Desde su oficina en el centro de Santiago, Ernesto Ottone, ex jefe del “segundo piso” del gobierno de Ricardo Lagos, analiza el primer año de la Presidenta Bachelet en La Moneda. El sociólogo plantea que el discurso refundacional del gobierno es el que ha generado los mayores problemas a esta administración. Y si bien admite que los casos de posibles irregularidades, como Caval, han tenido un efecto negativo, cree que se puede revertir.
En el aniversario de su primer año de gobierno la Presidenta reconoció que esta “tarea” no había estado exenta de dificultades.
Estamos viviendo un momento particularmente complejo para el gobierno, por todas las situaciones que se han creado, por los temas de corrupción en el país, que relacionan al sector privado con el sector público y con los procesos electorales. Naturalmente hoy los acentos están puestos en las dificultades. Y esto es porque se sigue produciendo una caída del apoyo al gobierno. Parecía que hacia fines de año, hacia enero venía una remontada en la opinión pública y posteriormente cuando aparecen los casos de Penta y Soquimich y, aún cuando es diferente, el caso Caval, se produce esta caída.
Pero más allá de la situación actual, igual durante el año hubo problemas, principalmente por las reformas.
Es bueno hacer el esfuerzo por tratar de equilibrar qué ha significado este primer año de gobierno, el que ha estado caracterizado por una voluntad política de cumplir con las promesas reformadoras que ofreció. A esto se suma un país que durante el año 2014 vivió con niveles de paz social importantes. Las tensiones políticas que se generaron durante el año y que se reflejan en las encuestas, no se transformaron en una situación de ingobernabilidad en ningún caso.
¿Y los casos de irregularidades y eventual corrupción, sumados a la baja aprobación de la Presidenta, tampoco ponen en jaque la gobernabilidad?
No, la gobernabilidad no está en jaque, pero existe un estado de ánimo que no es bueno. Por eso la tarea es mucho mayor. O sea lo que yo afirmaba para 2014, tiene que ser mucho mayor en el 2015. Esto tiene que ser un esfuerzo del conjunto de la acción del gobierno, de su relación con la oposición y con los distintos actores sociales, de su capacidad de diálogo, de su capacidad de acoger las críticas, de la capacidad de entender por qué la gente teme determinada medida y de no cerrarse a ningún dogma.
En la Nueva Mayoría se ha planteado incluso que el caso Caval generará un daño irreversible para la Presidenta.
Yo en política no creo que haya situaciones irreversibles. Además, la Presidenta es una persona que tiene un testimonio de vida desde niña, que no tiene nada que ver con prácticas incorrectas. Creo que en este sentido hay que ser muy claro y señalar con mucha fuerza cuáles son las conductas que no son compatibles con un gobierno progresista, y cuando hay conductas de este tipo, como las del caso Caval, hay que tomar una distancia ética, natural.
Las encuestas parecen decir que la situación es más compleja para el gobierno de lo que usted plantea.
Es que además, no todas las reformas se hicieron de la mejor manera, aunque eso es normal también, porque son reformas complejas. El tema no es llegar primero, sino que saber llegar. No es la velocidad, sino que es la solvencia de lo que se hace. Hay un resultado al final que es indudablemente eficaz. No se puede hablar de un gobierno que no hace cosas, y ellas van en la dirección de lo que prometió. Ahora, ¿eso quiere decir que fue un primer año sin errores, sin tensiones, sin tropezones?, no, no quiere decir eso. A veces en el discurso, en la polémica, en el debate, yo veo dos tipos de exageraciones: una que viene del lado de quienes se resisten al cambio y otra más bien en el ámbito de gobierno, de la centroizquierda, en algunos personeros que hacen una interpretación refundacional de lo que está pasando. Y el ícono es la estulticia de la retroexcavadora. Entonces lo que se produce es también un lenguaje que no ayuda precisamente a que se produzca una mirada más serena, en partidarios y opositores, que permita un debate más reflexivo.
¿Entonces el problema pasó por la forma en que se comunicaron las tareas del gobierno?
No es un tema de comunicaciones, es una simplificación decir que el gobierno está haciendo todo bien, pero que comunica mal. Las cosas nunca son así, por lo menos en mi experiencia, cuando surgen problemas, ellos obedecen más que a una técnica de comunicaciones, al tipo de discurso que está haciendo y naturalmente tal discurso permea el estilo y la forma de la gestión. En ese discurso interpretativo se hace una especie de relato, lo que yo llamo una visión estratégica de lo que está pasando, que es más radical que los hechos. Por ejemplo, se habla mucho de “esta reforma es estructural”, por supuesto que es estructural, así como fue estructural el cambio al sistema procesal penal o el Auge. Las reformas hechas son estructurales, pero no es ninguna novedad, si se han hecho reformas estructurales antes.
O sea, el problema está en la interpretación, en el relato. ¿De quién es ese error?
Surge de un cierto análisis de las demandas de la sociedad chilena. Durante el gobierno de Sebastián Piñera se cristalizó un conjunto de demandas. El 2011 fue un año marcado por el movimiento estudiantil, salieron además muchas demandas que no tuvieron respuesta política y por eso terminó esta situación de la derecha tan destruida electoralmente, porque no fue capaz de leer ni entender a Chile. Este es un gobierno que trata de leer con más éxito a Chile y a esas demandas y exigencias, pero muchas veces predominan en el tipo de respuesta la búsqueda de un lenguaje más radicalizado que sea más empático con un sector de la demanda, pero que deja un poco de lado la enorme mayoría que aprecia los cambios, pero los quiere con seguridad, con gradualidad, con el menor riesgo posible. Y es precisamente allí donde no se ha generado el apoyo que un programa de reformas requiere para salir adelante.
Si bien fue el presidente del PPD el que usó el concepto de la retroexcavadora, el gobierno también habló mucho de los grandes cambios.
La visión fundacionalista no ayuda precisamente a generar mayor acuerdo en los cambios. Cuando tú planteas algo fundacionalista no ayudas a que se genere un debate más reflexivo y sereno, sino que las posiciones tienden a endurecerse, ya sea en un sentido u en otro.
Si no es desde las comunicaciones, ¿desde dónde se puede cambiar la percepción de la ciudadanía?
Todos. El gobierno en su conjunto debe generar ese relato, debe generar esa seguridad de que se van a hacer los cambios, pero estos van a significar beneficios para la enorme mayoría y, por lo tanto, hay que achicar el tema del miedo. Ahora, también de pronto en el gobierno se han planteado fuertes errores, metáforas desatinadas que no han ayudado precisamente a generar este apoyo.
¿Los cambios en el equipo de comunicaciones del gobierno responderían a esto? Esta semana Paula Walker dejó la Secom.
Cuando les ha ido muy bien a los gobiernos o muy mal yo nunca he creído que dependa de los comunicadores. La comunicación es importante pero el apoyo de la gente no pasa solo por eso. Hay una relación muy fuerte entre la estrategia política y cómo te lee la gente. No lo veo como un problema de técnicas comunicacionales, lo veo más bien como un problema de construcción de una lectura de lo que se está haciendo.(La Tercera)