Días atrás publiqué una breve columna en otro medio sobre conductas e ideas políticas en el actual cuadro chileno; como aquellas responden a tácticas para bloquear, paralizar, desordenar y, en última instancia, reducir al bloque adversario, mientras estas otras, las ideas, se hallan ausentes de la escena. En estas condiciones, sugerí, las élites políticas se polarizan descalificándose mutuamente. Y la sociedad ve desaparecer su horizonte de ideas orientadoras.
A su turno, los imaginarios de la polis se desvanecen y, con ello, la propia noción de la sociedad de conformar una unidad nacional cede su lugar a múltiples identidades: de clase, estrato, localidad, vecindario, género, etnia, generación, cohorte, barrio, colegio, sensibilidad, consumo, moda, relato, creencia, círculo profesional, lecturas, afanes, marcas, sociolecto y nicho cultural. A esta nueva ecología identitaria -fase avanzada de una individuación autónoma y de la expansión de relaciones móviles, temporales, voluntarias, sin peso ni densidad, conductuales y contractuales- responde asimismo una esfera política atomizada, pulverizada, con signos de identidades ideológicas líquidas o puramente rituales.
Antes que constituir las ideas el cemento de grupos y movimientos, priman las conductas, los contrastes, las trayectorias, las alianzas tácticas, los desplazamientos, los intercambios y las negociaciones transaccionales. De allí también que los partidos políticos se debiliten o sean sustituidos por confederaciones de dirigentes, cuadros y operadores que transitan por la polis a la siga de oportunidades, coyunturas favorables, espacios de confrontación y convergencia y, sobre todo, de condiciones aptas para la visibilidad, aparición, comunicación, exposición, puntos de prensa, minutos de pantalla, emergencia de influencers, porcentajes de reconocimiento y ocasionales liderazgos en el firmamento mediático. Es la sociedad del espectáculo en pleno despliegue de sus lógicas fugaces y escandalosas.
Referentes cardinales
Este nuevo mundo de la política conserva, sin embargo, las coordenadas básicas del orden simbólico de la polis moderna, donde hay posiciones a la derecha e izquierda, constituidas por diversos pliegues geológicos de significados y sentidos, aunque cada vez -en la actual fase- con menor centralidad y peso de las ideas políticas.
Estas últimas -gastadas o en renovación, de recambio o adquiridas en el mercado de ideas, de moda o anacrónicas- no presiden ni iluminan como ocurre en los momentos más intensamente ideológicos. Más bien, deshilachadas o pulverizadas, forman parte de ese mapa geológico donde se mezclan tradiciones y deseos, memorias y visiones, ruinas de castillos ideológicos del pasado y esbozos de pinturas futuristas, junto con detritus medial, signos que circulan por las redes y las pantallas, herencias familiares, restos de socialización de conceptos y valores, puntos de referencia, ecos de lecturas semiolvidadas, dispersos signos del tránsito que aún parecen indicar direcciones y distancias, puntos cardinales y modos de ubicarse.
Mi propia experiencia formativa pertenece a una de esas etapas intensamente ideológicas de la que mi grupo generacional hizo parte en los años 1960 y 1970, de revoluciones y contrarrevoluciones, guerras frías y calientes (Vietnam/Vietcong, Cuba y los misiles soviéticos, la CIA operando en América Latina y África, la descolonización y el Tercer Mundo). Y, en medio de todo eso, el encandilamiento con las ideas fuertes y los grandes relatos (del comunismo italiano y la DC europea, la socialdemocracia nórdica y el concilio Vaticano II, la guerrilla del Che y las novelas del boom, el existencialismo y Gramsci; en Chile, de la revolución en libertad y la revolución socialista a la chilena, del golpe militar y la extirpación del cáncer marxista).
