«Es cuestión de horas», escribió en Instagram Maylin Legañoa, periodista cubana radicada en Miami, al reproducir un video de las protestas de este 17 de marzo (17M) en diferentes provincias de Cuba. «No sé si será ahora, pero será… El pueblo le está perdiendo el miedo a la calle», matizó en Facebook la también comunicadora Mónica Baró, desde Nueva York.
Por su parte, el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, aseguró en la red X (antiguo Twitter) que el contexto actual en la isla es aprovechado por «enemigos de la Revolución» con «fines desestabilizadores», mientras volvió a culpar al «bloqueo» estadounidense y prometió seguir «trabajando en paz para salir de esta situación».
A LA EMIGRACIÓN O A LAS CALLES
«La gente ya no aguanta más, no ve esperanza, no ve futuro, y lo ha dicho«, indica a DW el economista cubano Ricardo Torres, de la American University. Torres recuerda que, solo hacia EE. UU., en dos años, ha emigrado más de medio millón de los 11 millones de habitantes de la isla, «a veces por vías terribles, poniendo en riesgo sus vidas».
La pregunta es cómo se seguirá expresando ese descontento dentro de Cuba, hundida en una crisis mayor que la que desató las masivas protestas del 11J de 2021, dice Torres. El sistema económico cubano no puede proveer salidas claras e inmediatas a ninguna de las acuciantes crisis actuales, insiste.
Se siguieron construyendo «hoteles carísimos, que están vacíos», mientras urge la inversión a largo plazo para recuperar la agricultura y la producción de alimentos, la infraestructura de transporte, de comunicaciones, o el descapitalizado sistema eléctrico nacional. Y no hay recursos para abastecerse del combustible necesario, más allá de insuficientes acuerdos con Venezuela, México o Rusia, enumera.
Así que, pese a la represión o a las menguadas bases que aún apoyan al oficialismo, las manifestaciones populares «se van a repetir», prevé Hilda Landrove, profesora cubana del TEC de Monterrey.
URGE «CAMBIO DE MODELO, NO DE POLÍTICA ECONOMICA»
«Cuba requiere un cambio de modelo económico, no de política económica: migrar hacia una economía de mercado», sostiene el economista Torres. La única discusión que tendría sentido hoy, en su opinión, es sobre el rumbo de ese cambio: hacia un modelo «más social» o «más salvaje». Y, como sea, reconstruir el país será doloroso y largo, advierte el exinvestigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC).
Las ventajas: quizás, si se ofrece esperanza, los inversionistas extranjeros recuperarían confianza en el potencial de la isla, remontaría el turismo, EE. UU. aliviaría sanciones. El obstáculo: la economía cubana está «en un punto de colapso» y «no se recupera sola», considera Torres; necesitaría apoyo internacional de stakeholders o interesados responsables, junto a organizaciones financieras internacionales (BID, Banco Mundial, FMI), dice.
¿HACIA UN CAMBIO DEL SISTEMA POLÍTICO?
A la población que va quedando en Cuba -la más empobrecida, marginalizada y sin recursos para emigrar-, le urge resolver carencias económicas elementales, coincide la antropóloga política Landrove. Pero «cada vez es más claro que la gente sabe que no hay una solución económica dentro del régimen político actual», observa.
Exigen comida y corriente eléctrica, pero también «libertad», o «no más muela», lo que indica un cambio en la relación con el poder, diciendo: «ya no les creemos», «sabemos que nos están mintiendo». Mientras, el régimen no se atreve siquiera a liberalizar consecuentemente la economía, por temor a perder control político. Y no hay indicadores de fractura al interior de la élite, ni presión externa significativa fuera del «marco viciado» del embargo o bloqueo estadounidense, apunta Landrove.
Frente al ideal de transición económica y política radical al que muchos aspiran, «sistemas híbridos» como los de China y Vietnam dan cuenta de horizontes no descartables en la isla, advierte Torres. Y remite a otro escenario de cambio posible: una vuelta a la órbita de potencias como Rusia o China, en su antagonismo con EE. UU., país que «tampoco tiene la política más inteligente hacia Cuba, porque -indiscutiblemente- sus sanciones tienen un efecto y es muy fácil echarles la culpa a esas sanciones».
PROTESTA SOCIAL Y FUTUROS SOÑADOS
Sin exagerar su significado, Landrove nota un cambio en el discurso del Gobierno frente a las manifestaciones de este fin de semana: en lugar de llamar a la guerra civil con una «orden de combate», como la del 11J, intentaron reconocer y «normalizar» las protestas, resaltar que los funcionarios buscaron dialogar con los manifestantes o que la Policía «los cuidó».
Sin embargo, la respuesta en el terreno fue la misma: represión y cortes de internet, confirma a DW Giselle Morfi, jefa del equipo legal de Cubalex. Los manifestantes de este 17M «enfrentaron detenciones arbitrarias y violencia física», reporta la ONG de monitoreo, denuncia y asesoría jurídica ante violaciones de derechos humanos en Cuba, aunque no ofrece aún cifras concluyentes: «estamos recopilando, verificando y documentando la información».
De cara al futuro, la antropóloga política Landrove imagina un escenario de crecientes manifestaciones sociales, emergencia de liderazgos locales, articulaciones entre esos liderazgos y con el exterior, y aumento de la presión diplomática ante organismos internacionales.
Tome el rumbo que tome, el sistema tiene que cambiar para hallar respuestas al drama nacional, proyecta el economista Torres, «ojalá, de una manera pacífica, civilizada, con un acuerdo nacional, donde se privilegie el bienestar de todos los cubanos, especialmente de los que están en Cuba». (DW)