De las reglas claras a las reglas ridículas-Patricio Navia

De las reglas claras a las reglas ridículas-Patricio Navia

Compartir

Aunque muchos creen que la lógica octubrista de legislar en caliente sin pensar en todas las externalidades negativas que pueden producir las reformas que parecen populares sólo porque la gente no conoce sus efectos secundarios, el papelón que ha hecho el Congreso en el trámite de la legislación para que la elección regional y municipal del domingo 27 octubre se realice en dos días muestra que el Congreso no ha aprendido la lección y sigue legislando de forma irresponsable, irreflexiva, intempestiva y desacertada. Porque una legislación mal hecha es igual que una casa mal construida, que se cae con el primer temblor o temporal, las consecuencias de las malas legislaciones que aprueba el Congreso se van a sentir más temprano que tarde. Peor aún, esas malas legislaciones nos seguirán empujando por el sendero que termina convirtiendo a los países poco serios en repúblicas bananeras.

La ridícula situación en la que se encuentra ahora la reforma que extiende la votación del 27 de octubre a dos días consecutivos es fácil de describir, pero es difícil entender por qué nadie frenó esto antes. El Congreso -después de la alta votación del plebiscito de salida del primer proceso constituyente en septiembre de 2022- aprobó una reforma que establece la obligatoriedad del voto en elecciones presidenciales, legislativas, regionales y municipales. Anticipando que mucha gente saldrá a votar en octubre, el Servicio Electoral advirtió que la contienda electoral del 27 de octubre de 2024 presentaba desafíos tan complejos que resultaba necesario realizar esa contienda en dos jornadas consecutivas -el sábado 26 y el domingo 27 de octubre.

En el proceso de tramitación de esa legislación que, entre otras cosas, requería flexibilizar la regla del feriado obligatorio en buena parte de la industria del comercio y otros sectores para los dos días que tomará realizar las elecciones, la Cámara de Diputados votó a favor de eliminar la multa para los que no votarán, transformando así la contienda, para todos los efectos prácticos, en una elección de voto voluntario. Por eso mismo, si la gente no va a estar obligada a ir votar -y por lo tanto la participación electoral será mucho más baja- tiene poco sentido que se legisle para realizar la elección en dos días en vez de hacerlo en una sola jornada.

Por cierto, los argumentos que usó el Servicio Electoral para pedir que la elección se realice en dos días no son justificados. Hay muchas democracias en el mundo que tienen sistemas más complejos que el chileno y que son capaces de realizar sus elecciones locales y regionales en un solo día. Tener que votar por cuatro cargos (alcaldes, concejales, gobernadores regionales y miembros del Consejo Regional) con lista abierta (votar por candidatos y no por partidos o listas de candidatos) sin duda que presenta desafíos. Pero muchos países son capaces de diseñar papeletas amigables y procesos que permitan que la gente vote más rápido. Además, hay pocas democracias que corren el riesgo de dejar las urnas con votos emitidos durante la noche al cuidado de funcionarios públicos que no están capacitados para hacer ese trabajo.

Hay buenas razones por las que, en la mayoría de los países, las elecciones se realizan en una sola jornada. No tiene mucho sentido innovar para abordar potenciales problemas con alternativas que no se usan en otras partes porque crean más problemas de los que solucionan. Si en Chile hemos tenido elecciones ejemplares con procesos transparentes, conteo rápido de votos y aceptación inmediata de los resultados por parte de los perdedores, no tiene mucho sentido poner en riesgo lo que funciona bien para evitar que tal vez, algunas otras cosas pudieran comenzar a funcionar mal.

En las primeras décadas después del fin de la dictadura militar, los gobiernos democráticos chilenos se enorgullecían al hablar del respeto al estado de derecho y las reglas claras que regían nuestra democracia y nuestra economía. Los fundamentos sólidos de la economía social de mercado que tenía el país eran la carta de presentación de gobiernos que promovían acuerdos de libre comercio, integración con el mundo y múltiples expresiones de la globalización. En años recientes, esa reputación que teníamos de ser un país con reglas claras y sólidas la tiramos por el excusado. Desde el estallido social -pasando por el inaudito, mal diseñado y pésimamente ejecutado proceso constituyente- Chile ha hecho trizas su reputación de país serio, con reglas claras y bajos niveles de incertidumbre.

El Congreso legisla en caliente, apurado y atrasado. Además, lo hace mal. A menos de cuatro meses de las próximas elecciones, no sabemos si el voto será obligatorio, si tendremos que votar en uno o dos días, y qué multa existirá para los que no voten en caso de que se decida aplicar un castigo a los abstencionistas. Hemos pasado de ser un país que se caracterizaba por tener reglas claras a uno que adopta reglas a último minuto que sólo pueden ser definidas como reglas ridículas. (El Líbero)

Patricio Navia