No debería sorprender, por lo mismo, que me llame la atención la actual etapa posmoderna, sin grandes relatos ni pathos ideológico, sin confrontación de visiones de mundo ni una esfera política regida por palabras clave heredadas de la revolución francesa, la difusión de los ideales liberales, la sociedad industrial, el nacimiento de la modernidad, el avance arrollador del capitalismo constatado (y exaltado por Marx en el Manifiesto) y la época optimista respecto a las capacidades transformadoras de la racionalidad científica-técnica en general.
Sin embargo, ya lo decía, este nuevo panorama posmoderno de la política tiene, a pesar de todo, su propio mapa con algunas gruesas coordenadas: norte y sur globales, este y oeste y, lo que nos interesa aquí, izquierdas y derechas.
Significados actuales
A la derecha se sitúan conservadores y liberales herederos del mundo burgués, con expresiones ultramontanas o extremas nacionalistas, fascistas, autoritarias y un universo de ideas de autoridad, individuo, jerarquía, orden, competencia, derechos individuales, honor, familia, deferencia, gente seria, etc., y la segregación de una serie de anticuerpos frente a la amenaza comunista/socialista, roja, amarilla, estatista y cien términos más hasta llegar al wokeísmo contemporáneo, entendido como el habla de grupos de izquierdas posmodernas.
A la izquierda, en tanto, se ubican todo tipo de corrientes socialistas con su inaudita capacidad de dividirse y subdividirse, progresistas, reformistas, que apelan a la transformación de la sociedad en términos de igualdad, con sus propias expresiones radicales y ultraizquierdistas, anarquistas, comunistas, estalinistas. Este lado moviliza un conjunto de ideas de emancipación, crítica, cambio estructural, liberación, colectivos, solidaridad, fraternidad, planificación, trabajadores, derechos sociales, y su propia segregación de anticuerpos frente al peligro (concebido como siempre inminente) del fascismo, la reacción, los poderes fácticos, el mercado y cien términos más hasta llegar al neoliberalismo contemporáneo, enfermedad del capitalismo tardío.
Actualmente en Chile, la esfera política de la sociedad se halla ordenada igualmente en función de esos dos lados, diestro y siniestro y, como señalamos en la breve columna mencionada al comienzo, es al interior de ellos que por el momento se libran las principales batallas de posicionamiento táctico-conductual, casi sin el razonamiento provisto por los conceptos ideológicos y los discursos de ideas.
La polémica del 6%
En el bloque que agrupa a las derechas se acentúa la pugna entre Chile Vamos, agrupación de tendencias liberal-conservadoras disímiles, y los grupos de derecha dura encabezados por republicanos y ultrarrepublicanos a su diestra. En estos días unos y otros se pasan cuentas mutuamente por sus conductas frente a la reforma previsional impulsada por el gobierno Boric, sin que se perciban, sin embargo, discrepancias de ideas y proyectos de futuro.
Una declaración del presidente de republicanos acusando una “vuelta de carnero” (conducta) de su homólogo de la UDI, escaló rápidamente a una acusación por falta de principios y debilidad para “defender una visión clara y fuerte de derecha” (ideas). Esta disputa interna del bloque de derechas ejemplifica magnifícamente el actual estadio de política sin ideas, pero con un fuerte componente de ataque y defensa en el plano táctico-conductual, en pos de ganancias posicionales -quien es la derecha más dura, verdadera, consecuente y pura- en la configuración del espectáculo.
Obsérvese la siguiente colección de dimes y diretes con participación de dirigentes, parlamentarios, exautoridades, técnicos y expertos de derechas, en los días marcados por la batalla en torno al destino del 6% extra de cotizaciones.
Luego de una tímida señal de apertura hacia un posible acuerdo con el gobierno entregada por el presidente de la UDI, su par, presidente del Partido Republicano, situado a su diestra, bajó la línea del parteaguas doctrinario. Dijo: “En un momento en que Chile se encuentra en una profunda crisis política, económica y social, y ad-portas de definiciones fundamentales para el próximo ciclo político, es indispensable que exista total claridad acerca de cuáles son las convicciones que guían las propuestas de cada sector y hasta dónde se está dispuesto a transarlas”, nótese el término peyorativo para referirse a la posibilidad de acuerdo). Y luego remachó: “En nuestro caso, la máxima flexibilidad en todo lo accidental, pero la decisión inquebrantable de defender las convicciones. Por eso votaremos en contra de cualquier reforma que no respete la propiedad individual de las cotizaciones previsionales”. (Arturo Squella Ovalle, presidente Partido Republicano).
