El factótum es una persona de plena confianza de otra y que en nombre de esta despacha sus principales negocios.
Rodrigo Peñailillo fue factótum del gobierno de Michelle Bachelet hasta su defenestración, luego que se conociera que fue financiado por SQM en la precampaña presidencial. Nicolás Eyzaguirre podría convertirse ahora en el nuevo factótum.
Cuando Peñailillo y Alberto Arenas salieron, la dupla conformada por los flamantes ministros Jorge Burgos y Rodrigo Valdés pareció llamada a reemplazar a los salientes para constituirse en el eje de la administración de la Mandataria, quien por su poca expedición en los temas de gobierno, ya es hora de decirlo, necesita de una figura de este tipo.
Burgos y Valdés debían tomarse la cancha para ejercer esa función, pues la Presidenta, dada su personalidad, no les iba a entregar explícitamente el rol.
Y no lo hicieron.
Así fue como en cuarenta días, el Gobierno no salió del marasmo producido por los casos Penta, Caval y SQM y fue incapaz de explicarles a los chilenos en qué consiste la agenda de probidad, desperdiciando así el informe de la comisión Engel. Pero, lo que es más grave, siguió alimentando con la incertidumbre acerca de futuras reformas una brutal caída de las expectativas económicas hasta lograr lo que parecía imposible: que sin recesión internacional, la inversión cayera en Chile más que en la crisis del año 2008, la más grave desde la Gran Depresión. Todo ello llevó los niveles de apoyo al Gobierno al 25%, quince meses después que asumiera luego de ganar la elección con el 62% de los votos.
Si Nicolás Eyzaguirre asume ahora este papel, y creemos que intentará hacerlo, su impronta puede oscilar entre el que fuera ministro de Hacienda de Ricardo Lagos y el que hasta hace pocos días ocupaba la cartera de Educación en el actual gobierno.
Me parece que Eyzaguirre debiera estar más cerca del ministro de Lagos. Primero, por una razón práctica: si no se detiene el deterioro económico de nuestro país, es imposible que este gobierno termine medianamente bien. Las últimas cifras económicas son realmente preocupantes: desempleo subiendo para llegar pronto sobre el 7% según los analistas, producción totalmente estancada con una velocidad de crecimiento del PIB (comparado con el trimestre anterior) igual a cero, inversión cayendo en cifras de dos dígitos.
Segundo, por una cuestión de ventajas comparativas. Eyzaguirre fue un gran ministro de Hacienda, con una trayectoria del gasto fiscal impecable y sus credenciales en este campo son indiscutidas. En Educación, en cambio, se vio sometido a un pie forzado al tener que implementar reformas basadas en eslóganes sin un diseño conceptual ni una secuencia lógica. Su gestión fue fuertemente resistida por los actores del sector y su relación con el Congreso no fue precisamente fluida.
La otra opción de Eyzaguirre, que es convertirse en el campeón de las reformas de Bachelet, es de alto riesgo.
Rodrigo Valdés debiera cumplir un rol relevante en el manejo de la política fiscal. Sin embargo, el ministro de Hacienda se siente menos cómodo en ámbitos distintos al del manejo de la hacienda pública y la regulación financiera, campos propios de su especialidad. No ha ejercido un rol relevante de contención en reformas como la laboral y el cambio a la Constitución.
Esa tendrá que ser la tarea de Eyzaguirre. Él puede salvar a este gobierno de un bochorno, evitando una reforma laboral que hunda más la economía, moderando ese proyecto; redefiniendo los tiempos para una nueva Constitución; y ralentizando la reforma educacional, tarea esta última en que debiera contar no solo con el apoyo de la nueva ministra Adriana Delpiano, sino además con el respaldo de Valdés, pues ya está claro que tanto la gratuidad universitaria como la desmunicipalización requieren recursos económicos con que el Gobierno no cuenta.
¿Y Burgos? Bueno, solo cumpliendo su rol principal y la tarea fundamental de cualquier gobierno, que es garantizar el orden público, cosa que hoy no ocurre, le haría un favor muy grande al país y al Gobierno.