¿Cuál será la sorpresa de estas elecciones?

¿Cuál será la sorpresa de estas elecciones?

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El canon del siglo XXI parece ser que cuando el pueblo acude a las urnas desmiente los pronósticos, sacude el panorama político y deja pasmadas a las elites. Así ocurrió con Donald Trump en Estados Unidos, con el Brexit y Theresa May en Gran Bretaña, con el referéndum de Matteo Renzi en Italia, por nombrar algunos desconciertos recientes. Es probable que, el próximo domingo, Chile no sea la excepción y los votantes ofrezcan más de una sorpresa.

Esta elección presidencial y parlamentaria es distinta a todas las vividas desde el retorno a la democracia. Tiene dos peculiaridades. La primera, se trata de una confrontación profundamente ideológica y, por tanto, no da lo mismo quién asuma la Presidencia y cuál será la composición del Parlamento. Quienes vayan a votar decidirán si prefieren la consolidación del camino de reformas –con acento en los derechos sociales– iniciado por Michelle Bachelet o una contrarreforma que refuerce la preponderancia del mercado y el empuje individual.

La segunda particularidad es el estreno de un sistema electoral con nuevos territorios para diputados y senadores, nuevos partidos y movimientos políticos y -quizás lo más relevante y menos comentado– un financiamiento más modesto y transparente de las campañas.

En este contexto, cuesta predecir cuáles serán las sorpresas. Pero algunos escenarios pueden dejarnos con la boca abierta.

La novedad del año ha sido sin duda José Antonio Kast. Con su desenfado para sacar del clóset al pinochetismo y proclamar sus convicciones conservadoras –algunas decimonónicas–, el candidato de la ultraderecha se convirtió en un agitador inquietante de esta elección. Asustó al comando de Chile Vamos, que desató una campaña en su contra destinada a promover el voto inmediato de la derecha a favor de Sebastián Piñera. Está por verse si esta ofensiva tendrá éxito, como ocurrió en las primarias, o si Kast tiene seguidores de verdad fieles y entusiastas. Lo cierto es que promete un resultado inesperado. Pero el asombro será distinto si llega al 6 por ciento que si bordea los 10 puntos. Acercarse a esta última cifra, no solo supondrá la consolidación de un nuevo movimiento de ultraderecha, dejando en la estacada a la UDI, sino que también pondrá en serios problemas a la candidatura de Sebastián Piñera.

El ex Presidente no debe dormir tranquilo por estos días. Nadie duda de que llegará primero en esta fase inicial de la competencia, pero el premio mayor se obtiene en la segunda vuelta del 17 de diciembre. No hay carrera corrida. Si Piñera se empina sobre el 46% puede respirar tranquilo (en 2009 logró un 44%). Pero su votación podría convertirse en noticia inesperada, para bien o para mal. Todo será algarabía si –a pesar de haber ocho candidatos– consigue un triunfo en primera vuelta. Por el contrario, sus preferencias también pueden mantenerse muy pegadas al 40% y, entonces, la falta de sueño se convertirá en pesadilla.

Quien se ha autoproclamado como la gran sorpresa es Marco Enríquez-Ominami. Con un histrionismo a toda prueba y un verbo despiadado para embestir a sus adversarios, ostenta una energía y un hambre de poder difíciles de igualar. Está por verse cuánto le pesará la mochila de SQM y el haber colaborado al triunfo de Sebastián Piñera en 2009, al negarle su respaldo a Eduardo Frei. Si llega tercero en la carrera del próximo domingo, será un éxito para él. Pero, si consiguiera el objetivo de pasar a segunda vuelta…, sería sin duda un notición de proporciones.  Pero muy pocos –más allá de su comando o su familia– se atreven a apostar por ello.

La mayor sorpresa podría saltar desde la centroizquierda. Después de jubilar a su gran líder –Ricardo Lagos–, optó por un candidato independiente que se negó hasta el final a comprometerse más allá de lo estrictamente necesario con los partidos que lo respaldan. La estrategia de Alejandro Guillier no ha variado ni un milímetro desde que su nombre surgió como posibilidad presidencial. Convencido de la crisis de la política, y también de la necesidad de dar gobernabilidad, aceptó el apoyo de los partidos pero se inscribió como independiente, elaboró su programa con un técnico de primer nivel y antiguo militante –Osvaldo Rosales–, pero se negó rotundamente a designar a un peso pesado como generalísimo. Se negó a entrar en la lógica de una campaña profesional, manteniéndose como afuerino. Los golpes recibidos fueron feroces, no solo los previstos desde la derecha sino, sobre todo, los que provienen de eventuales amigos o socios, tanto desde la DC como del Frente Amplio. Nadie dejó de golpearlo.

Sería un drama inesperado para la centroizquierda –y una señal de una crisis terminal para los actuales dirigentes– que el candidato se desfondara y dejara el paso a la segunda vuelta a Carolina Goic o Beatriz Sánchez. Pero el panorama será muy distinto si Alejandro Guillier está más cerca del 30 que del 20 por ciento, y si la diferencia de votos con Sebastián Piñera no supera con holgura los 15 puntos.

Si a lo anterior se suma una buena votación de la candidata de la DC, desmintiendo a las encuestas que la tienen estancada en lo más bajo de la tabla, la segunda vuelta estará totalmente abierta. Será una competencia de terror, en la que cualquier candidato puede ganar por nariz. O por goleada, dependiendo de cómo se reorganicen las fuerzas.

Cualquiera de estos escenarios dependerá del volumen de la participación.

Pero hay otra posibilidad. Quizás la más insólita de las sorpresas: que todo se desarrolle tal y como lo previeron las desprestigiadas encuestas. ¡Qué aburrido! (El Mostrador)

Patricia Politzer

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