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Debacle en el PPD: ¿se acerca el fin de la candidatura de Lagos?

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La implosión que está experimentado el Partido por la Democracia (PPD) es un reflejo de la hecatombe que enfrenta todo el sistema político de Chile. El PPD se ha convertido en el “niño símbolo” del régimen partidista que sustentó la sui generis transición chilena, pero que se ha desgastado rápidamente en los últimos años.

Pensado como un partido instrumental para derrotar a Pinochet en el plebiscito de 1988 y competir en las elecciones de 1989, este conglomerado fue fundado, entre otros, por Ricardo Lagos y Jorge Schaulsohn (hoy reducido al papel de un tuitero furioso) en diciembre de 1987. Pero con el tiempo se volvió una organización dominada por un puñado de caciques que sólo buscaban retener su poder en el Congreso o asegurar cupos para sus colaboradores en los gobiernos de la Concertación y de la Nueva Mayoría. En ese sentido, el PPD es la muestra viva de cómo la centroizquierda chilena se “desideologizó” y se convirtió en una máquina de captura del Estado no muy distinta a la del PRI mexicano de antaño. O como el Partido Radical chileno de fines de los años 40 e inicios de los 50.

La actual crisis se refleja en que el PPD ha tenido serias dificultades para reinscribir los 18.250 militantes requeridos para mantener el carácter de un partido nacional. A sólo dos meses de que venza el plazo, la dirigencia del conglomerado asegura que tiene a unos 8.000 militantes refichados, aunque fuentes con acceso a los datos duros del Servicio Electoral estiman la cifra más bien en unos 4.500.

Esto suena a burocracia partidista si no fuera por dos factores.

El primero es que, de no lograr la meta de militantes, la mayoría de los legisladores del PPD -14 diputados y seis senadores- corre el peligro certero de no poder repostularse al Congreso en los comicios de fines de año. Esto lo entendió muy bien una de las vicepresidentas del partido que, secretamente, renunció a su militancia en noviembre pasado para poder competir por un cupo legislativo en la región de Aysén.

El segundo es que de no lograr inscribirse como un conglomerado con representación a nivel nacional, la candidatura de Ricardo Lagos naufragará estrepitosamente en abril, cuando vence la fecha para lograr los militantes necesarios.  Si bien algunos especulan que ello podría proveer la excusa perfecta para que el ex Presidente abandone por “razones externas” la carrera presidencial –después de todo no se ha movido de un 5% de aprobación en meses–, sería un final poco honroso para un político de larga trayectoria; más aún para alguien que, como François Mitterrand en Francia, está obsesionado por cómo quedará en los libros de historia.

A estas alturas a varios caciques del PPD les interesa muy poco el futuro de Lagos y mucho más su propia supervivencia. Por eso, en las filas de ese partido se está imponiendo la idea de cumplir solamente con los requisitos mínimos de reinscripción. Ello permitiría que sus legisladores puedan postular en las elecciones de noviembre, aunque dejaría definitivamente varada la candidatura de Lagos. “Están dispuestos a dejarlo botado”, afirma alguien que está al tanto de la dinámica interna de ese conglomerado.

Como buen partido de caciques, los jefes de las distintas tribus del PPD están en una guerra mediática cuyo escenario son los diarios tradicionales como La Tercera y El Mercurio, medios siempre proclives a dar voz a los voceros institucionales y oficiales. Así, militantes históricos como José Joaquín Brünner y columnista semanal del diario de Agustín Edwards han declarado que no se van a reinscribir como militantes. Mientras tanto, otros como Felipe “Rambo” Harboe (sobrenombre que le pusieron al senador PPD por su dura postura en temas de seguridad, la que en poco o nada lo diferencia de la derecha dura), el ex vocero de Francisco Vidal o el ex representante de HidroAysén, Daniel Fernández, entre otros, han comunicado a los medios que aún no saben si seguirán en el partido o no.

En tanto, el partido hizo poco o nada por evitar que la pequeña generación de recambio –el llamado G-90 encabezado por el ex ministro del Interior Rodrigo Peñailillo- fuera devorado para pasar al olvido.

En un intento por sacar agua de este bote que se hunde, el ex ministro y ex presidente de ese partido, Sergio Bitar, salió a plantear que por qué no se alargaba un poco el plazo, después de todo instituciones esenciales para la democracia, como lo son los partidos, no deberían verse contra la espada y la pared por un plazo antojadizo. A la luz del actual ánimo de la ciudadanía y de la naturaleza elitista del PPD, parece ser que Bitar está predicando en el desierto.

El senador Guido Girardi, lonko mayor del partido, ha estado sospechosamente ausente del griterío público de los representantes del PPD. Para pocos es un misterio que no ve con buenos ojos al candidato Lagos y que, tal vez, vea en la debacle del partido una posibilidad de construir su gran sueño: un partido ecologista del tipo alemán; es decir, con ambición de poder y no sólo un grupo de pseudo-hippies de clase alta interesados en la naturaleza y el yoga.

Una clara evidencia de lo perdido y auto-torpeado que está este partido que hace sólo un mes proclamó con entusiasmo a Lagos como su carta presidencial, está en su página web. En esta hay una sección titulada “¿Quieres ser militante?”. Al pinchar el vínculo llamado “Inscripción para nuevos militantes PPD” este lleva a una página en blanco. (Radio U. de Chile)

Víctor Herrero

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