Un líder, ¿nace o se hace? Difícil pregunta. Desde siempre, mérito y circunstancias se han entrelazado para “producir” personas que llevaron a naciones a alcanzar logros inimaginables. Chile enfrenta un momento complejo. ¿Existe el liderazgo para echarse el país al hombro? Si no lo divisa, ¿hay esperanzas de que surja?
En su último libro, “Liderazgo”, Henry Kissinger analiza seis personajes del siglo XX que cambiaron la historia: Adenauer, De Gaulle, Nixon, Sadat, Lee Kuan Yew y Thatcher. El entretenido texto no idealiza a nadie. Sí se centra en los rasgos y entornos que permitieron los respectivos ascensos.
Para esto, el exsecretario de Estado primero distingue entre dos tipos de liderazgos. El estadista, que implementa cambios entendiendo las restricciones, y el profético, que mira las cosas desde lo imperativo (con el riesgo de generar trastornos). A ambos los separa una línea delgada e incluso a veces se entrelazan. Sin embargo, de la lectura se desprende que el estadista tiene mejor trato en la historia.
Ahora, independientemente del tipo, dos rasgos caracterizarían a todo líder: carácter y coraje. No muy novedoso el punto, pero al preguntarse cómo se forjan, el texto se hace particularmente oportuno.
La democratización de la sociedad y la meritocracia en educación, argumenta Kissinger, fueron fenómenos que permitieron el surgimiento de la clase media en el siglo pasado. Esto es clave, pues, ninguno de sus seis seleccionados tuvo cuna acomodada. Así, no fue el dinero lo que les abrió las puertas en la política. Todo ocurrió gracias a su talento y esfuerzo temprano, premiados en sistemas de educación media y superior con estándares académicos objetivos y una formación amplia. Las humanidades se enseñaban en serio, no se inflaban las notas y el logro de un título se valoraba. La sana competencia por destacarse era aceptada (no demonizada), mientras que la frustración inicial frente a alguien más talentoso o esforzado daba paso a resiliencia y ganas. ¿El punto? El liderazgo nace del sudor, no de lágrimas.
El buenismo de tiempos de sosiego se incomoda con esa idea, pero justo ahí está la gracia: es fácil guiar cuando se gana, lo difícil es hacerlo cuando se fracasa. Por eso no cualquiera puede cambiar la historia. Los seleccionados se destacan en momentos de crisis, no de calma. Fue en ese cosmos desde donde nacieron los líderes destacados en el libro.
¿Podrían brotar hoy un joven De Gaulle o una Thatcher millennial? Estiro el elástico: ¿Aguirre Cerda, Allende o Lagos Escobar (todos exalumnos del Instituto Nacional, Q.E.P.D.)? Para Kissinger, cuatro son los “sesgos” actuales que lo dificultan: inmediatez, intensidad, polarización y comodidad. Es que con internet y redes sociales la política es más publicidad y frivolidad que debate de ideas. Eso, más una educación jibarizada y una cultura distanciada del mérito complican el florecimiento de talentos reales.
Pero el libro ofrece una clave: esa escasez no es permanente. Escenarios de crisis, de inflación y pobreza son caldo de cultivo. No importa si es octogenario o veinteañero, frente a la adversidad, el liderazgo de verdad emerge. El panorama es sombrío, veremos qué pasa. (El Mercurio)
Sergio Urzúa