A lo anterior, un grupo representativo de diputados de Chile Vamos responde: “El presidente del Partido Republicano, Arturo Squella, publica ayer una columna donde dedica energía a instalar conflicto y división dentro de las oposiciones. El defender convicciones no es pretexto para no hacerse cargo de los problemas, omitirse del diálogo y resignarse a ser minoría, contentándose con el inmovilismo del statu quo. Esas lógicas cómodas y autocomplacientes desconocen que lo central de la política es propiciar en los hechos la promoción de las ideas que se proponen, empatizando con los dramas sociales, construyendo respuestas sólidas y conformando mayorías que las hagan viables. […] No hay mayor caldo de cultivo al populismo y a la demagogia que el inmovilismo cómodo y disociado de las urgencias sociales, por más que se le vista con vehemencia y grandilocuencia”. (Juan Antonio Coloma, Diego Schalper, Francisco Undurraga).
A esta salva se suman luego algunos expertos aperturistas de la derecha. César Barros, por ejemplo, reclama contra el oportunismo doctrinario: “Hoy vemos en Chile un retorno en la política a gente de grandes convicciones, para los cuales, un desvió de un 1% resulta intragable. Para ellos la política no es el arte de lo posible, sino la imposición de sus convicciones. Los hombres de convicciones fuertes ven al adversario como un enemigo: ni la sal ni el agua. Los desvíos son herejías que deben ser combatidas con fuerza: no tienen matices”.
Al contrario, un exministro del gobierno Piñera, situado en las trincheras de la pureza doctrinaria y de los comportamientos duros, advierte: “Si la derecha está considerando dar sus votos a una reforma previsional técnicamente mala y políticamente impopular, para “no mostrarse intransigente”, “porque ellos ya tienen los votos”, “para cerrar el tema” o con cualquier otra excusa que ya hemos escuchado y que sabemos es irreal, cuando no ilusa, no se olvide que hizo lo mismo con el sistema electoral, con aspectos de la pésima reforma educacional de Bachelet y con las más de 21 reformas tributarias, y acá estamos. Económicamente estancados, peor educados, ingobernables y con Estado rico y ciudadanos pobres”. (Gerardo Varela A., Abogado).
Por su lado, las voces expertas de la derecha pragmática insisten: “Aunque es válida la preferencia de que todo el aumento de cotización se destine a aumentar el ahorro individual, sabemos que ese resultado es políticamente inviable. Entonces, la preferencia absoluta de un grupo por una distribución 6-0 de la cotización conduce en la práctica a un 0-0, que es el peor de los mundos. Cada año que pasa y no se aumenta el ahorro para pensiones, va creciendo la deuda pública implícita en pensiones solidarias. Es factible lograr un buen acuerdo, con fundamentos técnicos serios, que nos permitan tener un mejor sistema de pensiones” (Cecilia Cifuentes, Soledad Hormazábal, María José Zaldívar, Representantes de Chile Vamos en la Mesa Técnica de Pensiones).
Con lo cual concuerdan también figuras destacadas del elenco político-técnico del piñerismo en su versión más liberal: “Los acuerdos muchas veces no dejan contentos a todos, pero sus resultados pueden ser muy superiores a propuestas del todo o nada que postergan soluciones razonables y que terminan generando elevados costos sociales, económicos y fiscales” (Matías Acevedo, Harald Beyer, Ignacio Briones, Juan Carlos Jobet).
