Es como volver al pasado. Chile fue históricamente, en materia de desarrollo económico, un país mediocre. Entre 1950 y 1989 nos ubicamos en torno al sexto lugar en la tabla de posiciones de América Latina. El 11 de marzo de 1990, al asumir el Presidente Aylwin, estábamos en esa sexta posición.
En cambio, durante la década de los 90 crecimos al doble que el resto del mundo. En poco más de una década salimos del sexto lugar de América Latina, para convertirnos en líderes de la Región.
Crecer rápido nos cambió la vida. Se crearon más y mejores empleos, aumentaron los recursos para vivienda, salud, educación y seguridad social. El poder adquisitivo de los salarios creció más rápido, duplicándose cada 20 años. Ello contrasta con el crecimiento de los salarios durante el período de desarrollo mediocre, en que se duplicaban cada 40 años.
En el Índice de Desarrollo Humano, también pasamos al primer lugar de América Latina.
Respecto de la distribución del ingreso, en 1990, el 20% más rico tenía un ingreso promedio 15 veces superior al del 20% más pobre. En 2015 esa diferencia había caído a 11 veces.
La etapa de desarrollo acelerado se fundó en la buena calidad de las “reglas del juego” que se establecieron. El paso del sexto al primer lugar de América Latina ocurrió como consecuencia de la buena calidad de las “reglas del juego” fiscal, tributaria, laboral y previsional, entre otras.
Douglass North, premio Nobel de Economía, lo decía: la calidad de las “reglas del juego” es lo que hace la diferencia entre los países que se desarrollan y los que se frustran en el intento. Chile era un ejemplo.
Pero luego, el desarrollo se comenzó a desacelerar. Durante la década de los 90 crecimos al doble que el resto del mundo. Entre 2000 y 2013 lo hicimos a una vez y media el mundo. Entre 2014 y 2017, con la Nueva Mayoría, crecimos a la mitad que el resto. Por último, con Piñera II hay una mejora, pero que solo alcanza para crecer al mismo ritmo que el resto del mundo.
Esta tendencia a la baja ha sido el resultado de un deterioro en la calidad de las “reglas del juego” que enfrentan los actores económicos.
La importancia decisiva de la calidad de las “reglas del juego” ha cobrado más importancia en los últimas décadas, gracias a la globalización y la revolución tecnológica.
Respecto de la inversión, la globalización hace que los capitales circulen por el mundo buscando las mejores condiciones. Si uno quiere progresar tiene que atraerlos a su país, con “reglas del juego” competitivas.
En los noventa, en prácticamente todas las reglas clave (fiscal, tributaria, laboral y previsional) estábamos mejor que la gran mayoría de quienes competían con nosotros por esos recursos. Por eso crecimos al doble del mundo.
Hoy, en muchas reglas clave estamos peor que buena parte de nuestros competidores. Por eso crecemos igual o menos que el resto del mundo.
Las principales “reglas del juego” se determinan en el sistema político.
No es raro, entonces, que la opinión pública tenga una actitud crítica hacia la élite política. Le asignan responsabilidad en el deterioro del ritmo de desarrollo del país.
¿Por qué el sistema político no ha sido capaz de adaptar las “reglas del juego” para asegurar el desarrollo, como lo había hecho en el pasado? Según los dirigentes de gobierno, la culpa la tiene la oposición. Y viceversa. Pero hay una responsabilidad compartida. A los dirigentes políticos, tanto de gobierno como de oposición, los une un sentimiento basal: el temor a la opinión pública.
Desde hace años las autoridades políticas descartan muchas reformas que se necesitan, argumentando que “no hay condiciones políticas para hacerlo”. Es una forma de decir que no están dispuestos a arriesgar la popularidad del gobierno, o de la oposición, con medidas que pueden ser incomprendidas por la población. En vez de intentar persuadir prefieren dar un paso atrás, para proteger su capital político.
El Presidente Aylwin, durante su gobierno, decía que “el capital político es para gastarlo”. Por eso tuvo la capacidad de poner los intereses de Chile por sobre sus propios intereses y los de su coalición. Por eso fue clave en la etapa de desarrollo más acelerado que haya tenido Chile en su historia.
¿Se puede revertir el deterioro? Requeriría de un cambio profundo, para recuperar la calidad de la política. Hasta ahora, no hay indicios de que vaya a ocurrir. (El Mercurio)
René Cortázar