El PS con la acusación constitucional, quizá sin saberlo, se ha metido en lo que los expertos en estrategia llaman la trampa de Tucídides. El antiguo historiador griego cuenta en su libro sobre la Guerra del Peloponeso cómo Atenas y Esparta cayeron en una situación mutua de tensión a tal nivel, que llegaron a una guerra que no tenía solución alguna en la mesa de negociaciones. La estrategia de acusar a la ministra para vengar la afrenta cometida a un militante PS con buenas conexiones y un largo historial de empleos bien remunerados en el Estado puede llevar a guerras prolongadas, sin espacio para acuerdos.
La ministra tiene una manera de ver las cosas que pareciera provocar constantemente a la oposición, más que desarrollar su agenda. A diferencia de su antecesor, incontinente verbal, pero muy respetuoso de las leyes aprobadas por el Congreso, a la actual titular de la cartera le vale poco la obligación de tener que aplicar un marco regulatorio que no le acomoda y del que su propia coalición ha sido crítica. Pero en vez de proponer un proyecto que reemplace el nuevo Sistema de Admisión Escolar ha optado por contarles a los padres que el actual es una mala idea. Con la incomodidad de recibir del gobierno anterior un proceso de desmunicipalización que funciona- ba a media máquina, Cubillos optó por dejarlo caer en vez de sacar las herramientas y arreglarlo.
Pero acusarla constitucionalmente es equivalente a provocar a Esparta. En primer lugar, valida una herramienta que fue usada de manera injusta con anterioridad. Un triste recuerdo de ello es la acusación contra la exministra Provoste, por líos que finalmente también eran del socialismo. La ministra, a recomendación del Segundo Piso de entonces, optó por mantenerse en el cargo para dar testimonio de la vileza de la acción de los parlamentarios de oposición de entonces, entre los que se encontraba la ahora ministra Cubillos. Una de las tareas de los acusadores actuales será demostrar que esto no es una vendetta por aquel acto reprobable.
Un segundo punto de complejidad para los acusadores es el inusitado poder que se le entrega de nuevo a la DC. Esto ha sido visto como una pesadilla por el socialismo, que ve cómo su estrategia de oposición dura queda en nada cuando los ministros negocian acuerdos con la actual directiva de Chahin. En este caso, se repetirá lo mismo. Más allá de la estridencia en las redes sociales, la estrategia del gobierno será simplemente recurrir a los mismos mercaderes a negociar los votos. Como los hábiles negociadores que han sido, sabrán valorar lo que implica, en este caso, votar en contra de la acusación. El PS y el Frente Amplio se encuentran atrapados en un dilema, pues tampoco pueden censurar la mesa de la Cámara de Diputados, porque implicaría la caída de las presidencias de las comisiones. Pero en esta temeridad, digna de la respuesta de Esparta contra Atenas, puede pasar de todo.
Un último punto a reflexionar es la insoportable falta de consensos en educación. Con dos ministros destituidos y una reforma educacional resistida por las actuales autoridades, pareciera que en este ámbito las estrategias más bien se centran en cómo dañar al adversario y no construir mejoras que podrían aumentar varias veces la competitividad del país. Al quedar entrampado en la discordia en vez de la acción, el enrarecimiento del clima por la acusación constitucional a la ministra es también un problema para el gobierno. (La Tercera)
Carlos Correa