Finalmente, a propósito de este intenso debate, un politólogo y columnista habitual de este medio, Patricio Navia, arriba al siguiente, alarmante, balance del sector: “La disputa entre las derechas se profundiza por la cercanía de las elecciones presidenciales de 2025 en las que Evelyn Matthei (de la derecha moderada) parece aventajar a José Antonio Kast (el candidato que pasó a segunda vuelta en 2021 y que representaría a la derecha más dura). Como hay otros aspirantes presidenciales de derecha -Rodolfo Carter, que quiere ubicarse entre Matthei y Kast, y Johannes Kaiser Barents-von Hohenhagen, que se posiciona a la derecha de Kast- el conflicto se ha exacerbado hasta niveles de cuasi guerra civil”.
Regresión ideológica
He ahí, entonces, una selección de textos dentro del verdadero florilegio de acusaciones y contraacusaciones respecto a los comportamientos que las partes en esta batalla se enrostran mutuamente. El pasado domingo estas variaciones y movimientos sobre el campo de batalla del 6% se enriquecieron con los comentarios de variados columnistas y opinólogos que buscan situar el ruido bélico dentro de los esquemas conceptuales e interpretativos que gobiernan su reflexión.
Pues, efectivamente, como ya dijimos, aquellas variaciones y movimientos no tienen lugar en un vacío completo de ideas; bajo la superficie encontramos unos planos altamente heterogéneos de sedimentos, anhelos e imaginarios ideológicos pesando como los muertos sobre el inconsciente de las generaciones presentes. Mas estos no corresponden ni a concepciones de mundo relativamente articuladas, ni menos se hallan procesados racionalmente en función de orientaciones estratégicas y programáticas compartidas socialmente. Por lo mismo, la única manera de representarlos en un mapa es según los términos de referencias de derechas vistos más arriba, cada una con sus brumosas referencias a ciertos conceptos clave suficientemente estereotipados por el trajín mediático.
En términos del debate retratado en la sección anterior, cabe destacar que ellos no se refieren propiamente a visiones fundadas de reforma del sistema previsional sino, básicamente, a elementos de comportamiento en torno a los ejes acuerdos/desacuerdos, pureza/contaminación ideológica, coraje posicional/cobardía conceptual, neoliberalismo/colectivismo, propiedad/expropiación, principios/oportunismo.
De hecho, no se repara suficientemente que el actual debate de las derechas en torno a este tópico constituye una verdadera regresión respecto de la propuesta de mejoras al sistema de pensiones formulada por el ex Presidente Piñera, anunciada por cadena nacional en marzo de 2021, dentro de una perspectiva que hoy aparece decididamente progresista, pero que las izquierdas de entonces rechazaron y de la cual, hoy día, la derecha parece avergonzarse. En efecto, ella proponía ampliar la cobertura del pilar solidario a la clase media, pasando del actual 60% a cubrir el 80% de la población del país. Además, aumentar la actual pensión básica solidaria, para que ningún pensionado tuviese una pensión bajo la línea de la pobreza.
En suma, la reforma fortalecía el pilar contributivo del sistema de pensiones, al incrementar en forma gradual en 6% el aporte del empleador al ahorro previsional de los trabajadores. Este mayor ahorro sería administrado por una agencia pública denominada Consejo de Administración de Seguros Sociales (CASS). La mitad del mayor aporte, es decir un 3%, iría a una cuenta de ahorro previsional perteneciente a cada trabajador. En régimen, este ahorro adicional de 3% incrementaría las pensiones de los futuros pensionados en un 30%. La otra mitad de este mayor aporte del empleador, es decir un 3%, se destinaba a un nuevo programa de ahorro colectivo y solidario (PACS), con el propósito de financiar diversos beneficios adicionales, entre ellos un aumento inmediato de 2,7 UF en la pensión mensual para las actuales pensionadas mujeres, mayores de 65 años que hubiesen cotizado al menos 8 años y de 2 UF en la pensión mensual para los actuales pensionados hombres, mayores de 65 años que hubiesen cotizado al menos 12 años.
Todo esto no entra, ni pálidamente, en el actual cuadro mental, político y emocional de las derechas envueltas en una verdadera guerra interna por la hegemonía del sector.
