El año en que se sepultó el valor de la palabra- Rosario...

El año en que se sepultó el valor de la palabra- Rosario Moreno

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Siglo III AC. El militar, senador y cónsul Marco Atilio Régulo cayó prisionero de los cartagineses que lo enviaron a Roma para gestionar la paz y el rescate de prisioneros. Los cartagineses le pusieron una condición: si fracasaba tenía que volver. Marco Atilio fue a Roma, convenció al Senado para que desoyera las proposiciones de los cartagineses y, fiel a su palabra, regresó a Cartago en donde las autoridades no tuvieron ninguna piedad con él: se relata que fue puesto en un cofre cubierto en el interior con clavos de hierro, donde murió. Otros escritores afirman, además, que después de que sus párpados habían sido cortados, fue arrojado primeramente a un cuarto oscuro, y luego, expuesto a los rayos de un sol ardiente.

En este pasaje de la historia de Roma queda clara la importancia del honor y el valor de la palabra. El militar y senador no necesitó firmar ningún papel para realizar lo mejor para su nación. Lo más fácil es que no hubiera vuelto a Cartago, pero una promesa es una promesa.

Hoy en día, el valor de la palabra ha perdido significado y se la ha vilipendiado a gusto del consumidor. Por ello se ha hecho necesaria la presencia de notarios y abogados en cualquier cierre de negocio o trámite. Ha cundido la desconfianza.

Es en este contexto que adquiere importancia el concepto de pareo parlamentario en Chile: “acuerdo entre dos parlamentarios, de distintas bancadas o comités, a través del cual durante un plazo determinado se comprometen a no participar en ninguna votación si uno de ellos está ausente”. Tanto, que el artículo 167 del reglamento de la Cámara de Diputados y 9° del Reglamento del Senado señala además que este “acuerdo de caballeros” -como lo califican los legisladores- “podrá dejarse sin efecto anticipadamente sólo con el acuerdo de las partes o de los jefes de bancadas a que pertenezcan los parlamentarios pareados”. Con lo anterior se advierte que si un senador o diputado “emitiere su voto estando pareado, la Secretaría pondrá este hecho en conocimiento de la Comisión de Ética y Transparencia”.

En la reciente acusación constitucional contra tres jueces de la Corte Suprema por parte de la Cámara de Diputados (hecho de extrema gravedad, pero que da para otra columna) no debe pasar “colada” otra situación muy delicada: que el diputado socialista Marcelo Schilling, quien estaba pareado, no cumplió su palabra empeñada. Fue más fuerte ganar un voto que cumplir su compromiso. Más allá de este actuar bajo, lo que preocupa no es solo que el socialista mató el sistema del pareo, sino que además le quitó valor a la palabra, valor que se carcome y que nos enfrenta -poco a poco- a la permeabilidad de las cosas y de los hechos. Así, la relatividad va ganando terreno, surgen con fuerza palabras como “quizás”, pero mueren otras como “cierto”. Y con ello, ya nada es para siempre y nos invade lo desechable.

La relativización del valor de la palabra tiene el poder silencioso de destruir democracias, porque distorsiona la realidad, unge a los demagogos y lo absoluto queda obsoleto. El diputado Schilling no solo no cumplió el pareo, sino que violentó el valor de la palabra en una de las pocas instituciones donde aún existía. En tanto, algunos parlamentarios creativos de la UDI quieren -por ley- terminar con el pareo, luego de este desaguisado. Les digo a estos congresistas que no se necesita hacer nada. Al pareo ya lo mataron. Ya nadie más va a confiar en él.Q.E.P.D.

En cuanto al diputado socialista Marcelo Schilling, no está de más recordarle que la palabra dada es la principal tarjeta de presentación. Es la identidad de uno, es lo que nos define y cómo nos relacionamos con los demás. Al final, la palabra pasa a ser una extensión de mi yo, y donde quede claro, no influyen los contextos. Le dejo además, al diputado socialista, algunas frases para que las medite. Siempre es bueno meditar: “Cuando las palabras pierden su significado, la gente pierde su libertad” (Confucio); “Háblame para que yo te conozca” (Séneca); “El mejor método para cumplir con la palabra empeñada es no darla jamás” (Napoleón). Me pregunto además, ¿qué pensará el senador Marco Atilio de Marcelo Schilling? (El Líbero)

Rosario Moreno

 

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