La amplia cobertura periodística de las declaraciones de Paul Romer sobre supuestos errores del Índice Doing Business que habrían perjudicado a Chile y el inusual despliegue que sobre el caso hicieron las autoridades de gobierno, encabezadas por la propia Presidenta Bachelet, me hicieron recordar el revuelo que causó en nuestro país el paso del Cometa Halley en 1986.
En esta ocasión, el embajador chileno en Estados Unidos, Juan Gabriel Valdés; el ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre; el ministro de Economía, Jorge Rodríguez; el canciller, Heraldo Muñoz; y la ministra vocera Paula Narváez, cual más, cual menos, sobre reaccionaron a la noticia publicada en el Wall Street Journal y terminaron haciendo un poco el ridículo.
Es cierto que Paul Romer es el economista jefe del Banco Mundial —no sabemos hasta cuándo— y un destacado académico. Por eso sus declaraciones no iban a pasar inadvertidas; pero la celeridad y la concertación de las apariciones de las autoridades de gobierno, su exageración que llegó al patetismo cuando alguno insinuó que este supuesto error podría haber influido en los resultados de las elecciones presidenciales, no encuentran parangón en nuestro país desde el paso del Cometa Halley.
Lo que más impresiona de este show es lo que el cientista político Jorge Ramírez llamó en su columna en El Líbero el “placebo Mundial”, es decir, la ilusión de que puede tratarse la enfermedad de la derrota electoral y política que sufrió la Nueva Mayoría con esta teoría de la conspiración fraguada en el Banco Mundial mediante la cual la derecha habría boicoteado el triunfo de la izquierda, que lo había hecho bien en el gobierno. Es delirante pensar que un solo chileno haya cambiado su voto por lo que decía el Índice Doing Business del Banco Mundial. El estado de negación en que se encuentra cierta izquierda es de verdad preocupante.
Tratándose de una cuestión de números, era previsible que la Presidenta Bachelet no entendiera de qué estaba hablando cuando salió prontamente a referirse a este tema. Alguien que dice que le enorgullece que en vez de cifras tengamos obras no puede ser sometida a muchas exigencias en esta materia. Pero alguien en su equipo debió desalentarla y no impulsarla. En el caso de otras autoridades, y en particular del ministro de Hacienda Nicolás Eyzaguirre, la gaffe es imperdonable.
En primer lugar, porque los cambios metodológicos en un índice como éste, como es obvio, se aplican no sólo a Chile, sino a los 190 países afiliados al Banco Mundial. Por ello una manipulación deliberada del índice con cambios metodológicos para perjudicar a Chile es algo completamente fuera de lugar, más aún considerando los estándares que tiene el BM para hacer cambios metodológicos a sus índices, como por lo demás lo señala la institución en el comunicado en que desmiente a Romer.
En segundo lugar, porque el encargado de las relaciones del gobierno de Chile con el Banco Mundial es precisamente el Ministerio de Hacienda, que tiene representación en el organismo y que incide en sus decisiones. Ahora nos venimos a enterar que el ex ministro, Rodrigo Valdés, advirtió cuando se plantearon los cambios metodológicos que ellos iban a perjudicar la posición de Chile en la medición. Vale decir, ¡la información que se reveló el fin de semana con ribetes de escándalo y como fruto de una conspiración era ya conocida por el gobierno hace tiempo y nada menos que por el Ministerio de Hacienda!
No sabemos si los genios que decidieron salir con todo a denunciar una conspiración pretendían echarle a ésta la culpa de su derrota electoral, lo que es delirante, o si pretendían con el ruido informativo que hicieron tapar una noticia mucho más importante, y mucho más grave, que apareció el mismo día: en Chile, los terroristas de la CAM encabezados por Héctor Llaitul cuentan con una red de protección enquistada en la administración del Estado. Desde la ANI, Agencia Nacional de Inteligencia dependiente del Ejecutivo, y desde la Fiscalía, dependiente del Ministerio Público, se entregaba información a los miembros de esa organización terrorista que les permitía eludir la acción de la Justicia.
¡Si querían conspiraciones, ahí tienen una!
Alguien podría encontrar fuera de lugar mi comparación con el caso del Cometa Halley diciendo que fue Paul Romer quien inició este escándalo. Es cierto, pero el Cometa Halley también pasó por nuestros cielos, no lo inventó Francisco Javier Cuadra. (El Líbero)
Luis Larraín