PC con los dos pies
Del lado de las izquierdas, el cuadro es similar según lo describí en días pasados, sólo que aún más enrevesado en el ámbito de las mutuas recriminaciones por las conductas del gobierno y sus proyecciones futuras. Un sector, la coalición FA+PC, se halla atrapado entre las fantasías frenteamplistas de futuro (la nueva generación, una democracia radical, un neocapitalismo ecológico y fraternal) y los fantasmas del pasado comunista (el orden soviético, la revolución cubana, una economía estatal y un pueblo movilizado).
Sus conductas responden a esta confusión de ideas. El PC, partido eje del gobierno junto al FA, llama a conjugar una suerte de doble poder posmoderno; con “los dos pies en la calle y los dos en La Moneda”, según uno de sus cuadros dirigentes, el senador Núñez, quien justificó así tal conducta: “No hay una contradicción o antagonismo. Todo lo contrario. El Gobierno, para avanzar en las transformaciones que requiere tiene que tener los dos pies, los partidos oficialistas, en la calle”. Además, agregó, “en algún momento dije que el Gobierno hasta podía llamar a alguna fórmula de movilización, y eso fue cuestionado. Los gobiernos tienen el derecho de informar a la gente de lo que está pasando, de decirle a la ciudadanía si hay un proyecto de ley que los beneficie, que lo tiene que apoyar y eso es parte del proceso democrático”.
Ante las reacciones surgidas desde los sectores del Socialismo Democrático y de la oposición más militante, el propio presidente del PC, Lautaro Carmona, terció en la polémica y salió en defensa de la tesis de Núñez: Al respecto, el jefe del PC señaló que “todos quienes alguna vez habían sido parte de un movimiento social, asumo yo ya sea no sólo en los trabajadores, en los estudiantes, en la expresión cultural, en lo que sea, van a asumir que no hay una contradicción entre la presencia en lo institucional con la presencia gremial, que son dos expresiones que no se antagonizan, sino que se complementan y pueden constituir, digamos, una corriente de opinión que aporta al debate de la sociedad en forma democrática”.
En esa misma línea aseguró que “no hay ninguna contradicción entre una cosa y la otra, cada uno tiene un espacio, un rol, ambas pueden mirar y converger en la perspectiva de una transformación positiva, democrática, etcétera, entonces creo que está muy bien planteado, digamos, esa formulación”. Con todo, recordando que su partido es eje del gobierno al lado del FA, el presidente del PC aclaró que “no se trata de que eso lo hagan quienes son militantes del Partido Comunista, estén en tareas de Gobierno, tú no vas a ver que lo vaya a practicar alguien en tareas de Gobierno. Esos están en el Gobierno”.
Doble poder posmoderno
Hay pues un límite a la estrategia del doble poder posmoderno; puede trabajarse en ella desde dentro y desde fuera del gobierno, pero sin que los altos funcionarios salgan con los pies fuera de La Moneda, a lo menos no en horas de la jornada oficial. Pues según la regla que se ha ido abriendo paso en nuestro estatuto, en días feriados y fuera de horas oficiales de trabajo, un ministro u otra autoridad superior sí puede participar en actividades “gremiales” y movilizarse, siempre que no utilice el automóvil asignado a su cargo. De esta forma logra combinarse el deber transformador de la sociedad del militante comunista que ocupa una posición de élite estatal con su compromiso burocrático en un Estado que, igual, desea cambiar.
