En marzo de 2017 la Coordinadora “No+AFP” realizó una jornada de movilización de Arica a Punta Arenas. Su líder, Luis Mesina, cifró en 800 mil asistentes en Santiago y en dos millones en todo el país, sin perjuicio de que las cifras fueran considerablemente menores a juicio de Carabineros.
Aunque no hayan sido dos millones de personas, nadie puede negar que “No+AFP” se asentó en la discusión previsional, en parte por los medios y en parte por las manifestaciones y la instalación del tema en las redes sociales. Sin embargo, ¿es twitter una muestra fiel del sentir más profundo de los chilenos? ¿Son esas multitudes que marchan por la Alameda representantes de las verdaderas mayorías? Pareciera que no, o al menos eso dijimos los chilenos en la última elección presidencial.
Podemos discutir sobre cuántos fueron los asistentes a esas manifestaciones, sin embargo, el aspecto más relevante no pasa por esa cifra, porque hay números que deberían tener mayor entidad en el debate previsional que los nacidos de la imaginación y conveniencia de Mesina. Según la Superintendencia de Pensiones, en marzo de 2018 había 1.984.254 cuentas de Ahorro Previsional Voluntario. Casi dos millones de personas que confían a tal punto en el sistema previsional y financiero chileno, que están dispuestas a depositar libremente su dinero a pesar de los esfuerzos por desprestigiarlo.
¿Dos millones de personas que salieron un domingo de marzo o dos millones de personas que confian parte de sus ingresos al Ahorro Previsional Voluntario? Si opta por el segundo grupo seguramente usted es una de las personas que apela a la “mayoría silenciosa” para demostrar la prevalencia de las ideas de la libertad. Sin embargo, esa “mayoría silenciosa” debería ser tanto motivo de orgullo como de preocupación.
Motivo de orgullo, porque el ejemplo es la mejor forma de demostrar el éxito de la aplicación de determinados principios. El progreso económico e institucional que ha vivido Chile en las últimas décadas se debe, principalmente, a que sus ciudadanos asumieron como propios los derechos y libertades consagrados en la Constitución Política. Pero por lo que hemos visto en los últimos cuatro años en Chile y en los últimos quince en América Latina, con el mero voluntarismo de la clase política es más probable destruir que construir.
También debemos estar preocupados, puesto que la política no se maneja solo con las reglas de la argumentación y la lógica. No basta con tener la razón, es necesario saber comunicar esta ventaja. En ocasiones, el mostrar es más importante que el demostrar.
Por esta razón, el lema “despertar a la mayoría silenciosa” se vuelve un imperativo urgente antes de que se transforme en una “mayoría silenciada”. Para esto es necesario que los ciudadanos nos demos cuenta de que en nuestras decisiones no hay solo meros intereses como nos quiere hacer creer la izquierda. En todas estas hay principios que las subyacen y que vale la pena defender oportunamente.
Sin embargo, despertar a la mayoría silenciosa no solo debería operar como una reacción ante las amenazas populistas de la izquierda. Si tomamos conciencia de que con instituciones sólidas y ciudadanos libres viviremos en un mejor país, entonces nos daremos cuenta de que nos queda mucho por mejorar y así, de una vez por todas, pasaremos a proponer y no sólo a reaccionar. Es hora de que surjan muchos movimientos sociales, centros de estudios, líderes, intelectuales y políticos que representen y despierten a esa mayoría silenciosa, que aún duerme, y que debemos despertarla antes que su sueño se transforme en pesadilla. Sólo así nuestras ideas realmente gobernarán y no tendremos que ver renunciar ministros cada vez que la izquierda monta un escándalo. (El Líbero)
Antonio Barchiesi, director Acción Republicana