Después de haber llegado al poder anunciando el fin de la Concertación, la Nueva Mayoría de Bachelet está en la UTI. Con un gobierno complicado por promesas demasiado ambiciosas y errores no forzados, la NM es cada vez menos atractiva. Esto ha impulsado a algunos a pensar en el retorno de la Concertación, personificada en una candidatura presidencial de Ricardo Lagos Escobar. Pero el retorno del hombre que abrió espacios de libertad y profundizó la democracia en su primer gobierno representaría un intento de restauración conservadora. Aunque la NM termine desvaneciéndose con la misma rapidez que se constituyó, los chilenos difícilmente serán seducidos por una opción que parece querer volver al pasado más que hacerse cargo de las demandas y banderas populares en Chile hoy.
La reciente irrupción de Lagos Escobar como candidato presidencial subraya la incuestionable popularidad y la loable reputación de estadista que este intelectual se supo granjear en los 80 como líder de la renovación socialista, en los 90 como ministro y durante su sexenio presidencial. Después de asumir el poder en un momento complicado, por el retorno de Pinochet tras su detención en Londres, y cuando la economía pasaba por un difícil momento, Lagos supo dirigir al país hacia aguas más tranquilas y prósperas. No por nada, al finalizar su gobierno, Lagos gozaba de altos niveles de aprobación, era celebrado por el empresariado y se podía jactar de haber profundizado la democracia y ampliado las libertades. La victoria de Michelle Bachelet en 2006 se debió, en no poca medida, al éxito de Lagos en su sexenio. De hecho, por sus logros y su reputación, Lagos rápidamente se perfiló como el favorito para ser el candidato de la Concertación en 2009. Pero un error de cálculo —Lagos exigió a la Concertación más de lo que esta estaba dispuesta a entregar— hizo que la coalición de centro-izquierda se quedará sin su mejor carta en 2009.
Hoy, con 8 años más en el cuerpo —Lagos acaba de cumplir 77 años—, el ex Presidente aparece con la misma energía, determinación y confianza que cuando ocupó La Moneda. Su preferencia por los acuerdos desde la elite —un saludable despotismo ilustrado, en la medida de lo posible— entusiasma a los nostálgicos de la gloriosa era concertacionista. Lagos también entusiasma a parte de la derecha tradicional, que prefiere estadistas del estilo de Lagos que gerentes híper activos e impetuosos, como Sebastián Piñera. Después de todo, como Presidente, Lagos sorprendió gratamente a una derecha que temía el retorno de Allende y que terminó satisfecha de haber coadyuvado al éxito de un gobierno moderado de centro-izquierda. Incluso cuando se le compara con Piñera, Lagos sale bien parado. El líder PPD hizo más por legitimar y avanzar el modelo social de mercado que el primer presidente de derecha en Chile después de la transición.
Lamentablemente para Lagos, sus principales promotores hoy son aquellos que menos poder detentan en la centro-izquierda y muchos derechistas que les encantaría volver a ser la oposición a Lagos (aunque algunos incluso se animen a votar por él). Pero Lagos despierta menos interés en aquellos que hoy dominan la política en la centro-izquierda y en el discurso de la calle. Es más, para muchos de ellos, Lagos representa todo lo malo de la transición chilena.
Pero el mayor obstáculo para Lagos no está en que su candidatura gusta más entre los poderes fácticos que entre los movimientos sociales. El ex Presidente sabe que el Chile de hoy es muy distinto (y mejor, en partes gracias a él) que aquel Chile que lo ungió Presidente en enero de 2000. Para ser candidato, Lagos deberá marcar bien en las encuestas —y no solo en el aplausómetro de los encuentros empresariales—. Más aún, Lagos deberá someterse al escrutinio de una prensa mucho más liberada y punzante que cuando la sombra de Pinochet todavía inducía a los medios a cuidar la naciente democracia. Si, aun así, el ex Presidente se anima a entrar al ruedo, Lagos deberá participar de unas primarias mucho más complejas —y de resultado más incierto— que las que no quiso aceptar en 2009.
En el mundo ideal, Lagos gustaría de enfrentar en una elección a Sebastián Piñera. La victoria sería muy alcanzable, con una izquierda obligada a evitar el retorno de Piñera y una derecha que quisiera ver en su candidato varios de los atributos de Lagos. Pero la mayor barrera para el ex Presidente estará en convertirse primero en el candidato único de la centro-izquierda. Como no hay forma de asegurar esa nominación sin abrirse a primarias —y como nada garantiza que Lagos se imponga en dichas primarias—, el septuagenario presidente pudiera no querer correr el riesgo. Más aun, siendo testigo de lo difícil que le ha resultado a Bachelet su segundo periodo —después de haber logrado la victoria más cómoda de las últimas elecciones presidenciales—, el hombre que se arrepintió de lanzarse al ruedo en 2009 difícilmente optará por ser más osado en el ocaso de lo que ha sido una loable vida política. (El Líbero)