Llamo a este comportamiento “doble poder posmoderno” para distinguirlo del doble poder bolchevique promovido intelectual, estratégica y revolucionariamente por Lenin y Trotsky en 1917, estrategia con la cual coqueteó también tácticamente el PC chileno -ya en el gobierno Boric- en el revuelto período -algo caótico y “patas arriba”- de la Convención Constitucional de 2021. En ese momento, como analicé largamente, el PC proclamó “la necesidad de rodear con la movilización de masas el desarrollo de la Convención Constitucional”, según proclamó el Informe Político al XXVI Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile, de diciembre de 2020, “impidiendo que las cocinas y el tecnicismo legal oscurezcan el sentido final de dicho organismo. […] Para asegurar que la Convención Constitucional no sea un debate entre cuatro paredes, hay que establecer que la convención en su reglamento tenga la obligación de realizar diálogos y debates con la representación de los cabildos, asambleas barriales, asambleas constituyentes populares, sindicatos, organizaciones sectoriales como frentes sindicales, feministas, medio ambientalistas, diversidad y disidencias sexuales, migrantes, culturales, pueblos originarios, estudiantiles, por el derecho a la vivienda. Integrando a todas las organizaciones y movimientos”.
La táctica de los dos pies -dentro y fuera del Estado y la sociedad civil- es, sin duda, apenas un alfombrado o aterciopelado eco de la tesis del XXVI Congreso del PC, que conservaba todavía claras resonancias octubristas y, más amortiguadas aún, de la vieja tesis bolchevique, ahora que -en términos de izquierdas todas y todos somos mencheviques. Es a esto, también, a lo que nos referíamos más arriba cuando hablamos de los múltiples planos mentales, emocionales, de memoria y socialización, de sedimentación y deshilachamiento, de licuación y cristalización, que en el actual estadio de la política configura la conciencia y el inconsciente ideológico de las izquierdas y derechas.
Pero no cabe engañarse. No son meros fantasmas y fragmentos discursivos los que andan dando vueltas en la órbita de este nuevo mapa de posicionamientos de ambos sectores. En el caso de las izquierdas, que recuerdan más las antiguas ideas y debates pues existen en virtud de ellos a falta de poderes fácticos y anclajes en una cultura dominante, es notorio el esfuerzo que despliegan sus diversos componentes por renovarse, ponerse al día, reinventarse y proyectarse como imaginario, interpelación y utopía.
Lo anterior vale primero que todo, se supone, para el FA que nació más recientemente y debe construirse aún como identidad e ideología, y para el Socialismo Democrático, que se reconstituyó como fuerza socialdemócrata en plena dictadura y, de manera exitosa, se proyectó a través del la Concertación de Partidos por la Democracia. En alguna oportunidad futura veremos cómo evolucionan estos dos componentes de izquierdas y hacia donde se dirigen.
Perspectiva internacional PC
Por ahora sigamos abocados al PC y a sus propias querellas y contradicciones al interior de las izquierdas chilenas, cuya hegemonía disputa junto con el FA, su actual aliado.
La tarea no es fácil pues el PC chileno, a diferencia de sus partidos hermanos mayores del pasado, desde el momento de la traumática disolución de la URSS y la desaparición de los socialismos reales, no ha realizado ningún esfuerzo serio para sacudirse de su antigua ideología ni ha iniciado tampoco una renovación sistemática de su visión de mundo.
Ni siquiera se ha puesto al día con la emergencia de la China capitalista-comunista guiada por el pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con peculiaridades chinas para la nueva era, entendido como el marxismo del siglo XXI. Nuestro PC permanece anclado, en los niveles arqueológicos más profundos, al pensamiento soviético de la guerra fría y de la internacional comunista, al mismo tiempo que pone su grano de amor por Cuba y mantiene una relación fantasmagórica con la historia del comunismo global.
Tanto así que aún hoy -en el plano internacional- experimenta una verdadera fascinación con Rusia, sea en cuanto a su invasión de Ucrania o en solidaridad con la dictadura feroz de Bashar Al-Assad (instalado ya en Moscú), cuyo “derrocamiento” atribuye a un golpe de Estado: “Condenamos categóricamente, denunciamos y advertimos”, se lee en la declaración del PC chileno, “que se trata de una guerra sucia y temeraria encabezada por el Gobierno de Israel, con el apoyo de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, para aplastar la resistencia de los pueblos de Palestina y el Oriente Medio desde hace 76 años contra el colonialismo y restaurar la debilitada hegemonía del imperialismo norteamericano en la región y el mundo”.
