La Presidenta Bachelet intentó esta semana dar un golpe de timón, buscando recuperar su deteriorada imagen y retomar un cierto control sobre la agenda nacional, que lleva demasiados meses al ritmo de los escándalos de casos como Penta, Caval y Soquimich. El escenario escogido fue la entrega de las conclusiones del consejo asesor para determinar una agenda de probidad y transparencia. Pero la Mandataria, en una estudiada cadena nacional, dejó ese tema casi en segundo plano, lanzando un anuncio inesperado: el inicio de un proceso destinado a elaborar una nueva Constitución.
Fue, sin duda, un as bajo la manga. Algo que descolocó a todos, incluso a sus partidarios y los mismos miembros de la llamada comisión Engel, que veían como su trabajo se disipaba ante el anuncio sobre la nueva Constitución. La apuesta de La Moneda es simple: intentan salir del tema de los escándalos del financiamiento político, que ya los toca a ellos mismos, y centrar la atención en otra cosa. Asimismo, buscaban posicionar a la Presidenta en un tema donde se siente cómoda -más que mal es parte de su programa- y dar una señal de liderazgo.
La cosa, sin embargo, no es tan simple. Porque si bien el debate constitucional tuvo alguna repercusión, en especial por la vaguedad del anuncio, la agenda noticiosa de la semana ha seguido dominada por los nuevos antecedentes que aparecen casi a diario en relación a los escándalos políticos. En ese sentido, el anuncio de Bachelet corre el peligro de no ser más que una cortina de humo frente a los verdaderos problemas que enfrenta el país.
Se ha dicho que Bachelet intenta, con sus palabras, reconectarse con la ciudadanía. Pues bien, no se entiende que ello sea así, teniendo en cuenta que la gente está preocupada de muchas cosas, siendo probablemente la menos importante la Constitución. Lo que quiere la ciudadanía es que se aclaren los hechos que están siendo investigados, que se sancione a los culpables, sean quienes sean. En otras palabras, el malestar no tiene que ver con nuestra carta fundamental.
Tiene que ver con otra cosa más fundamental: la probidad de nuestro sistema político y de sus actores. Lo contrario, es poner la carreta delante de los bueyes.
Visto de esta manera, Bachelet pierde la oportunidad de ganar liderazgo. Cuando pudo concentrarse en la agenda de probidad, que es lo que todos esperaban, prefirió apuntar hacia otro lado, desdibujando su mensaje y, lo que es peor, debilitando el trabajo del consejo asesor que ella misma convocó. El resultado está a la vista: la agenda no cambió. Porque, como dice el refrán, no se puede tapar el sol con un dedo.
Así las cosas, el ministro Peñailillo sigue dando más explicaciones por sus boletas que por las medidas políticas anunciadas, por mencionar un solo ejemplo. El caso Soquimich no se apagó un minuto y va de mal en peor. De seguro, muy pronto tendremos nuevas noticias de affaire Caval. Bueno, suma y sigue. Al final, queda claro que la realidad sólo se modifica cuando se enfrenta en forma directa. Lo demás es pura música.