para el futuro. No hay problema en ser seria, dura, asertiva y transparente, ser Presidenta, una líder política cuyas iniciativas transformadoras van a representar el inicio del término de la transición de verdad”, sostiene Cohen desde su consulta.

–¿Por qué da la impresión que Bachelet quedó entrampada entre su rol como Presidenta y como madre?

–Porque Bachelet nunca en su vida pensó en ser Presidenta, y ese dato marca la diferencia. Ella ha intentado hacer las cosas bien, con honestidad, pero la situación a la que la arrastraron su hijo y su nuera la empujaron a un violento conflicto interior.

–¿Para un político que siempre quiso ser Presidente habría sido más fácil dirimir entre la República y su hijo?

–Creo que sí. Si Michelle hubiese sido una dirigente política como Isabel Allende, que ha hecho su vida en torno a la política y que ahora quiere ser candidata presidencial, al día siguiente le habría dicho a su hijo: “Mira, lo siento mucho. Te vas a tener que ir por la puerta de atrás de La Moneda. Además, quiero que con tu mujer aclaren bien este tema. ¡Cómo es posible que no se hayan dado cuenta de que esto me iba a afectar!”. Pero eso no ocurrió.

–¿Por qué? ¿Qué dinámicas se observan aquí?

–Resulta difícil entender que la nuera de la Presidenta no haya medido el daño que su negocio podía significar para su suegra. Es tan evidente que ese tipo de negocios podía afectarla, que aquí hay dos posibilidades: o está hecho con malignidad, y sin ninguna consideración –porque era más importante la plata que podía ganar–, o esto fue hecho con una negligencia inconsciente y arrogante, propia de los actos estúpidos.

–¿Qué vendría siendo un “acto estúpido”?

–Hacer algo sin tomar en cuenta algunas cosas evidentes e impulsado por una ambición arrogante. En este caso, imagino, la ambición de una joven de Puente Alto por salir adelante, tener recursos y aprovechar las circunstancias. Porque este no es un asunto legal. Es moral. Cuando uno analiza actos de estupidez como fue lo del Cóndor Rojas en el Maracaná o lo que ha hecho Natalia Compagnon, uno puede imaginar ciertas hipótesis respecto de las dinámicas psicológicas que operan en estos casos.

–¿Por ejemplo…?

–En esta historia de Caval, pensando en los personajes y en la historia, no en las personas, uno puede hipotetizar que la desconsideración y la aparente ceguera de la “nuera”, puede reflejar aspectos más profundos y típicos de estos dramas como celos, envidias y resentimiento contra la “suegra”. Pero, como son actos inconscientes, no es algo que los actores de este drama puedan reconocer y menos prevenir. También hay otra pregunta que surge: ¿Cómo el personaje de la “suegra” no vio los riesgos que había en su propia familia? Esto es clásico.

–¿Era posible de prever?

–Estas cosas en las familias se descubren después. Ella como Presidenta tenía que tomar en cuenta, políticamente hablando, que podían surgir situaciones complicadas en su familia. Los ciudadanos que creemos en la honestidad de ella nos lamentamos de que haya ocurrido este descuido, el no percatarse de ese nivel de ambición. Porque si eres Presidenta o un empresario importante, tienes que ser doblemente cuidadoso con tu entorno. Ese mismo cuidado debieron haber tenido Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín con Hugo Bravo. No era astuto tratarlo mal, porque el señor Bravo sabía demasiado.

–Pero Natalia Compagnon pidió perdón a su suegra. ¿Eso no es una reparación?

–Es que ese perdón –salvo en lo formal– no tiene ningún sentido, porque el daño que ella le provocó a su suegra es realmente irreversible. Y porque, además, en este acto de desconsideración el hijo no le toma el peso a lo que ese negocio podía significar para su madre. Sin embargo, a veces se dan estas dinámicas familiares. De hecho, Délano y Lavín no tomaron en cuenta el daño que podían provocar a sus hijos al pedirles boletas. Aquí hemos sido testigos de una cantidad gigantesca de actos miserables.

–El hijo, Sebastián Dávalos, ha dicho que no sabía…

–Eso no es creíble. En Chile no es raro que las autoridades y el poder económico piensen que los ciudadanos somos estúpidos debido a nuestra tradicional sumisión e impotencia. Las declaraciones no son sinceras, no son directas. Hieren la inteligencia normal de todos nosotros.

–¿Hay varios actos fallidos en todas estas historias?

–¡Absolutamente! Si uno busca las dinámicas que hay detrás de la estupidez, están los celos, las rivalidades, las envidias, los resentimientos de la nuera hacia la suegra, del hijo hacia la madre y, a su vez, de la madre hacia la nuera y hacia el hijo. Es decir, todos vivimos en una red de la que no estamos conscientes, y que nos terminan pasando la boleta, que en este caso no es ideológicamente falsa. Pero, insisto, esto mismo está pasando en las familias de Délano, Lavín y de Julio Ponce Lerou… –El personaje de Ponce Lerou también tiene un rol interesante en esta trama, ¿no? Camina con una enigmática sonrisa de medio lado… –En realidad, él es uno de los personajes más interesantes de esta historia. Si uno, como ciudadano, se pregunta por qué sonríe, uno imagina que es porque está escuchando en su oído derecho la voz de su suegro (Augusto Pinochet) que le dice: “Muy bien yernito. Finalmente los fregamos a todos. Estos políticos siempre han sido unos miserables. Así que muy bien hecho. Los hiciste caer a todos en la trampa”.

