El trimestre móvil recientemente publicado, que reporta la tasa de desempleo entre enero y marzo correspondiente al cálculo del INE, subió a un 8,2%, lo que ajustado por el segmento de la fuerza de trabajo que mantiene trabajo informal lleva el desempleo efectivo a una cifra cercana al 10%. Considerando el rezago típico del mercado laboral, la cifra se instala claramente sobre el 10% durante el segundo trimestre de este año y anticipa que a fines del invierno podría empinarse sobre el 15%; o sea, casi 1,5 millones de chilenos sin pega.
El cierre de la economía y la cuarentena para enfrentar la pandemia marcan, como en distintas latitudes, el impacto sobre la desocupación, la caída de los ingresos de los trabajadores y el aumento de la pobreza. La pregunta es cómo abrimos las restricciones a la movilidad para que los ciudadanos puedan trabajar y los consumidores puedan empezar a comprar nuevamente, todo ello en un contexto donde el virus no está controlado totalmente y la posibilidad de una vacuna efectiva está por lo menos a un año para su masificación.
Lo que hemos visto hasta aquí en otras latitudes es que se ha logrado un cierto control de la expansión del virus, en algunos países con enormes costos en vidas humanas; EE.UU., con más de 1 millón de infectados y casi 64.000 muertos en los momentos que escribo, es un claro ejemplo de ello. Por otra parte, China ha vuelto a mayores niveles de actividad, las fábricas han recuperado cierto vigor y los medios de transporte terrestre y aéreo se ven más ocupados. Sin embargo, la realidad es que saben que el virus está ahí, tal como en EE.UU., con las considerables cifras de enfermos y muertos, y también observan niveles parciales de ocupación de su capacidad instalada. Es la nueva normalidad, esto es vivir con el virus. Situación parecida en Alemania y otras partes de Europa y Asia.
Servicios en los países que se están abriendo, como restaurantes, muestran un 50% de utilización; hoteles, un tercio… no alcanzan para una solida recuperación de la actividad económica. Solo los temores al contagio y a una segunda ola de brote del virus alejan a los clientes. Solo una cura de la enfermedad, una vacuna, será capaz de instalar nuevamente la normalidad.
Mientras tanto, las quiebras, sobre todo de pequeñas y medianas empresas, han agudizado el desempleo. Chile no ha entrado a esa fase, por lo que el retorno seguro debe ser implementado a la brevedad posible, balanceando los riesgos del contagio con los riesgos económicos, que se transforman en una verdadera pandemia adicional a la sanitaria.
Entonces es claro que aparecerán a continuación de los efectos económicos, efectos sociales y políticos.
Los programas de apoyo gubernamental ayudarán en el corto plazo (y son bienvenidos), pero no sabemos cuánto pueden durar sin provocar efectos negativos para la sociedad. Necesitamos que se recupere el verdadero crecimiento, aquel que otorga empleos de calidad, sobre todo para los más pobres.
Así, el liderazgo político tendrá un desafío de envergadura para detener el populismo, como ocurrió después de la crisis financiera internacional de 2009, con más libertad para emprender y apertura de mercados foráneos. El desafío es mayor porque los defensores del populismo tendrán su oportunidad para seducir a las grandes mayorías con cantos de sirena que han terminado muy mal en la historia de la humanidad. (El Líbero)
El trimestre móvil recientemente publicado, que reporta la tasa de desempleo entre enero y marzo correspondiente al cálculo del INE, subió a un 8,2%, lo que ajustado por el segmento de la fuerza de trabajo que mantiene trabajo informal lleva el desempleo efectivo a una cifra cercana al 10%. Considerando el rezago típico del mercado laboral, la cifra se instala claramente sobre el 10% durante el segundo trimestre de este año y anticipa que a fines del invierno podría empinarse sobre el 15%; o sea, casi 1,5 millones de chilenos sin pega.
El cierre de la economía y la cuarentena para enfrentar la pandemia marcan, como en distintas latitudes, el impacto sobre la desocupación, la caída de los ingresos de los trabajadores y el aumento de la pobreza. La pregunta es cómo abrimos las restricciones a la movilidad para que los ciudadanos puedan trabajar y los consumidores puedan empezar a comprar nuevamente, todo ello en un contexto donde el virus no está controlado totalmente y la posibilidad de una vacuna efectiva está por lo menos a un año para su masificación.
Lo que hemos visto hasta aquí en otras latitudes es que se ha logrado un cierto control de la expansión del virus, en algunos países con enormes costos en vidas humanas; EE.UU., con más de 1 millón de infectados y casi 64.000 muertos en los momentos que escribo, es un claro ejemplo de ello. Por otra parte, China ha vuelto a mayores niveles de actividad, las fábricas han recuperado cierto vigor y los medios de transporte terrestre y aéreo se ven más ocupados. Sin embargo, la realidad es que saben que el virus está ahí, tal como en EE.UU., con las considerables cifras de enfermos y muertos, y también observan niveles parciales de ocupación de su capacidad instalada. Es la nueva normalidad, esto es vivir con el virus. Situación parecida en Alemania y otras partes de Europa y Asia.
Servicios en los países que se están abriendo, como restaurantes, muestran un 50% de utilización; hoteles, un tercio… no alcanzan para una solida recuperación de la actividad económica. Solo los temores al contagio y a una segunda ola de brote del virus alejan a los clientes. Solo una cura de la enfermedad, una vacuna, será capaz de instalar nuevamente la normalidad.
Mientras tanto, las quiebras, sobre todo de pequeñas y medianas empresas, han agudizado el desempleo. Chile no ha entrado a esa fase, por lo que el retorno seguro debe ser implementado a la brevedad posible, balanceando los riesgos del contagio con los riesgos económicos, que se transforman en una verdadera pandemia adicional a la sanitaria.
Entonces es claro que aparecerán a continuación de los efectos económicos, efectos sociales y políticos.
Los programas de apoyo gubernamental ayudarán en el corto plazo (y son bienvenidos), pero no sabemos cuánto pueden durar sin provocar efectos negativos para la sociedad. Necesitamos que se recupere el verdadero crecimiento, aquel que otorga empleos de calidad, sobre todo para los más pobres.
Así, el liderazgo político tendrá un desafío de envergadura para detener el populismo, como ocurrió después de la crisis financiera internacional de 2009, con más libertad para emprender y apertura de mercados foráneos. El desafío es mayor porque los defensores del populismo tendrán su oportunidad para seducir a las grandes mayorías con cantos de sirena que han terminado muy mal en la historia de la humanidad.