Diversos personeros del Partido Comunista han reaccionado con virulencia ante la sugerencia presidencial: habría que revisar con una mirada crítica aspectos del gobierno de Salvador Allende.
Para los comunistas, es imposible la mirada crítica. Por definición, las cosas fueron como ellos dicen que fueron, porque también para el pasado aplican la vieja máxima: si la teoría no calza con los hechos, peor para los hechos.
¿Y qué hechos de su participación en el proyecto allendista no están dispuestos, de modo alguno, a que sean recordados desde las fuentes, es decir, revisados respecto de la verdad única que el PC ha pretendido implantar?
Varios, muchos. Recordemos solo algunos, en muy variados campos.
Que Allende nombró a un militante comunista, Américo Zorrilla, como ministro de Hacienda y lo mantuvo en el cargo gran parte de su período, a pesar de la ineptitud completa del personero.
Que las Brigadas Ramona Parra asesinaron al mirista Arnoldo Ríos en Concepción, agredieron violentamente a la “marcha de las cacerolas”, asaltaron a los ocupantes de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, asesinaron también al joven militante de la Democracia Cristiana Jaime Iglesias, y atacaron a los estudiantes refugiados en la rectoría de la Universidad Católica de Valparaíso, entre otras fechorías encubiertas dentro de la actividad de pintura mural.
Que la consigna “No a la guerra civil” estaba fundamentalmente dirigida por los comunistas hacia su flanco izquierdo, socialistas de Altamirano y miristas, a los que nunca pudieron convencer de que había que esperar para dar el golpe decisivo que cambiaría la correlación de fuerzas a favor del gobierno marxista.
Que para ese momento venían preparando su aparato militar y su acopio de armas, de acuerdo a los testimonios entregados por su propio secretario general, Luis Corvalán: “Constituimos los llamados Grupos chicos, compuesto cada uno de estos por no más de cinco compañeros; sus miembros, que fueron alrededor de mil, aprendieron a manejar armas automáticas de distinto tipo y adquirieron conocimientos de táctica y estrategia militares”. Altamirano mismo sostuvo que el aparato militar del PC era incluso más grande que el del propio PS.
Que desarrollaron a través de su prensa, El Siglo en concreto, una campaña de injurias y calumnias contra los opositores que, entre otros, tuvo por blanco preferido a Eduardo Frei Montalva. Tanto se mintió desde esa tribuna que hoy las nuevas generaciones comunistas promueven comisiones de control estatal de la verdad.
Que elaboraron un sistema de “autodefensa” —o sea, de organización paramilitar y distribución de armamento— en los sindicatos y cordones industriales, en el que estuvo directamente implicado Luis Figueroa, presidente comunista de la CUT.
Que colaboraron decisivamente con la presencia en Chile de un total de 5.291 cubanos, de los cuales el 88% figuró en algún momento como personal diplomático.
Que hicieron de la Universidad Técnica del Estado y de su sistema cultural una colonia comunista, en la que enquistaron a sus principales figuras musicales y a otras tantas en diversas disciplinas de las artes visuales.
Que, en fin, colaboraron directamente con la violación de todos los derechos y libertades garantizados por la Constitución, según lo declarado por la Cámara de Diputados en su acuerdo del 22 de agosto de 1973.
Todo eso lo niegan. En todo eso, y mucho más, son negacionistas.
De ninguna manera los comunistas pueden estar disponibles para una revisión de la falsa imagen democrática que han logrado difundir sobre su participación en el peor gobierno de la historia de Chile. (El Mercurio)
Gonzalo Rojas