–Suena medio maquiavélico…

–Es que lo es. El país está perplejo. ¿Cuánta gente que luchó contra la dictadura terminó pidiéndole plata a Ponce Lerou? Por eso, aquí el personaje central es Pinochet. En el fondo, la sonrisa del yerno es la sonrisa del dictador que nos dice a todos: “Señores, bastan unas monedas para que los políticos se vengan a arrodillar. No tienen moral. No tienen lealtad”. Porque, en realidad, aquí muchos le pedían plata al que consideraron antes un enemigo y así terminaron todos atrapados.

–Ponce Lerou vendría siendo el más diestro en esta galería de personajes…

–Hasta ahora, sí. Porque Délano y Lavín aparecen como los representantes de la aristocracia chilena latifundista. Para ellos era natural hacer lo que hicieron, sentirse impunes. Nadie los iba a tocar. Mientras que Ponce Lerou, un tipo de clase media, de buena pinta, aparece aquí como el tipo astuto que tiene al suegro encima igual como Pablo Longueira tenía a Jaime Guzmán cuando le susurraba en el oído. En este caso, el general le susurra de una manera estratégicamente perfecta.

LOS CAMBIOS DE BACHELET

–La Presidenta Bachelet tuvo un desplome sorprendente en las encuestas. Más allá de los datos políticos, ¿qué hay detrás de esa caída?

–Eso es porque en el imaginario colectivo, después de esta serie de inconsistencias y desprolijidades, la Bachelet de hace unos meses ya no constituye la autoridad. En su minuto, ella tuvo que desafiar el paradigma de la autoridad presidencial masculina. Trató de cambiarlo, pero no resistió un evento como este. Y ahora lo único que le queda es reconocer con valentía, hacer cambios simbólicamente potentes y empujar las reformas que prometió, pero ahora desde otra imagen presidencial.

–Y haber anunciado el cambio de gabinete en un programa de Don Francisco, ¿la fortalece o la debilita?

–Nuevamente la autoridad recae en una actitud que parece impulsiva, improvisada y fuera de tono. Ese no era un lugar para un anuncio tan esperado y trascendente. El “people meter” no puede guiar a La Moneda. Como ciudadano, habría esperado que un anuncio así hubiese sido formal, que excluyera al canciller, y dando aviso de una ceremonia de nombramiento de nuevo gabinete al día siguiente. ¿Quién diseñó todo esto? En todo caso, el cambio era tan esperado y necesario que pone en segundo plano lo anterior, pero no lo anula.

–¿Ves sola a Bachelet?

–Muy sola… Tanto es así que en el anuncio que hizo en Canal 13, se conmovió como tomada por un dolor muy personal que llegó a su vez a conmover al experimentado Don Francisco. Fue impresionante e inquietante.

–¿Y eso es irreparable o las sociedades fluctúan?

–Fluctúan, porque están vivas. El tema es: un personaje que está siendo crucificado de esa manera, ¿puede tornarse un héroe?

–¿Crucificado? ¿Bachelet está siendo crucificada?

–Va en un vía crucis. Finalmente, ese término, “crucificar”, puede significar que en esta vía dolorosa ella saque adelante las reformas y se genere un bien para el país, pero que, como Jesús, quizás tenga que entregar su vida en el proceso.

–¿Cómo así?

–…Su vida puede ser en términos metafóricos o concretos. Podrán decir que estoy exagerando, pero esas cosas ocurren. A veces el estrés, el dolor, la desconsideración, enferman y destruyen a las personas. Desde ya, ella misma ha declarado que su vida política después de su gobierno, no existirá.

–¿Bachelet es una víctima de las circunstancias?

–No, porque víctima es dejarla a ella en una situación aún peor. Es verla como una persona sin voluntad y no es así. Hoy, más que víctima, Bachelet es una persona que está herida. Por eso la imagen del vía crucis. Ella va caminando herida, con una cruz encima, pero con el propósito de sacar adelante su programa redentor. Ya cambió el sistema binominal; están en proceso de aprobación las reformas tributaria, laboral y educacional que van a significar turbulencia y cambio. Pero bueno, es el desafío para los padres de hijos adolescentes como es el Chile posdictadura: contener el odio de los hijos, tolerarlo y no vengarse frente a ese odio ni tratar de aligerarlo con la sobreprotección acogedora. Es la oportunidad para una nueva relación adulta entre autoridad y ciudadanía. Como ciudadanos también tenemos una enorme responsabilidad en estas transformaciones, lograr ser ciudadanos adultos en Chile

 

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