Olvido y omisión se impusieron en la IX Cumbre de las Américas, encabezada por el Presidente Biden. No es sorpresa la intrascendencia de estas reuniones. Hay excepciones. La Primera Cumbre de las Américas, presidida por Bill Clinton, planteó el libre comercio como eje de los lazos continentales. Los presidentes Aylwin y Frei acogieron la iniciativa y el Presidente Lagos la culminó suscribiendo el TLC con Estados Unidos. Otra excepción fue la Cumbre de Quebec, que originó la Carta Democrática Interamericana, invocada por Biden para no invitar a Cuba, Nicaragua y Venezuela. La exclusión provocó rechazo de aliados de Maduro, inasistencia del Presidente mexicano y la protesta plañidera de otros gobiernos de izquierda, incluido el chileno.
El desencuentro con Biden es opinable, aunque debe reconocerse coherencia y el derecho del anfitrión a invitar a quienes comparten valores democráticos.
Las cumbres dejan imágenes imborrables. De las iberoamericanas, solo queda el recuerdo de la intervención del rey Juan Carlos interpelando a Chávez, “por qué no te callas”.
Las cumbres son un examen para los presidentes. En comparación con casi todos los demás invitados, el Presidente Boric desplegaba juventud, inteligencia y la buena imagen de Chile en el exterior. Debió ser el rockstar, supernova. No así muchos de sus pares, amagados por la precariedad, como el saliente Presidente Duque, de Colombia; el debilitado Presidente Castillo, del Perú; el difícilmente reelegible Presidente brasileño; el complicado Presidente Alberto Fernández, asediado por su vicepresidenta; el nivel inferior del representante mexicano, suma y sigue de la falta de liderazgos.
Pero el estreno internacional del Presidente Boric se complicó. Se impuso la cercanía y solidaridad con supuestos mandatarios progresistas y la ideologizada agenda exterior de algunos asesores políticos, dentro y fuera de La Moneda. Debió haber seguido a profesionales de la diplomacia. Así lo intenta el Presidente peruano: hasta se sacó el sombrero, las formas importan.
Boric prefirió confiar en su círculo cercano. Días antes, anunció que se reuniría con el Presidente de Canadá, cargo inexistente. Luego vino su desafortunada omisión del ex secretario de Estado John Kerry, una de las figuras políticas mundialmente más conocidas de Estados Unidos. Por sobre todo, su mensaje moderador de las críticas de sus asesores a los tratados comerciales y la inversión extranjera quedó ensombrecido por su repetición sostenida, antes y durante la Cumbre, de su desacuerdo con el Departamento de Estado y Biden, por la exclusión de regímenes marxistas de la reunión. Bastaba con una vez. Énfasis coincidente con la propuesta constitucional de dar prioridad a las relaciones con el Caribe y Latinoamérica, omitiendo las oportunidades del resto del mundo. Muchas omisiones. (El Mercurio)
Hernán Felipe Errázuriz