Cristóbal Bellolio: “Bachelet aleja fantasma de dos derechas en el balotaje»

Cristóbal Bellolio: “Bachelet aleja fantasma de dos derechas en el balotaje»

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Cristóbal Bellolio, profesor de la Escuela de Gobierno de la UAI, lanza esta semana un nuevo libro, La Era del Pesimismo Democrático (Debate), donde revisa la salud de la democracia en el mundo, que ha pasado por vaivenes. “Chile bajó un poquito en los ránkings, como el de The Economist, lo que nos puso nuevamente en la punta de la Segunda División”, dice. Sobre el estallido, comenta: “A cinco años, algo de la bronca sigue ahí”.

-Perteneces a la generación que vio caer la Cortina de Hierro. ¿Eres pesimista sobre el estado de la democracia en el mundo?

-Lo que hago en el libro es contrastar el optimismo noventero con la mirada sombría que hay actualmente sobre el sistema liberal. Después de 30 años, hay un ambiente más lúgubre. Algunos sostienen que la democracia está en crisis, que está retrocediendo. Entonces, lo que hago es evaluar cuán justificado es este pesimismo. Mi conclusión final es que, en perspectiva, hay que seguir viendo el vaso medio lleno. Si bien en algunos lugares la libertad ha estado tensionada, la democracia ha demostrado tener resiliencia.

-En 1978 había tres democracias en América Latina: Venezuela, Costa Rica y Colombia. ¿Cómo ves el panorama actual con fenómenos como el de Maduro, Bukele?

-El problema es que si eres más leal al color de tu camiseta que a las reglas del juego significa que no eres un demócrata. Uno podría decir que de esa forma se generan procesos de polarización afectiva donde movilizas a los tuyos sobre la base del odio a los otros. Y eso puede cultivar malos perdedores, como Trump y Bolsonaro. Las democracias en las cuales se le niega validez al adversario son más frágiles, más vulnerables.

-En el caso de Milei, ¿piensas que este ataque frontal del presidente hacia la oposición (“los zurdos, la casta corrupta”) conlleva el riesgo de que la democracia en Argentina sea menos robusta?

-Es muy luego para saber si Milei va a entregar pacíficamente el poder en la próxima elección o se va a comportar como Bolsonaro o Trump, que cuestionaron la derrota y llamaron a rechazarla. Por otro lado, entiendo a la gente de derecha que dice: “Qué absurdo que estemos todos preocupados por el avance de la ultraderecha cuando en este barrio los recientes ataques a la democracia han venido más bien por la izquierda”. Tienen razón.

-Según The Economist, Chile bajó de “democracia plena” a “democracia defectuosa”.

-No me lo tomaría tan en serio. Chile es como un equipo ascensor: estuvimos al final de la tabla en las democracias plenas; ahora bajamos un poquito, lo que nos puso nuevamente en la punta de la Segunda División. Es paradójico porque se produce justo después de dos procesos constituyentes tremendamente participativos y democráticos. Es comprensible, por lo demás. que después de dos propuestas que terminaron en estruendosos fracasos, haya un poco de hastío colectivo.

-Dices en tu libro que es vergonzoso haber perdido dos procesos, ¿por qué?

-Es vergonzoso desde el punto de vista de que fue algo que nos propusimos y que no ha resultado de manera rotunda. Es decir, elegimos pésimo a los constituyentes. Desde ese punto de vista, yo digo que es un un bochorno. Fuimos uno de los pocos países en rechazar una propuesta constitucional en un plebiscito y ahora con la segunda batimos un récord que nadie va a poder superar en mucho tiempo.

-También tocas brevemente el tema del estallido social. ¿A cinco años de esa crisis tienes más claridad sobre lo que pasó?

-Hay gente que dice que todavía es muy temprano para hablar de la Revolución Francesa (risas). Pienso que algunos de mis colegas leyeron inmediatamente esa crisis como una asonada contra el capitalismo. Otros en la derecha simplemente lo vieron como un intento de sabotaje, digitado por poderes oscuros y altamente coordinados. Yo durante mucho tiempo preferí el desconcierto. Ahora creo que fue un momento populista más que un momento socialista.

-¿Qué te parece el diagnóstico de la derecha?

-Creo que se compra acríticamente la teoría de un estallido delictual. Porque, claro, eso es reconfortante. Pero es un error. Lo que acaba de ocurrir con los cortes de luz prolongados demuestra que hay una indignación que está latente en este minuto. A cinco años del estallido, algo de esa bronca sigue ahí.

-Pese al fracaso constitucional, ¿valoras la validez del proceso?

-Era una buena idea para salir de la crisis. Boric pidió un texto no partisano, pero no le hicieron caso. Uno tiende a ser catastrofista, pero cuando miremos este gobierno hacia el final, Boric va a entregar un país bastante robusto dado el contexto regional. No somos Noruega ni Dinamarca, por supuesto, pero al lado de nuestros vecinos no estamos tan mal.

-La última elección presidencial que se disputó entre Boric y Kast fue bastante polarizada. ¿Qué esperas de la próxima?

-Si la próxima llegara a ser de Matthei versus Bachelet significa de alguna manera que se revirtió ese proceso de polarización, pues volvemos a tener dos alternativas que encarnan a la centro derecha y la centro izquierda.

-Respecto de Michelle Bachelet, ¿es factible una tercera apuesta?

-Me parece que el despliegue que ella tiene pareciera decir una cosa, pero lo que sus palabras sugieren es otra. Hay una disonancia entre sus dichos y sus actos. Yo entiendo que el mundo oficialista quiere que vaya Bachelet, porque ella hoy es la única que puede rentabilizar electoralmente la lista parlamentaria del gobierno.

Bachelet evita o aleja el fantasma de dos derechas en segunda vuelta. Hay muchos que creen que si no es Bachelet, cualquier carta que levanten va a tener un escenario truculento como el de Francia cuando compitió Chirac con Le Pen. Y también muchos dicen que es mejor perder con Bachelet ahora, porque de esa manera nadie construye capital político que pueda amenazar al presidente Boric en la siguiente.

-¿Corre el riesgo de terminar en una derrota emblemática para Bachelet?

-Matthei tiene hoy todas las de ganar. Para Bachelet sería una triste forma de terminar su brillante carrera política. Pero entiendo que hay buenas razones en la interna para insistir con Bachelet. Lamentablemente es obvio que refleja el fracaso político de toda una generación. No haber sido capaces de producir nuevos liderazgos, descansando siempre en el capital de Bachelet, me parece que es negligencia política.

-¿Por qué?

-Las instituciones sobreviven cuando no descansan en el capital de una persona, sino cuando son capaces de trascender a las personas. El mundo de la izquierda en Chile no ha sido capaz, en ese sentido, de generar el recambio necesario para fortalecer a la propia institución presidencial. Eso habla muy mal de ese mundo. No va a haber recambio en la medida que los hechos de Bachelet sigan diciendo que va a ser candidata, a pesar de que su boca diga otra cosa. Esta es la revancha respecto al 2013, por eso tiene un contenido medio épico. Es como Rocky II. (Ex Ante)