La situación en el país es insostenible, la inseguridad hace que transitar en las calles sea una osadía, los hospitales ya no tienen medicinas y muchos mueren de hambre. Hay que escapar de alguna manera. Los apagones cada semana son más seguidos y largos y, a pesar de haber gran efervescencia en las calles durante las manifestaciones contra el régimen, a veces parece que esta tiranía no acabará nunca, porque ellos, los líderes políticos, se aferran de tal manera al poder que están dispuestos a todo.
Este relato tiene el mismo valor en el Venezuela actual y en el Chile de agosto de 1973, aunque también podemos decir que lo escribió un cubano, un alemán oriental a finales de los 80 o cualquier otro ciudadano al que le ha tocado vivir el socialismo y el comunismo aplicado en sus tierras. Es que resulta impresionante ver cómo el guión se repite sin cesar; los actores son otros, el escenario cambia, pero la película es la misma: la gente debe escapar de los “paraísos” socialistas.
Es por esto que desde la centroizquierda se han empeñado en desvincular a Nicolás Maduro de la figura de Salvador Allende. Saben que afecta esa visión sacrosanta que tienen del gobierno de la Unidad Popular, pero lamentablemente la historia es implacable, y las similitudes entre uno y otro caso son claras.
Sin embargo, hay una cara de este drama que no ha sido suficientemente analizada, y es que bajo estos regímenes totalitarios de izquierda hay personas, comunes y corrientes, trabajadores, empresarios, madres, padres, jóvenes que sufren, y que llegado cierto punto se torna insoportable, al extremo de tener que dejar su patria, gente, familias, todo, para buscar un lugar mejor para vivir.
Para todos fue estremecedor ver a más de 20.000 venezolanos en Plaza Italia manifestarse contra el régimen de Maduro, contra el chavismo, contra la izquierda. Son cientos de miles los que hoy viven en Chile y en el mundo; desde el pequeño empresario que emigró cuando se dio cuenta que con lo que ganaba en un mes no le alcanzaba para cambiar las cuatro llantas de su auto hasta la periodista que con su sueldo no alcanzaba a pagar el pasaje camino a su trabajo todos los días. Esta crisis los golpea a todos. Les pasa hoy a los venezolanos y le pasó a miles de compatriotas durante el gobierno de Allende, que, irónicamente, escaparon del socialismo hacia Venezuela, en aquél entonces un país rico y libre. Pero el socialismo no descansa, y hasta allá, a 7.000 kms de distancia, los fue a atormentar. Hoy vuelven, después de 40 años, a vivir en Chile, un país libre.
En YouTube circula una canción que se hizo viral compuesta por Reymar Perdomo. Se llama “Me fui” y relata el drama de quienes se ven obligados a dar ese salto al vacío para escapar del hambre y la miseria. Su letra nos muestra lo más duro de este peregrinar escapando del socialismo: “Despedirme fue duro / en ese terminal / chillé todo lo que en un año se puede chillar / pero me fui pa’ la frontera / pero espérense que ahora es que empieza mi odisea”.
Es por esto que resulta imperdonable y de una crueldad inédita que parte de nuestra izquierda siga defendiendo a Maduro, y que la expresidenta Bachelet no haga absolutamente nada por parar esta tragedia, a pesar de ostentar un cargo de máxima relevancia. Su silencio cómplice nos ratifica que para ella y para la izquierda estos dramas humanos son mero “costo político”, pero como buen costo están dispuestos a pagarlos para mantener la fantasía de que Allende fue un buen Presidente, aún cuando la historia nos muestra otra cosa. (El Líbero)
José Carlos Meza-Acción Republicana