Esta sorprendente apreciación, apartándose claramente de la línea del gobierno Boric del que el PC es una pieza central -igual como sucedió antes con respecto de otros regímenes dictatoriales en Venezuela, Cuba, Corea del Norte- no es, sin embargo, el único ni mucho menos el principal debate de fondo en que se encuentra envuelto nuestro PC. Más importante, sin duda, es aquel otro -de orden ideológico-estratégico nacional- donde se juega la futura identidad de este partido.
PC: identidad futura
Daniel Jadue, excandidato PC a la primaria presidencial de las izquierdas donde fue derrotado por Boric -pero conserva, se dice, un poder determinante dentro de su partido-plantea los términos de dicho debate en un manifiesto interno dado a conocer, simbólicamente, para el quinto aniversario del estallido social del 18 de octubre pasado, a través del órgano oficial del partido.
Escrito desde una suerte de completo desasimiento respecto del gobierno del cual su colectividad forma parte, Jadue funda su análisis desde una valoración claramente octubrista del 18-O de 2019.
Señala allí que existe “la necesidad imperiosa de volver a mirar la revuelta de octubre pero con el objeto de aprender de aquello que nos faltó y de lo que nos puede haber sobrado, para llevar a buen puerto la tremenda energía desplegada por los pueblos de Chile, que siguen cansados de los abusos y de la corrupción de una democracia que se manifiesta impotente para detener y enfrentar a quienes ostentan el poder y hacen lo que quieren, conscientes de que gozan de un manto de impunidad y de inmunidad otorgada por las instituciones, las leyes y normas de esta “democracia” construida a imagen y semejanza de sus mezquinos intereses, pero sostenida por las creencias y costumbres ampliamente difundidas, que de una u otra forma, legitiman su actuar”.
Notable invectiva de quien es parte de la élite del poder político y alto dirigente de un partido de gobierno, gobierno cuya legitimidad es otorgada, precisamente, por las instituciones, leyes y normas de esta “democracia” que Jadue impugna como portadora de mezquinos intereses, creencias y costumbres propios de una democracia burguesa, según la antigua nomenclatura comunista.
A partir de ahí, entonces, propone ver lo que nos faltó y lo que nos pudo haber sobrado para ahora entrar a enmendar el rumbo de una izquierda descarriada. ¿En qué términos plantea Jadue esta conclusión? Los resume en los siguientes cinco aspectos:
- Acerca de cómo influyó en ello la falta de un horizonte estratégico concreto de superación del capitalismo que está destruyendo el planeta.
- De cómo influyó en ello nuestra distancia creciente con los pueblos profundizada por una ingenua adhesión incondicional al funcionamiento de un tipo de democracia representativa que cada vez significa menos para los pueblos que sufren los avatares del modelo.
- Acerca de cómo influyó nuestra falta de unidad no sólo de los sectores populares organizados, sino sobre todo de aquella unidad irreemplazable con los pueblos que sufren y que esperan de nosotros mucho más que una participación resignada, obediente y disciplinada en las estructuras e instituciones de la democracia representativa que los corroe.
- Sobre cómo algunos de nosotros nos encontrábamos a la fecha, inmersos en la misma burbuja de poder de la clase dominante, prisioneros de una sobre institucionalización que nos ha alejado de aquellos a quienes decimos representar.
- Y cómo éramos prisioneros del lenguaje de la dominación e incapaces de disputar el sentido común inoculado en las masas por el modelo, a través de los medios hegemónicos, la publicidad y el marketing que solo nos invitan a consumir.
Bases ideológicas de la nueva identidad PC
Según puede observarse a simple vista, el manifiesto de Jadue contiene palabras cargadas de aquella revoltura de elementos conceptuales, históricos, políticos, estratégicos, partidistas, militantes, culturales, simbólicos y de relato e interpelación a la acción que, ya lo vimos, en la actual etapa, a falta de ideas orientadoras y visiones fundadas de futuro, comandan la acción dirigencial y colectiva de una izquierda claramente desmarcada del gobierno Boric y de la mayoría de los partidos que lo apoyan.
