El gobierno es un volantín sin hilo

El gobierno es un volantín sin hilo

Compartir

En las últimas semanas, el gobierno del Presidente Gabriel Boric se ha comportado como un volantín cuyo hilo se cortó. Cada nuevo anuncio oficial parece indicar un nuevo rumbo y cada vez que el viento de la política empieza a soplar en una dirección diferente, el gobierno se mueve en esa dirección, dejando demasiado en claro que está simplemente respondiendo a los hechos que lo superan y que no sabe para dónde quiere ir.

Aunque esto se ha repetido hasta el cansancio, es inevitable recordar, cada vez que se intenta explicar por qué el gobierno parece andar sin rumbo, que la hoja de ruta fundacional de esta administración fue incuestionablemente derrotada en el plebiscito constitucional de septiembre de 2022. Por más de 2 años, el gobierno ha intentado reinventarse, sin éxito.

Mientras los moderados del socialismo democrático promueven la idea de retomar el sendero de las reformas negociadas y graduales que impulsaron los exitosos gobiernos de la Concertación en la década de los 90 y la primera década de este siglo, los más radicales del Partido Comunista y del Frente Amplio insisten en vivir en negación y demandan que se cumplan las promesas del equivocadamente ambicioso programa de gobierno de Boric en 2021.

Por eso, apenas cree que hay un espacio, la izquierda radical del gobierno vuelve a poner sobre la mesa esas malas y destructivas propuestas de políticas públicas que, de ser implementadas, empujarán a Chile hacia el barranco del subdesarrollo, el déficit fiscal y una creciente desigualdad.

En las últimas semanas, la izquierda radical e irresponsable intentó reflotar la propuesta de la condonación del Crédito con Aval del Estado, el CAE, esa política pública que permitió a cientos de miles de estudiantes acceder a la educación superior a partir de 2005. Impulsado por el Presidente Ricardo Lagos, el CAE buscó abrir las puertas de la educación superior a aquellos que, no teniendo los recursos para poder hacerlo, podrían después, con título profesional en mano, devolver el dinero que se invirtió en su educación. Pero la izquierda radical, que se llena la boca criticando la desigualdad, quiere ahora impulsar una política pública de condonación de esas deudas sabiendo que esos valiosos recursos públicos irán mayoritariamente a personas que no están en los quintiles de menores ingresos del país.

A sabiendas de que hay un enorme déficit habitacional, que la pobreza multidimensional va en aumento, que escasean las oportunidades laborales y de inclusión para los inmigrantes recientes (a los que este gobierno se comprometió a ayudar), que faltan recursos para mejorar la seguridad en las calles y poblaciones del país, la izquierda populista radical promete cosas que no se pueden pagar y que, de llevarlas adelante, contribuirían a aumentar la desigualdad.

Cuando la izquierda radical impulsa malas propuestas de políticas públicas, el Presidente se suma entusiasmado, pero como a Boric se le rompió el hilo y perdió el control de este volantín que es el gobierno, poco puede hacer para darle viabilidad a esas malas ideas. De igual forma, cuando la izquierda más razonable y moderada—liderada, con altibajos, por los ministros Elizalde y Tohá—busca imponer una agenda que se haga cargo de los problemas más urgentes del país, como la delincuencia y la falta de crecimiento, Boric también parece sumarse con convicción a esas prioridades, pero tampoco logra darles impulso.

Como si eso ya no fuera suficientemente malo, el titular de Hacienda, Mario Marcel, parece ir arriba del volantín cuyo hilo se cortó. Incapaz de imponer su visión sobre la reforma de pensiones, presumiblemente más moderada y basada en razonamiento económico, terminó siendo desplazado por la Ministra del Trabajo, Jeannette Jara, cuyo discurso y posiciones desconocen no solo la realidad de los sistemas de pensiones en el mundo, sino que tozudamente quiere olvidarse de que los chilenos dieron un memorable portazo a la propuesta de refundación nacional que impulsó el proceso constituyente y que apoyó con fuerza el gobierno de Boric.

Como todo volantín sin hilo que se desplaza de acuerdo a la confusa voluntad del viento, el gobierno de Boric seguirá dando un espectáculo que, aunque entretiene a la audiencia en el caso del volantín, exaspera a la opinión pública cuando lo hace un gobierno. Incapaz de poder hacer lo que inicialmente prometió y sin ganas de hacer lo que razonablemente pudiera hacer para poner al país a avanzar por un mejor camino, el gobierno del Presidente seguirá en ese mal equilibrio de reiniciarse de forma sorpresiva y repetida.

Cuando terminen las Fiestas Patrias y volvamos a la rutina, seguramente uno de los anuncios que repetirá la prensa será el que emane del gobierno, anticipando la presumible convicción de La Moneda para avanzar alguna causa—ya sea la agenda de seguridad, el aborto libre, el CAE, la eutanasia o las pensiones—. Pero como toda persona que ha visto ya por un rato al volantín cambiar de dirección según la voluntad del viento, habrá buenas razones para anticipar que esa convicción del gobierno de avanzar en una dirección durará solo hasta que el viento empiece a soplar en otra dirección. Como siempre ocurre con los volantines, la audiencia se terminará por aburrir antes de que el volantín cumpla su periodo y termine, sin pena ni gloria, por caer al piso en algún lugar aleatorio. (El Líbero)

Patricio Navia