Editorial NP: De “derechitas cobardes” y “derechitas tontas”

Editorial NP: De “derechitas cobardes” y “derechitas tontas”

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En la “derechita cobarde” afirman que la “derechita tonta” es aquella que cree poder ganar elecciones con el solo caudal electoral que la historia reciente le muestra que es capaz de conseguir, sin considerar a aliados naturales de centro derecha y centro, fuerzas que, en conjunto, son las que le dieron una lección inolvidable a la “izquierdita necia”, aquella que pretendió imponer a fuerza de voluntarismo un modo de vida que los chilenos rechazan porque conocen lo que el igualitarismo descarriado genera en las relaciones sociales y porque muchos han experimentado sus nocivos efectos en un par de ocasiones.

La “derechita tonta”, dicen, tiene una apreciación dogmática de principios y valores que estructuraron la sociedad chilena en los siglos que siguieron a su independencia del colonizador hispano y su legado cultural y religioso, otorgando poca significancia a los profundos cambios que el desarrollo económico, social, científico y tecnológico posterior ha impulsado en la forma en que los ciudadanos se vinculan entre ellos y el Estado, bajo el alero de un acuerdo social que, en el caso de Chile, ha evolucionado expresado en diez constituciones (1811, 1812, 1814, 1818, 1822, 1823, 1828, 1833, 1925 y 1980), así como un proyecto de constitución federal en 1826 y tres proyectos de carta magna fallidos, en 2018, 2022 y en 2023.

La “derechita tonta”, añaden, cree que el liderazgo y la consecución de sus objetivos políticos se consiguen empujando tozudamente la ideas propias hasta el ciento por ciento de su descripción, sin transacciones ni retrocesos que atrasen o distorsionen el logro de esa puesta en norma que ella estima le conviene al orden y progreso del país, entendidos ambos conceptos desde su arquitectura de principios y valores, no obstante las evidentes mayorías que han reiterado su rechazo a las concepciones maximalistas ya en un par de ocasiones.

La “derechita tonta”, en consecuencia, no renuncia a su confianza en convencer a una mayoría que, algún día, machacando, propagando y persistiendo, le dará la razón a sus postulados y, más temprano que tarde, recibirá el pláceme electoral para poner en práctica su modo de hacer las cosas. Pero, a poco andar, la receta mostrará sus pantalones cortos y camisa apretada, pues, si bien quienes cansados de las promesas de todo el arco político pueden terminar votando por salvadores populistas, muy luego les darán vuelta la espalda para seguir buscando los ajustes que hagan posible el país ordenado, desarrollado, pujante, justo, fraterno y colaborativo que solo la libertad hace posible.

La “derechita tonta”, dicen en la “derechita cobarde”, confunde sus mayorías circunstanciales recientes con un incremento del aprecio ciudadano por sus posiciones, sin relevar los efectos de la crisis de inmigración y criminal más notable de los últimos años; y agregan que aquellos ven el afecto ciudadano y de algunas colectividades por la moderación, prudencia, búsqueda de convergencias y mayorías sociales, como cobardía moral, corrupción, cocina y egoísmo libertino de quienes buscan consensos para dar mayor vigor, legitimidad y dinamismo a esas normas que se aprueban con amplias mayorías y que, por consiguiente, tienen el respaldo conductual de la ciudadanía, sin grandes pugnas en la vida social.

La “derechita tonta”, agregan, no ignora que hoy tiene un techo electoral que le impide ganar una elección presidencial sin el aporte de sectores de la centro derecha o el centro para quienes sus posturas valóricas y de principios no son practicables. Pero creen que la “derechita tonta” seguramente insistirá en dirimir sus diferencias con la “derechita cobarde” yendo a primera vuelta en las presidenciales del 2025, porque está convencida, como sucedió en 2021, que sus votantes son más que los de la “derechita cobarde” y, por consiguiente, está segura de pasar a segunda vuelta. Y, quien sabe, ahora sí, derrotar a una izquierda gobernante debilitada y en caída libre producto del rotundo fracaso de la “izquierdita necia”, los problemas de la “izquierdita cobarde” que lo apoya; y la tracción del centro merced a la polarización política y la crisis económica y criminal que azotan al país.

La “derechita cobarde”, por su parte, pensando ya en La Moneda, sabe que no puede encarar de modo adversarial a la “derechita tonta”, porque aquella es decisiva si quiere llegar al palacio presidencial por tercera vez. Sabe que, entonces, lo que se exige políticamente es hegemonizar a la derecha en su conjunto, aunque de buenas maneras y estratégico cuidado. Por consiguiente, debe hacer esfuerzos para que el candidato presidencial se decida previo a la primera vuelta, mediante unas primarias que legítimamente convoquen al sector en su conjunto. Cuenta para aquello, con ciertas herramientas de poder relevantes, como, por ejemplo, favorecer, mediante pactos por omisión, candidaturas de ciertos liderazgos de la derecha dura en regiones y comunas, de manera que aquella logre mayor presencia en gobernaciones y municipalidades el 2024, ambos factores territoriales base para desarrollar una estrategia electoral con cierta posibilidad de victoria nacional más adelante.

Pero, como están las cosas, es difícil que la “derechita cobarde” consiga convencer a la “derechita tonta” de que llevando un candidato presidencial único centrista, moderado y potencial “traidor a las ideas del sector”, se pueden alcanzar los votos que le son esquivos a la “derechita tonta”, pero que han llevado a La Moneda dos veces a un candidato del sector. Se trata de una tarea titánica si es que dicha derecha insiste en creer que la reciente votación plebiscitaria le fue adversa porque, dados errores comunicacionales, no pudieron convencer a una mayoría absoluta, pero ahora, la tercera, es la vencida.

Así el cuadro, lo más probable es que para las elecciones de gobernadores y municipales de octubre de este año haya complicados e insuficientes acuerdos en comunas clave a través del sistema de pactos por omisión, mientras que en la mayoría se desate una ruda competencia de todos contra todos, creando un escenario electoral territorial que finalmente no dará garantías a nadie sobre los probables resultados del 2025.

En decir, si la “derechita cobarde” no es capaz de desplegar una estrategia de conducción y hegemonía del sector en los próximos meses, liderando acuerdos con la izquierda socialdemócrata y el Gobierno en los temas más urgentes para la ciudadanía, y aprovechando, para tales efectos, no solo el poder de los partidos de la coalición y sus nexos con las nuevas colectividades de centro e independientes, sino además utilizando la generosa palanca que tiene en sus manos con las municipales, el escenario para la derecha en su conjunto es poco alentador, a pesar de los buenos augurios que entregan analistas políticos derivados de una estancada economía y la más profunda crisis criminal que ha vivido el país producto de los gruesos errores cometidos en las políticas de inmigración por los diversos gobiernos recientes.

Así, solo si la “derechita cobarde” es capaz, por fin, de encabezar una estrategia para el conjunto del sector y poner a la otra a su zaga; y empujar, entonces, resueltamente, junto a otros sectores de centro e independientes convergencias y creativas políticas que solucionen a corto plazo las crisis económica, social, de seguridad, inmigración y política, la derecha tiene posibilidad de volver a La Moneda en 2025-2026. De otro modo, la izquierda socialdemócrata, en alianza con sectores de la izquierda maximalista, podrán mantenerse en el gobierno por otros años más, aunque esta vez hegemonizando al sector y no a través del humillante vicariato que el actual mandatario le ha encomendado y con el que ha estado en el Gobierno durante este último año, pagando cuentas ajenas. (NP)