En cambio, apuntan hacia un discurso de pulsión octubrista (“las revueltas, siempre legítimas, se seguirán sucediendo una tras otra, cada vez con más fuerza y contenido…”, afirma por ahí Jadue en su documento); de sentido claramente anticapitalista (“superación del capitalismo”, como en los viejos tiempos) y anti-democracia representativa (más bien, la democracia sería una máscara ingenua de “una participación resignada, obediente y disciplinada” en estructuras institucionales etc., ¿doble poder nuevamente?); y de consecuente autocrítica respecto de estar “inmersos en la misma burbuja de poder de la clase dominante, prisioneros de una sobre institucionalización” (¿de vuelta entonces a las calles y la revuelta y al sueño octubrista de la desinstitucionalización?), para así liberarnos finalmente “del lenguaje de la dominación” y ser capaces “de disputar el sentido común inoculado en las masas por el modelo”, rescatándolas de la alienación y falsa conciencia a través de un partido-vanguardia (¿que trae consigo la verdadera conciencia de los pueblos frustrados?).
En suma, también en los territorios de las izquierdas, particularmente en el caso del PC, hay más disputas por palabras, conductas e imágenes que nos retrotraen al pasado de la gran guerra de clases, las revoluciones del siglo XX y el cambio total de las sociedades, que un intento serio por entender las realidades de nuestra sociedad actual y cómo abordar su transformación de cara al futuro.
Desde ya parece claro que de seguir las recetas conductuales y semi-ideológicas del PC, bajo la esperanza de reponer las condiciones y consecuencias de la revuelta del 18-O, sin contar con un diagnóstico y con ideas orientadoras, la sociedad iría a dar directamente a un barranco. Sin ideación seria ninguna, ni siquiera de por qué fracasó el comunismo y la URSS terminó en un capitalismo salvaje de oligarcas y en un régimen autoritario con diversas gradaciones de putinismo, desde un estatismo radical a un libertarismo total (Fomin, 2022), es difícil imaginar que el PC pueda asumir un rol de liderazgo en la renovación de las izquierdas chilenas o de Latinoamérica.
Continuará
Queda pendiente para más adelante, entonces, dilucidar la situación del FA y del Socialismo Democrático en este cuadro.
Por el momento, el FA se encuentra entrampado e incómodo con las responsabilidades de la administración gubernamental; todo conducta y nada de ideas. Y sin opinión sobre la deriva jaduista del PC. No está claro adónde quiere ir, dónde quiere llegar y con quiénes. Se halla envuelto en una serie de dicotomías casi insostenibles: crecimiento versus medio ambiente, ahorro individual o reparto, isapres o Fonasa, crédito estudiantil o impuesto a los graduados, dicotomías de superficie tras las cuales se esconden las de mayor fondo: democracia representativa o participativa, reformismo o revolución, partido o movimiento, socialdemocracia o socialismo siglo XXI, Estados Unidos o China, inserción global o antiglobalismo, etc.
A su lado, la otra izquierda, la del Socialismo Democrático, vive su propio drama: con una meritoria conducta de ética de la responsabilidad lleva el timón del Gobierno con el beneplácito de Boric (Tohá, Marcel, Van Klaveren, Cordero), al mismo tiempo que sus ideas se mantienen en el limbo: ¿renovación socialdemócrata?, ¿nueva matriz productiva?, ¿Estado de bienestar nórdico?, ¿Concertación rediviva? E, igual que el FA, se debate ante las mismas dicotomías de fondo, también con una similar indefinición. ¿Se halla el Socialismo Democrático más cerca del PC o del FA? Sin duda, de este último, tanto por su vocación renovadora reciente, al momento alicaída, como por su historia larga, libre del pasado comunista y, por ende, del complejo del doble poder y la fantasmagoría soviética. (El Líbero)
José Joaquín Brunner