La coalición gobernante arrasa entre las mujeres jóvenes. Las encuestas indican que allí su popularidad es altísima y se estima que el Presidente Boric ganó el grupo, que además participó más en la última elección, por amplio margen. Con razón, entonces, su gabinete cuenta con ministras sub-40 de gran futuro político. En la oposición, claro, la historia es inversa. ¿Será esta brecha permanente? Depende.
El nublado pronóstico económico del país es un elemento que puede reposicionar, desde el mundo femenino, a la oposición. ¿Cómo así? Datos internacionales indican que las mujeres son, en general, más negativas respecto de la economía que los hombres (las razones dan para otra columna). Chile no es excepción. En el período 2000-2021, ante la pregunta ¿cómo calificaría Ud. la actual situación económica del país?, un 40% de las mujeres menores de 35 años encuestadas en las CEP respondieron “mal” o “muy mal”, un tercio más que los hombres. Y cuando las cosas andan de hecho mal, este mismo pesimismo puede alterar el respaldo femenino: con inflación o menor empleo, ellas castigan con fuerza a quienes consideran responsables (Chaney et al., 1998). Este es un riesgo para la actual administración.
Ahora bien, incluso una economía bajo el yugo de la estanflación no potenciaría a la oposición, sobre todo a la derecha, si su relato no se moderniza. Y en esto el liderazgo femenino puede hacer gran diferencia. Sin descuidar el crecimiento (clave diferenciadora), sabemos que el electorado demanda liderazgos que apuesten por calidad de vida, ambientes seguros y expresión individual (eso que Inglehart llamó los valores del posmaterialismo). Pues bien, fíjese que la evidencia indica que las líderes locales tienden a impulsar más dichas agendas que sus homólogos masculinos (Vanderleeuw et al., 2011). Aquí, claro, parte de la ventaja actual de la izquierda.
¿Cómo dar vuelta la cosa? Desde la misma derrota. En cualquier industria, shocks negativos remecen el statu quo de una organización. Es el caso, por ejemplo, de un partido que pierde ampliamente una elección. La presión gatilla innovación y facilita la aparición de nuevos liderazgos que de otro modo se hubiesen desperdiciado. Así, malos resultados electorales, como los del 2021, son una oportunidad para que las mujeres se abran espacio en la competitiva (y tradicionalmente machista) política (O’Brien, 2015).
La oposición aparece hoy imposibilitada de competir por el voto joven (en los Amarillos por Chile, ¿hay juventud?). Esto daña la democracia, pues sin adversarios competitivos, no hay moderación. Sin embargo, en la misma carencia del sector está la solución. Las opciones son dos: renovarse o relegarse. Si quiere competir, la oposición debe contar con más mujeres jóvenes y honestas (nefasto el caso de la exedil de Antofagasta) en posiciones de liderazgo. Sin ellas, no tiene posibilidad de enfrentar de igual a igual al rival. Como dijo Margaret Thatcher, en política, si quiere escuchar de una cosa, pregúntele a un hombre; si quiere la cosa hecha, hable con una mujer. Y en Chile, queda tanto por hacer. (El Mercurio)
Sergio Urzúa