Una de las personas que comentó el reciente libro de Alberto Mayol y José Miguel Ahumada, Economía política del fracaso: la falsa modernización del modelo neoliberal, fue Klaus Schmidt-Hebbel, profesor del Instituto de Economía de la PUC. Me llamó la atención el desorden argumentativo de su crítica y la aplicación “kitsch” y “parcial” del pensamiento liberal en relación a sus propuestas metodológicas.
Si recurre a la metodología elaborada por el gran teórico liberal austríaco, Karl Popper, autor, entre otros títulos, de la Lógica de la Investigación científica (Die Logik der Forschung) y de La sociedad abierta y sus enemigos (Die offene Gesellschaft und ihre Feinde), que lo haga con responsabilidad académica y la aplique ajustándose a las verdaderas posturas planteadas por este autor. La falsificación de hipótesis en orden a establecer verdades comprobadas empíricamente debe realizarse en una sociedad libre y emancipada de los pensamientos totalizantes, sean estos de carácter político, religioso, económico o cultural. Conviene aquí recordar que Popper era un decidido anticomunista, antisionista (siendo él judío), antinazi, agnóstico y contrario a cualquier manifestación de descalificación del pensamiento y/o autoritarismo.
Los ídolos de Schmidt-Hebbel mencionados por él mismo –Büchi (ex ministro de Hacienda de Pinochet), Lavín, Lagos y Tironi–, no son precisamente lo que el pensamiento liberal consideraría “abiertos”: unos por haber sido protagonistas de una dictadura y los últimos por haberse dedicado a consolidar ese modelo impidiendo en el fondo cualquier modernización con rasgos mínimos de corte liberal: libertad de expresión, separación efectiva de los poderes del Estado, Constitución democrática, sumisión de las Fuerzas Armadas al poder político, control antimonopólico, presencia de instituciones estatales eficientes y un mercado realmente libre.
En Chile, en la práctica, nada de eso se cumple: hay concentración de riqueza, de medios de comunicación, y de influencias sociopolíticas. Los poderes del Estado están colonizados por las asociaciones partidarias y la propiedad privada se ha puesto por sobre el bienestar de las mayorías. La actual crisis lo demuestra.
El título del libro revela automáticamente su tesis central: que la economía política aplicada en Chile constituye un fracaso y que su promesa de modernización dentro de un contexto ideológico neoliberal resultó ser una falacia. El primer elemento permite dos comentarios suficientemente comprobados por la evidencia empírica. El juicio del fracaso es correcto desde el punto de vista del malestar económico generalizado en Chile por una de las más injustas distribuciones de la riqueza del planeta. Pero también se podría explicar como un éxito rotundo para las castas económicas, muchas de ellas aparecidas luego del saqueo al Estado, considerando el meteórico crecimiento de la riqueza en manos de unos pocos.
La modernización como promesa liberal, supone la liberación del hombre del oscurantismo religioso y del pensamiento mágico a través de la racionalización de los procesos de producción y convivencia humana en relación con el manejo de la inseguridad proveniente de las catástrofes naturales y de decisiones políticas haciendo uso del conocimiento científico. A nivel político, la modernización se tradujo en la opción democrática republicana y, a nivel económico, en la opción del libre comercio. En el caso chileno, este tipo de modernización no tuvo lugar.
El llamado de Schmidt-Hebbel a los autores del libro para que definan el concepto “operativo” (¿?) de modernización resulta, por decir lo menos, provinciano, pues este ya ha sido suficientemente delimitado en la literatura mundial. No les pida a los autores que inventen la rueda de nuevo.
Todos los así llamados procesos de “modernización del Estado” llevados a cabo en América Latina por “recomendación” del Banco Mundial durante los últimos treinta y cinco años son una falacia . Esto debido a que lo único que se hizo fue aplicar un conjunto de medidas propuestas para otros contextos históricos por la “Nueva Gestión Pública” (NGP) para Europa y Estados Unidos. Esta teoría surgió en el marco de los cambios de paradigmas productivos, el ascenso de las nuevas tecnologías y las demandas ciudadanas por mayoraccountability y participación en las decisiones colectivas.
La respuesta, como todos sabemos, fue la desregulación de los mercados, el tratamiento “gerencial” de la administración pública y la creación de pseudoinstancias de control social como las cartas ciudadanas, las oficinas de reclamos y otras medidas parecidas, que supuestamente fortalecerían a las democracias occidentales. La experiencia mundial, no obstante, “falsificó” estas tesis, porque no llevaron al logro de sus objetivos, sino que todo lo contrario: provocaron una verdadera regresión oligárquica a nivel mundial, que ha sido documentada científicamente por Piketty.
El modelo neoliberal chileno no tiene nada que ver con la democracia liberal, ni con libertad ni con participación, pues lo que ha habido es un diálogo que ha conseguido acuerdos en un escenario altamente coercitivo impuesto por la Constitución pinochetista. Habermas ha planteado en este sentido que los procesos de comunicación entre personas que buscan entendimiento, deben realizarse en un escenario libre de coerciones para que los acuerdos sean verdaderos. En caso contrario, no lo son. En este contexto, la élite política chilena se homogeneizó, dando lugar al surgimiento de un híbrido oligárquico pseudoliberal ajeno a los ideales republicanos.
El tema no es, en consecuencia, la modernización falsa o verdadera, pues estamos lejos de gozar siquiera de una democracia liberal como la que había en Europa y EE.UU. luego de la II Guerra Mundial y que ahora se encuentra en crisis. De todas maneras, el modelo neoliberal chileno, de corte fanático y totalizante, oscurantista desde el punto de vista civilizatorio y dominado por elites religiosas católicas de las corrientes más recalcitrantes, no pasaría la prueba de la “falsificación” planteada por Popper y su ideal de la “sociedad abierta”, porque sus representantes son enemigos de ella y han apostado durante las últimas décadas por una “democracia protegida” de abierto espíritu antiliberal.
Schmidt-Hebbel tiene que dejar a un lado su furia contra académicos que intentan resquebrajar el mundo de la verdad única instalada por la actual elite. Ni las encuestas ni los datos económicos dan cuenta de la compleja realidad actual. Para comenzar, debe leer a Habermas, Sloterdijk, Bauman, Lipovetsky y Sennett. Le recomendaría también que lea con tranquilidad el ensayo clásico de la libertad escrito hacia 1533 por uno de los fundadores de la filosofía política en Francia, Étienne de La Boétie, titulado Discurso sobre la Servidumbre Voluntaria. Hay que pensar.