El Presidente Boric cerraba la noche del plebiscito llamando a la política a trabajar “pensando en el bien superior de Chile”.
¿Cuáles son los márgenes del “bien superior” para la izquierda? El registro de los últimos 22 meses (ni hablar del histórico) es elocuente.
Hace un año conocíamos el indulto presidencial para doce delincuentes, colaboradores del violentismo, y para un terrorista (con condena e indulto previos).
¿El “bien superior” que movió esa decisión? Sanar heridas, se nos dijo, como si la acción de la justicia infringiera un daño a quienes quebrantaron la paz y destruyeron ciudades durante meses. Perdimos la ingenuidad hace rato: los indultos le han permitido al Gobierno mantener el balón de oxígeno con su costado extremo, el que pedía libertad para los “presos políticos”. No nos ha salido gratis el 30% de aprobación presidencial invariable.
Un connotado comunista, exministro en Bachelet II, explica esta semana como “bien superior” el acuerdo de Codelco con SQM para explotar el litio. Me salto el parentesco con Pinochet y si es o no una deriva estatista, vestida de colaboración “público-privada”.
Vayamos al fondo. Venían a limpiar la política de las platas en negro. A derrotar a los 30 años, instalando como inmunda toda relación con los privados. Ahora, cuando urge salvar a Codelco, un pacto con la empresa más emblemática del financiamiento ilegal de la política es un “bien superior”.
Desde la noche del 17 de diciembre se conmina a la oposición a respaldar una reforma de pensiones. La ministra del Trabajo llama a un acuerdo, apelando al “bien superior” e insiste en un proyecto que, en lo medular, expropia buena parte del aumento de cotización. Molesta frente a los medios, dice que ha cedido ya bastante, pues originalmente se expropiaba el 6% y ahora es solo el 4%. Se filtra que, en su opinión, el rechazo al texto constitucional es la negativa mayoritaria a conservar la propiedad de los ahorros previsionales (no ha visto las últimas encuestas, evidentemente).
La oposición —no sé si toda, pero buena parte— está resistiendo la embestida. Mira el “bien superior” con los ojos de la evidencia, despreciada por los diseñadores de la reforma. Comprueban que, sobre la base de esa propuesta, no es posible un acuerdo. Primero, porque asegurarían con su voto que los futuros jubilados recibieran pensiones más bajas que las actuales. Y, luego, porque le concederían al Estado una nueva caja, cuyo destino pendería siempre de un hilo, (como el de las AFJP en Argentina, que ha financiado populismo peronista por una década).
Están muy frescas en la memoria, porque impactan a millones de chilenos todos los días, las reformas que, por el “bien superior” del fin al lucro, al binominal y arremeter contra los poderosos, se impusieron con los votos desde la DC al PC hace pocos años.
Las de educación han derivado en peor calidad, familias sin libertad y sometidas a la tómbola, liceos emblemáticos fundidos. El sistema electoral mantiene amenazada la gobernabilidad: pasamos de ocho a veintitrés partidos políticos, que se disputan electorados literalmente a gritos. La reforma tributaria de 2014 estancó nuestra economía y el resto de América Latina se pregunta “qué le pasó a Chile”.
Evidentemente, el “bien superior” que persigue la izquierda —ahora férreamente unida— es afianzar su particular visión de sociedad. No es el bien común, fundado en auténticos consensos, aquellos que terminaron de existir en octubre de 2019. (El Mercurio)
Isabel Plá